sábado, 11 de junio de 2016

La fe del converso; explicaciones sobre cambio radical de actitudes

MLFA
Pablo cae del caballo, el paradigma de la 'fe del converso'. (Foto 'fdlv.org')

En la vida de casi todos los seres humanos hay momentos o situaciones que suponen un punto de inflexión, un cambio enorme en la forma de pensar, de vivir, de entender el mundo, de entenderse uno mismo, de ver a los demás. Con frecuencia ocurre al conocer a la persona con la que vas a compartir el resto de tu vida, o al nacer un hijo; puede ser un cambio de trabajo, de ciudad, de país. En ocasiones ocurre al perder a un ser querido o haber pasado por una experiencia dolorosa o difícil (una guerra, una situación de miseria). 

Otras veces la experiencia que nos cambia viene más bien de dentro de la propia persona, de un proceso personal de reflexión o psicológico. La intensidad del cambio, la huella que este momento deja, depende también de las características de cada uno, de la intensidad con la que lo vive, y de su fortaleza de ánimo, de su empuje y decisión, de sus cualidades intelectuales, ‘políticas’ y afectivas.

En política encontramos situaciones más banales; la ‘conversión’ del concejal comunista de Manzanares Miguel Ramírez al ‘nievismo’ se debe a la escasez de oportunidades que le brinda su propia organización, lo cual significaría, a corto plazo, que tendría que ponerse a buscar trabajo, como todo ‘quisque’. O el cambio de su conmilitón y amigo, que vira desde la extrema izquierda a la derecha local a la búsqueda de mejores perspectivas de vida social y económica.

El converso pasa a defender con uñas y dientes su nueva situación

El antónimo de la ‘fe del converso’ se considera siempre el ‘Roma no paga traidores’ y el sinónimo político es el ‘tránsfuga’. Y refiriéndonos al plano de la política resultan no ser de fiar, como se comprueba fehacientemente.