miércoles, 20 de enero de 2021

Buque de carga "Alberta" y la gran masacre de Matadi-Congo (1/2)

MLFA Kapitan und Krieger


Buque correo “Leopoldville” de la compañía CMB del rey de los belgas; el genocida rey Leopoldo I

Permanecí a bordo del carguero “Alberta” durante el verano de 1968; estudiaba Náutica en Bilbao y mi padre consiguió que embarcara como becario a través de una consignataria, “Bereincua”, donde tenía amigos y pacientes, era su último intento para que abandonara el mundo de la Mar y volviera a la universidad de Deusto de donde me habían expulsado durante un año por ser delegado de curso en primero de Derecho. Posteriormente, en 1969, me reincorporé a mi entrañable “Alberta” como oficial de Navegación. No tenía aire acondicionado pero disfrutaba la brisa de los mares del Sur, con su frescura y aromas; en tierra alternaba los grandes y lujosos hoteles de los colonos con los suburbios y ‘bidonvilles’ de la población negra (la cerveza se calentaba 30 segundos después de ser extraida del cubo de hielo). Es obvio que prefería los hoteles tropicales (de superlujo) pero no rechacé nunca las visitas a los barrios africanos. Por cierto, aunque no sea correcto decirlo, esa raza huele de forma especial, ácida, agria y desagradable, pero, a fuer de ser sincero, no me molestaba. Posiblemente influya el clima, en EEUU los negros no huelen diferente de los blancos. 

La matanza de 2.000 belgas en el puerto de Matadi a bordo del “Leopoldville”

El “Alberta” era un viejo carguero construido en Canadá para transportar madera entre puertos USA y canadienses del Pacífico Norte, de casco reforzado para navegar entre hielos y grandes temporales, equipado con una máquina poderosa que le permitía alcanzar los 15 nudos sostenidos (en 1969). No dispongo de fotografías, pertenecen al patrimonio familiar en litigio y no he obtenido copias a pesar de haberlo intentado. Está presente en mi deteriorada retina; cuando las recupere las publicaré en este nuevo blog náutico que interacciona con la sociedad global, como ya conocen los lectores. La botadura fue en 1948 justo en el año de mi nacimiento y del Estado de Israel. Era un buque poderoso, de 156 metros de eslora y 18 de manga, cinco grandes bodegas y una superestructura reforzada en cubierta para transportar troncos de 40 toneladas. Pabellón liberiano de conveniencia y propiedad de la naviera “Fabre Line”, perteneciente a “Chargeurs Reunis”; los franceses no se resignaron a abandonar el comercio con sus antiguas colonias de África occidental; a diferencia de los belgas, los gabachos eran apreciados en aquellos países, puedo dar fe de ello. 

Embarqué en el puerto de Marsella como oficial de navegación; cuando subí a bordo, por aquella vieja y herrumbosa escala real, el “Alberta” había descargado, en Valencia, Génova, Livorno, Chivitavechia (Roma) y Marsella, 10.000 toneladas de cobre en lingotes (de 116 kilos) estibado uno a uno, en el plan de las cinco grandes bodegas, y trozas (troncos gigantes) de caoba, palo rosa y okumé en los entrepuentes de las bodegas y en cubierta; los de cubierta trincados con cadenas y cables de babor a estribor. Enarbolaba pabellón de Liberia, como ya hemos dicho arriba, considerado como un ‘Pabellón de conveniencia’, para no tener que pagar impuestos, salvo unas tasas simbólicas, estas pasaban directamente al bolsillo del cónsul de Liberia correspondiente, normalmente un africano de talla XXXL y cara de pocos amigos, consecuencia de una ‘descolonización’ mal llevada a cabo desde los ‘años 50’ del siglo pasado. Huelga decir que cada cargamento (el viaje redondo era de cinco meses) suponía una riqueza monumental para cargadores, fletadores y armadores, así como para los receptores europeos de estas materias primas de sus “ex colonias”. 

La naviera era “Fabre Line”; la tripulación española (48) y africana (25) (estos en régimen de semiesclavitud). Nos consideraban ‘barcos piratas’ ; la realidad era otra: los sueldos míseros, el contrabando a gran escala, y la legislación militar aplicable en los buques de pabellón español, eso ¡sí se puede! considerar ‘piratería’. Nuestros marineros ‘africanos’, o sea los negros, percibían el mismo salario base que los marineros enrolados en los buques españoles. Un ejemplo: un oficial español pasaba de cobrar 3.600 pesetas al mes en buques españoles (1969) a percibir 41.000 pesetas (980 francos franceses) al mes en un buque liberiano de “Fabre Line”; ese mismo año. 

Administraciones corruptas corresponden hoy a Estados africanos fallidos 

Aprendieron de sus colonizadores; principalmente británicos, belgas (los más corruptos y sanguinarios), franceses (los menos malos), holandeses y portugueses, también españoles, estos en Guinea Ecuatorial, que no dejaron huella cultural, a pesar de haber ‘desflorado’ a miles de ‘miningas’ (jóvenes guineanas) por las bravas, es decir, utilizando la violación continuada a mujeres como forma de total sometimiento, y vejaciones y palizas a varones desde su más tierna infancia; violaciones y mutilaciones salvajes, prácticas compartidas con los colonos de otras nacionalidades. 

