Luz de Gas
Estela de Memeptah, (Foto de 'sites.google.com') |
David replicó: Pero ¿qué he hecho? ¿En qué te he ofendido desde que me presenté a ti hasta hoy? ¿Por qué no puedo ir a luchar contra los enemigos del rey, mi señor? Aquís le respondió: Ya sabes que te estimo como a un enviado de Dios; pero es que los generales filisteos han dicho que no salgas con ellos al combate. Así que tú y los siervos de tu señor madrugan, y cuando claree se marchan.
David y su gente madrugaron y salieron temprano, de vuelta al país filisteo. Los filisteos subieron a Yezrael. Para cuando David y su gente llegaron a Sicelag, al tercer día, los amalecitas habían hecho una incursión por el Négueb y Sicelag, habían asaltado Sicelag y la habían incendiado. Sin matar a nadie, se llevaron cautivos a las mujeres y a los vecinos, chicos y grandes, y arreando los rebaños se volvieron por su camino.
David y sus hombres llegaron al pueblo y se lo encontraron incendiado y sus mujeres e hijos llevados cautivos. Gritaron y lloraron hasta no poder más. Las dos mujeres de David, Ajinoán la yezraelita, y Abigail, la esposa de Nadal el de la Vega, también habían caído prisioneras. David se encontró en un gran apuro, porque la tropa, afligida por sus hijos e hijas, hablaba de apedrearlo. Pero confortado por el Señor su Dios, ordenó al sacerdote Abiatar: Acércame el efod. Abiatar se lo acercó, y David consultó al Señor: ¿Persigo a esa banda? ¿Los alcanzaré?
El Señor le respondió: Persíguelos. Los alcanzarás y recuperarás lo robado. Entonces David marchó con sus seiscientos hombres; pero al llegar a la vaguada de Besor, se quedaron doscientos, demasiado cansados para pasar la vaguada, y David continuó la persecución con cuatrocientos hombres. Encontraron a un egipcio en el campo y se lo llevaron a David; le dieron pan para comer y agua para beber y un poco de un pan de higos, más dos racimos de uvas pasas; con la comida recobró las fuerzas, porque llevaba tres y tres noches sin comer ni beber.