Luz de Gas
Fotografía del Museo dela Educación |
David preguntó a los que estaban con él: ¿Qué le darán al que venza a ese filisteo y salve la honra de Israel? Porque, ¿quién es ese filisteo incircunciso para desafiar al ejército del Dios vivo? Los soldados le repitieron lo mismo: Al que lo venza le darán este premio.
Eliab, el hermano mayor, lo oyó hablar con los soldados y se le enfadó: ¿Por qué has venido? ¿A quién dejaste aquellas cuatro ovejas en el páramo? Ya sé que eres un presumido y qué es lo que pretendes: a lo que has venido es a contemplar la batalla. Davis respondió: ¿Qué he hecho yo ahora? Estaba preguntando. Se volvió hacia otro y preguntó: ¿Qué es lo que dicen? Los soldados le respondieron lo mismo que antes.
Cuando se corrió lo que decía David, se lo contaron a Saúl, que lo mandó llamar. David dijo a Saúl: Majestad no hay que desanimarse. Este servidor tuyo irá a luchar con ese filisteo. Pero Saúl respondió: No podrás acercarte a ese filisteo para luchar con él, porque eres un muchacho, y él es un guerrero desde joven. David le replicó: Tu servidor es pastor de las ovejas de mi padre, y si viene un león o un oso y se lleva una oveja del rebaño, salgo tras él, lo apaleo y se la quito de la boca; y si me ataca lo agarro por la melena y lo golpeo hasta matarlo. Tu servidor ha matado leones y osos; ese filisteo incircunciso será uno más, porque ha desafiado a las huestes del Dios vivo. Y añadió: El Señor, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, me librará de las manos de ese filisteo. Entonces Saúl le dijo: Anda con Dios.
Luego vistió a David con su uniforme, le puso un casco de bronce en la cabeza, le puso una loriga y le ciño su espada sobre el uniforme. David intentó en vano caminar, porque no estaba entrenado, y dijo a Saúl: Con esto no puedo caminar, porque no estoy entrenado. Entonces se quitó todo de encima, agarró el cayado, escogió cinco cantos del arroyo, se los echó al morral, empuñó la honda y se acercó al filisteo.