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Casa Consistorial de Albacete |
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Los socialistas volvieron a ganar las elecciones municipales y autonómicas de 2007 en Castilla La Mancha y Extremadura; al año siguiente lo harían en las autonómicas de Andalucía por mayoría absoluta y estaban decididos a perpetuarse en el poder, espoleados por el gobierno de la Nación, también en manos del PSOE, que revalidaría en el año 2008, con el presidente Rodríguez Zapatero como candidato. En Castilla La Mancha, Barreda había cumplido su primer trienio al frente de la Junta de Comunidades, era el sucesor de Bono, había sido nombrado por éste.
Los socialistas aprovechan la bonanza económica para tirar la casa por la ventana y proceder al despliegue de autovías y líneas de ferrocarril, algunas de alta velocidad, sin invertir un solo euro en industrialización. Son las industrias las que rechazan invertir en la región, se preguntan los ciudadanos más críticos; o más bien es el gobierno regional quien pone todo tipo de trabas a la instalación de empresas, parece claro que se trata de esto último, ya que todas las CCAA, con excepción de Extremadura, Andalucía y Castilla La Mancha, presentan planes de inversión y desarrollo, incluidas las boscosas y costeras Galicia, Cantabria y el Principado de Asturias, allí donde los socialistas se baten en retirada, en 2007, dejando paso a los populares, junto con los regionalistas.
La deuda de estas tres comunidades: Castilla La Mancha, Extremadura y Andalucía, se dispara hasta límites insospechados, no podemos olvidar que el gran manirroto de Zapatero estaba al timón del país y a todo decía que sí, daba igual que se tratase de reivindicaciones de corte político, como el estatut de los catalanes, o bien económicas, que eran atendidas de súbito presto, sin pararse a leer las memorias correspondientes a obras que surgían de unas mentes megalomaníacas, ad maiorem gloriam, y mucho menos a sus costes de financiación. Miles de millones tirados, empleados en inversiones del todo improductivas.
Andalucía había empezado a privatizar la gestión de importantes hospitales; a la chita callando, cubiertos sus dirigentes por la censura de prensa más atroz, solo comparable a la existente en la Cataluña de los Pujol, y moviéndose en la más absoluta impunidad; todo quedaba en casa, ya que a Manolo Chaves le relevaría Griñán y a éste una de sus más fieles becarias, la dulce y sensual Susana Díaz, muy amiga del torero Francisco Rivera, ambos pertenecientes a la Hermandad de Triana.
Resultaba de vital importancia negar la gravísima crisis económica, la más importante desde 1929, que afectaba al mundo entero, por globalizado, y de una forma especial a los países más pobres en recursos energéticos y en materias primas, cual era el caso de España. La deuda soberana se incrementaba día a día, y los intereses de la misma hacían lo propio; ello no impidió que Zapatero y sus corifeos de la izquierda siguieran malgastando los impuestos de los españoles durante otro trienio de despilfarro; llegaríamos arruinados a 2010, año en el que los grandes mandatarios Obama y Merkel, con ayuda del líder chino, pondrían fin a esta cabalgada hacia el precipicio.
Zapatero – ZP - no perdería la sonrisa, se trataba de la sonrisa-sorpresa del inconsciente contumaz; dejaría España en ruinas, al igual que había hecho su padre político, Felipe González Márquez en 1993, validando aquel de casta le viene al galgo e hipotecando nuestro futuro para los próximos quince años, como poco, ya que, en materia de recuperación de empleo digno, hablaríamos de veinte.
El plan ‘E’ de ZP supuso tirar quince mil millones de euros a la basura, mientras la famosa prima de riesgo se disparaba a los 200 puntos, tres años más tarde alcanzaría los 500 puntos, sería en 2010, ya con todas las alarmas disparadas. España estaba a punto de ser intervenida.
Enrique había caído en depresión, ésta tenía algo de exógena, pero también convivía con él desde su juventud, como ocurría con muchos de los homosexuales de su edad, obligados a la ocultación de su orientación sexual, lo que les obligaba a vivir una clandestinidad que marcaba sus vidas. Él mismo había vivido como le abrían la cabeza a pedradas a un amigo del instituto, que le imploraba con la mirada, hasta que intervino con los ojos arrasados en lágrimas, y se llevó la última pedrada de aquellos pequeños hideputas; bien cierto era que se limitaban a dar cauce a la educación recibida de padres, enseñantes y catequistas, colectivo este último en el que encontraban refugio algunos pedófilos, que eran una raza aparte. Educar en intolerancia.