sábado, 14 de mayo de 2016

Abrir ya las fosas para llevar a los nuestros adonde les corresponde

Más de 100.000 españoles yacen en cunetas para oprobio del Gobierno de España

José María Gironella 
‘Ha estallado la paz’
"Recuperación y traslado" - (Fotografía de 'Público.es')

“Pronto llegaron al nicho que decía Familia Casellas. A la derecha de éste y colocado sobre una carretilla de mano, aguardaba ya, destapado, un ataúd negro, flamante, con las iniciales C.A. ¿Por qué sólo las iniciales? Preguntóse Mateo. Tal vez porque sobre ellas, en relieve, destacaba una cruz, que era como el compendio de todas las palabras.

Los albañiles se acercaron con calma neutral a la lápida que decía Familia Casellas y al término de un hábil forcejeo consiguieron desgajarla y atraerla hacia sí. Los restos de César quedaron al descubierto. El momento fue solemne y espantoso. Porque allí había todavía carne, aunque corrompida y, perfectamente reconocible, el traje del muchacho.

Carmen Elgazu, que no comprendió que la ropa hubiese durado más que la piel, lanzó un sollozo desgarrado que debió de penetrar en la eternidad. Pero no volvió la cabeza. De hecho, la única que lo hizo, con sensación de mareo, fue Pilar. Los demás aguantaron firme. Carmen Elgazu, enrojecidos los ojos y con un rosario colgándole de las manos, presenció incluso como los albañiles se apoderaban de aquel cuerpo que, doliéndole jubilosamente, había cobijado en sus entrañas.

Los albañiles, procurando no hacer ruido, trasladaron con sumo cuidado los restos al ataúd. La operación resultó penosa. Una vez terminada, procedieron a clavetear la tapa, con lo que César desapareció para siempre. Su reaparición, bajo el sol abrasador, había sido breve como su vida.

Claveteada la tapa, los albañiles, obedeciendo a una señal de Mosén Alberto, permanecieron en posición de firmes al lado de la carretilla. Entonces el sacerdote inició, rota la voz, el Padrenuestro, que todo el mundo contestó. Mosén Alberto cargó dramáticamente la frase “hágase tu voluntad” y remató la oración diciendo escuetamente: ¡César, ruega por nosotros!

Inmediatamente después, uno de los albañiles tomó la carretilla, cuya única rueda echó a andar. Detrás de él, avanzó la comitiva. Parecióle a Matías que su mujer se tambaleaba y la asió del brazo. Carmen Elgazu se sintió reconfortada, pues, en efecto, por unos segundos la vista se le había nublado más aún que de ordinario, y había sentido como una punzada en la ingle.

El nuevo nicho estaba lejos. Tuvieron que subir una leve cuesta y adentrarse en la parte moderna del cementerio, en el lateral oeste, que el nuevo alcalde, ‘La Voz de Alerta’ había mandado construir. El hueco del nicho apareció allá al fondo, negro y vampiresco. La carretilla y sus acompañantes se detuvieron delante de aquel agujero rectangular. Apoyada en el zócalo de la izquierda había una lápida de mármol cuyas blancas letras decían:

Aquí yace César Alvear que murió por Dios y por España el 20 de Julio 1936 a los 16 años de edad. Descanse en paz

Los albañiles tomaron el ataúd en brazos y lo introdujeron dulcemente en el nicho. En cambio, el taponamiento de éste con la lápida resultó laborioso. Y zumbaban moscas y unas hormigas, ante el asombro y la gratitud de todos, prefirieron quedarse con César y se dejaron emparedar.

Cerróse por fin el nicho. Entonces Marta se adelantó y depositó en él su ramo de flores silvestres, que dejaron de temblar. Seguidamente Mosén Alberto rezó otro padrenuestro, esta vez coreado por el propio sepulturero, que, gorra en mano, había acudido. En cambio, los dos albañiles recogieron las colillas que habían dejado en el reborde del nicho contiguo y desaparecieron con su utillaje a cuestas"

En homenaje a mi hermano Jesús, fallecido el 14 de Mayo de 2007 a los 52 años. (MLFA)