sábado, 9 de abril de 2016

Sabbath; Samuel: Último encuentro de David con Saúl y Abner (1)

Luz de Gas
En la oscuridad de la noche, David da voces al rey Saúl, (Foto de vol.jw.org)

Los de Zif fueron a Loma a informar a Saúl: David está escondido en el cerro de Jaquilá, en la vertiente que da a la estepa. Entonces Saúl emprendió la bajada hacia el páramo de Zif, con tres mil soldados israelitas, para dar una batida en busca de David. Acampó en el cerro de Jaquilá en la vertiente que da a la estepa, junto al camino. Cuando David, que vivía en el páramo, vio que Saúl venía a por él, despachó unos espías para averiguar dónde estaba Saúl.

Entonces fue hasta el campamento de Saúl y se fijó en el sitio donde se acostaban Saúl y Abner, hijo de Ner, general del ejército; Saúl estaba acostado en el cercado de carros y la tropa acampaba al derredor. David preguntó a Ajimélec, el hitita, y a Abisay, hijo de Seruyá, hermano de Joab: ¿Quién quiere venir conmigo al campamento de Saúl? Abisay dijo: Yo voy contigo.

David y Abisay llegaron de noche al campamento. Saúl estaba echado, durmiendo en medio del cercado de carros, la lanza hincada en tierra a la cabecera. Abner y la tropa estaban echados alrededor. Entonces Abisay dijo a David: Dios te pone el enemigo en la mano. Voy a clavarlo en tierra de una lanzada; no hará falta repetir el golpe. Pero David le dijo: ¡No lo mates, que no se puede atentar impunemente contra el ungido del Señor! ¡Vive Dios, que sólo el Señor lo herirá: le llegará su hora y morirá, o acabará cayendo en la batalla! ¡Dios me libre de atentar contra el ungido del Señor!

Toma la lanza que está a la cabecera y el jarro y vámonos. David tomó lo lanza y el jarro de la cabecera de Saúl y se marcharon. Nadie los vio, ni se enteró, ni despertó; estaban todos dormidos, porque los había invadido un letargo enviado por el Señor. David cruzó a la otra parte, se plantó en la cima del monte, lejos, dejando mucho espacio en medio, y gritó a la tropa y a Abner, hijo de Ner: Abner, ¿No respondes? Abner preguntó: ¿Quién eres tú que gritas al rey? David le dijo: ¡Pues si que eres todo un hombre! ¡El mejor de Israel! ¿Por qué no has guardado al rey, tu señor, cuando uno del pueblo entró a matarlo? ¡No te has portado bien! ¡Vive Dios, que merecen ustedes la muerte por no haber guardado al rey, su señor, al ungido del Señor! Mira dónde está la lanza del rey y el jarro que tenía a la cabecera.

Saúl reconoció la voz de David, y dijo: ¿Es tu voz, David, hijo mío? David respondió: es mi voz majestad. Y añadió: ¿Por qué me persigues, mi señor? ¿Qué he hecho, qué culpa tengo? Que su majestad se digne escucharme: si es el Señor quien te instiga contra mí, apláquese con una oblación; pero si son los hombres, ¡malditos sean de Dios! Porque me expulsan hoy y me impiden participar en la herencia del Señor, diciéndome que vaya a servir a otros dioses.