jueves, 17 de marzo de 2016

Fuera de Podemos, las confluencias van a parar a la mar

MLFA
Sergio Pascual, 'rasputín' de Errejón, días antes de su cese fulminante, (Foto de 'elconfidencial.com')

Las confluencias son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir, allí van los señoríos (protagonismos) a se acabar y consumir. Esto es lo que ocurriría con Mareas y Compromis; si siguen echando pulsos a los de Podemos, lo mismo que aquellos que desde el propio Podemos, intrigan y buscan posicionarse en puestos de relevancia en el seno de la formación podemita.

Una buena ‘liga’ o federación de partidos y asociaciones se componía para los judíos en la unión del ‘qahal’, de carácter ejecutivo, y el ‘am’, que viene a significar fraternidad, y en el caso de Pablo Iglesias y los suyos se define como ‘belleza’. Y no parece que les fuera mal a los hebreos; desde luego sus disidentes, convertidos ya en enemigos, fueron a parar al mar. Sergio ha ido a parar al Canal de Isabel II.

Repasemos nuestra historia más reciente; nunca hemos considerado a Felipe González un político inteligente (lo demuestra su admiración por Carlos Andrés Pérez), sí como un político hábil, populista y genio de la retórica, arte que Suárez y Martín Villa desconocían, quizás porque nunca precisaron de ella.

Felipe comprobó a tiempo que el subgrupo parlamentario ‘Socialistas Vascos’ y el de los catalanes ‘PSC’, surgido de la fusión entre los socialistas de ‘Congrés’ y los de ‘Reagrupament’ cuestionaban, gracias a su gran representación, algunas de sus medidas y decidió poner orden en ‘sus’ (de ellos) mesnadas. El detonante fue la postura de algunos integrantes del ‘clan de la tortilla’, que también querían ‘volar’ solos, claro que en vuelo rasante, porque no eran capaces de tomar altura.

Dimisión de Felipe González en el XXVIII congreso, (renuncia al marxismo), (Foto de 'elperiodico.com')

Aprovechó su renuncia al marxismo, rechazada por las bases, en el Congreso XXVIII de 1979, para echar un órdago (aquí queda, en castellano) a mayor o grande, en referencia a miembros del ‘clan de la tortilla’ y sus bases, reticentes al abandono del marxismo; y otro órdago a la chica, referido a las formaciones vasca y catalana. El resultado es bien conocido, ante el órdago: ni más ni menos que su dimisión como Secretario General, el resto del partido se unió como una piña, y le pidió, con lágrimas, que retirara su dimisión.

Comprendieron unos y otros que sin Felipe no eran nadie, él les aglutinaba

Pablo Iglesias, como conocedor de la política y de la sociología de masas, debería repasar lo acontecido aquél año de 1979 y echar un órdago ‘a todo’, como única forma de castrar protagonismos de listillos aventajados que aspiran a su pequeño reino de Taifas, desde el cual acceder a la cúpula de la formación a nivel nacional. Se impone una dimisión de Pablo Iglesias para que gallegos (pobriños) de las Mareas y valencianos (pobrets) de Compromis se desplacen juntos a Madrid para rendir juramento de fidelidad a Podemos, que respetaría, a cambio, su idiosincrasia regional. Y ya de paso, a rechazar la dimisión de Pablo, porque sin él no son nadie.

El cese fulminante, acertado, del Secretario de Organización no es suficiente

La Biblia, en ‘Jueces’, nos recuerda que la entrega del poder a un solo hombre era un recurso al que se debía acudir solamente en casos extremos; se me ocurren dos: el inicio de la Transición en 1979, y el imprescindible Gobierno de Progreso de 2016, que algunos definimos como segunda Transición.

PS - Hay que saber distinguir entre una 'coalición de partidos', que sirve para 'gobernar' y una 'federación de partidos' que defiende un determinado 'proyecto político', y que debe estar coordinada por el partido con mayor base social. Las Mareas no dejan de ser plataformas útiles en Galicia, respetables y admirables; lo mismo podemos decir de Compromís para los valencianos, incapaces, por su tamaño, de defender un proyecto político a nivel nacional. A no ser que se conformen con que dos o tres de sus líderes defiendan Galicia y el Reino de Valencia en Congreso y Senado, unos 15 minutos al año.