MLFA
(RPI – Prohibida su reproducción)
Monumento a la minería. Puertollano |
El
abogado fue convocado por el colombiano por asunto de urgencia; la reunión tuvo
lugar en el Parador de Almagro, y en ella le fue comunicado el cambio de planes
decidido por aquellos marroquíes que había conocido en el hotel Minzah de
Tánger; la lucha emprendida por el Rey de Marruecos contra el terrorismo yihadista, forzado a ello por sus aliados occidentales, había supuesto un
incremento de controles policiales en las fronteras del reino alauita con
Europa, de modo especial se había reforzado la vigilancia en el puerto
internacional de Tánger, lo que suponía un riesgo añadido para los
narcotraficantes.
La
cocaína, explicaba el colombiano con una dicción y dominio del español superior
al de aquel abogado bobalicón, al que solo preocupaban los ingresos procedentes
de aquel tráfico, y para nada la logística correspondiente, llegaría desde
Medellín por vía aérea hasta el aeropuerto de Madrid Barajas, donde la
recogería él mismo, que acudiría a la capital en automóvil, con sus dos hijos
pequeños bien sujetos en las sillitas de seguridad del asiento posterior,
debajo del cual estibarían la droga,
que sería entregada en La Encomienda, en el aparcamiento del hostal “Zagala
II”, o en otro establecimiento similar instalado unos kilómetros más al sur, el
destino se reservaba para el último momento, se decidiría por teléfono móvil,
siempre que el hombre que quedara de guardia en el hostal, diera el conforme a la parada, al no detectar presencia policial y contando
con que habría que bajar a los niños para que hicieran sus necesidades y
degustar todos ellos una consumición a fin de no despertar ninguna sospecha
entre los empleados de la cafetería.
Aquellos dos primeros viajes por carretera
resultaron todo un éxito, aunque no fueron conscientes de que en el segundo
habían sido controlados, ya desde el mismo aeropuerto de Barajas, y se les dejó
hacer para que condujeran a la Guardia Civil hasta las ramificaciones de entrega,
que resultaron ser Valdepeñas y la Corralada, donde también había un implicado
del propio PP a escala provincial, además, claro está, de La Encomienda.
Abortar esta operación de captura del alijo compuesto por dos kilos de cocaína
pura ocasionó algunos roces entre los
responsables de la operación policial, pero se demostró efectivo dos meses más
tarde; resultó fácil introducir un propio
en calidad de topo - al tratarse el
abogado de un tipo pagado de sí mismo - cuya misión se reduciría a detectar la
fecha del siguiente envío, a través de los movimientos de integrantes de aquel
grupo que, como era obvio, manifestarían inquietud y nerviosismo al tratarse de
unos aficionados, a los que les venía
grande el volumen de la operación, ya
que la elección de los mismos se debía a su reconocido prestigio social en un
pueblo situado en medio de vías de comunicación de alta capacidad.
El
colombiano propuso los últimos días de Febrero de 2009 como fechas adecuadas
para el siguiente envío, ya que Galicia y el País Vasco se encontraban inmersos
en campaña electoral y aumentaría el tráfico de pasajeros en el aeropuerto de
la capital, dado el interés político que despertaban ambos eventos electorales.
Los controles se incrementarían en los aeropuertos de Lavacolla en Santiago y La
Paloma en Bilbao, sobre todo en este último. La operación policial fue
diseñada con especial atención a los niños del coche mula, a quienes había que proteger a toda costa, al desconocer el topo si aquel individuo – el colombiano
- portaba armas de fuego. El tipo situado de apostadero en el hostal no concedió ninguna importancia al
automóvil de gran cilindrada en el que dos personas hacían arrumacos, ya que el aparcamiento del “Zagala” se prestaba a ello,
al tratarse de un lugar seguro.
Los controles de la propia Guardia Civil eran
desplegados en aquellos momentos, informados de que el automóvil del
colombiano, un Peugeot 307, había dejado atrás el término de Ocaña, algún
agente rezaba para que el sudaka aquel no llevara consigo armas de
ningún tipo; estaba previsto que la mujer policía que fingía aquel escarceo
amoroso dentro del audi plateado, se
hiciera cargo de los niños, desatendiendo cualesquiera otra misión, aún en el
supuesto de enfrentamiento armado, algo poco probable.
Una
hora después aparecía el peugeot, que
era recibido por los ocupantes de dos coches, que acababan de llegar al
aparcamiento del hostal, advertidos por teléfono móvil de la llegada de los viajeros - en la jerga del contacto por
móvil – al hostal. La agente saltó del coche pistola en mano y se dirigió a la
puerta trasera del coche del colombiano, mientras el resto de los agentes llegados
rodeaban los tres vehículos impidiendo que escaparan los narcos – el veterano y los novatos – y procedían a esposarlos. En
la autovía habían pescado a uno de
los enlaces de Valdepeñas, los detenidos fueron trasladados a Ciudad Real,
quedando los niños en acogida, y los coches trasladados a buen recaudo por
grúas contratadas por la policía municipal.