MLFA
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Iglesia de La Asunción de Manzanares (Ciudad Real) |
En el momento de la narración la plantilla está compuesta de inmigrantes magrebíes, que mal viven en el más absoluto de los desprecios y que han conseguido autorización para cobrar sus magros peculios de los propios clientes, dentro de límites fijados. No es una situación perversa excepcional, resulta ser la norma en estas vías de comunicación; salvo excepciones honrosas, que muy de tanto en tanto jalonan la autovía, y donde encuentran acogimiento – por fin – los viajeros particulares o aquellos usuarios de servicios públicos, flotas de autobuses seguros y confortables a precios asequibles. La calificación de los turistas que se ven obligados a surcar estas vías, acerca de los servicios que reciben, es de "muy deplorable", se cumple el adagio aquel de matar a la gallina de los huevos de oro, que no es otra que el turismo internacional así como el nacional o también llamado turismo interior.
En el Soportal, uno de los pubes de La Encomienda donde se reunía Enrique con sus amigos, cundía la preocupación, hacía tres días que no respondía a las llamadas telefónicas; uno de ellos, policía municipal, y testaferro del inmobiliario, llegó a contactar con el antiguo novio de la capital, quien respondió no tener noticia alguna desde hacía más de medio año. Fue el policía este quien transmitió la preocupación a otros miembros del cuerpo al dar pábulo a algún amigo de Enrique que hablaba abiertamente de suicidio; daba la casualidad de que su esposa era de alguna forma testaferro del homosexual, a quien había visto como muy deprimido. Se inició la operación de búsqueda, más o menos guiada por alguno de ellos. Enrique apareció diez días después en un pozo, a cinco kilómetros de La Encomienda, que abastecía de agua a una finca de su propiedad. El cuerpo presentaba dos fuertes golpes en la cabeza, que el forense achacó a golpes contra la pared del pozo durante la caída. Más de uno se preguntó si se trataba de un suicidio inducido, o de algo mucho más grave y preocupante.