La edulcorada “Palmeras en la nieve” no tenía que ver con la Guinea real 

Se han vendido docenas de miles de ejemplares; y fue llevada al cine. Es una ‘filfa’ que solo sirve para ‘encubrir’ las barbaridades que hicieron los españoles en aquella nación africana y ‘manipular’ la historia para las nuevas generaciones de españoles. Cuando marcharon de Guinea dejaron el gobierno de aquella rica nación en manos de salvajes, algunos de los cuales, me refiero a gobernantes, practicaba el ‘canibalismo’. España siempre cumple la escatológica admonición de que ¡para lo que me queda en el convento me cago dentro! y Guinea no iba a ser menos que Filipinas y Hispanoamérica. Actualmente, los castellanos intentan llevar a la quiebra a Catalunya y Euskal Herria; generan odios cainitas ante la eventualidad -más que probable en el medio plazo- de que pierdan esas dos ‘colonias’. ¿Quién promocionó ‘Palmeras en la Nieve’? ¿España?, ¿Guinea? ¿Ambos países?


Puerto de Boma, en la desembocadura del río Congo, en el Congo Zaire, luego Congo Kinshasa 

Los marinos que arribaban a las ex colonias africanas, más comedidos que los colonos. ‘pagaban’ por servicios y sevicias sexuales, desde luego; no violaban ni mutilaban, aunque a veces el pago se realizaba en especies: comida, bebida, o bien mercancías robadas en las bodegas, en ningún caso justifico ‘follar por hambre’; que quede bien claro. Cuando iba de ronda por la ‘cité africaine’, en compañía de marineros, pagaba a las chicas por la sola compañía; no era un santo, simplemente tenía miedo de pillar ‘purgaciones’ (gonorrea), o algo peor, una sífilis. A bordo siempre había de 16 a 18 enfermos de venéreas, nos turnábamos para inyectarles un millón de unidades de penicilina al día durante una semana. 

El viaje de ida transportábamos carga general, entre la misma escondíamos armas de fuego y munición que conseguíamos en Marsella con facilidad; el “Alberta” cargaba armas pesadas y explosivos, amen de detonadores (en bodega aparte) de forma legal; es decir, de Gobierno a Gobierno. Entregábamos las armas con la factura correspondiente (diríamos que eran encargos), no obteníamos beneficio para evitar caer en ‘tráfico de armas’, aunque nos daba igual. Los receptores nos invitaban a comidas y fiestas nocturnas en los hoteles tropicales de ensueño que seguían regentando los franceses. También aves exóticas de los diferentes países y relojes de pulsera por miles (de usar y tirar, made in Italia); manifesté mi temor a que en el siguiente viaje nos exigieran reclamación; el primer capitán que tuve en África era un cabrón, me respondió: “Ellos no saben que se ha parado porque no entienden los números de la esfera”. Este comercio ‘paralelo’ lo realizaban los diferentes consignatarios (por delegación de los colonos) con ayuda de algunos capitanes corruptos. La mejor pistola que he tenido procedía de aquel comercio paralelo (me costó un dinero), era una ‘Sig Sauer’ fabricada en Israel, arma corta reglamentaria del Mosad. 

Les cuento hoy cómo se llevó a cabo una de las mayores masacres contra los colonos belgas (especialistas en represión sanguinaria) acontecida en nuestro puerto de escala regular Matadi en el río Congo. Corría el año del Señor de 1969, en pleno ‘tardofranquismo’ español. Felipe González estudiaba Derecho (Laboral) en Sevilla, lo hacía para conocer empresarios el día de mañana, era novio de la hija de un militar franquista y cuidaba de las vacas de su familia los fines de semana (su padre era tratante de ganado vacuno). Servidor tenía 21 años y era oficial de la Marina Mercante. 

La masacre del ‘Leopoldville’ tuvo lugar siete años antes de nuestra llegada 

El puerto de Matadi no había sido reconstruido del todo, fuimos de los primeros en llegar al Congo, después de la revolución de Kasavubu y Lumumba, considerados los padres de la independencia del Congo Zaire (Posteriormente Congo Kinshasa y hoy en día República Democrática del Congo). De entre nosotros, los mejor informados pensaron que aquella matanzas-venganza (y otras muchas que acontecieron) estaban justificadas. 

Me limité a reflexionar sobre el dicho clásico “De aquellos polvos estos lodos” 

El poder negro y la bestialidad con que habían sido tratados se manifestó contra sus opresores durante el período de lucha por la independencia (finales de los ’50’, inicio de losd ’60’); los belgas llegaron al Congo en 1906 y saquearon el país a sangre y fuego (literal); en Matadi la sangre que tiñó de rojo el río Congo fue la de ellos (los belgas) y sus familiares, incluidos los niños de corta edad muertos a machetazos (los niños negros eran asesinados a golpe de porras de plomo y atravesados por los sables de los soldados del rey Leopoldo). 

El trato inhumano al negro no tuvo parangón en USA, Europa fue más cruel


Puerto de Matadi en aquellos años de la reciente independencia del Congo Zaire

Para llegar a Matadi debíamos remontar el río Congo, uno de los más caudalosos del continente africano, al llegar al dellta hacíamos una parada para embarcar al práctico del río. La navegación era muy peligrosa, durante un día entero navegábamos con dificultad contra una corriente persistente que llegaba a alcanzar las nueve millas de intensidad (en determinadas épocas del año alcanzaba las once millas); “Alberta”, un barco muy potente, alcanzaba los quince nudos, pero ¿Cómo ordenas ‘toda máquina’ en un río? A Muriel, el práctico decano del río, lo conocimos el primer viaje; se trataba de un belga bajito, enjuto de carnes, de una cierta edad, con bigote-mostacho y sonrisa torva permanente a lo Hercule Poirot. 

Le gustaban mucho las croquetas y el cocido de garbanzos (a 40º a la sombra), también el bocadillo de chorizo de media mañana y trasegaba vino tinto a escondidas (se lo llevaba el capitan) en el camarote que poníamos a su disposición (llegué a pensar que sufría incontinencia urinaria porque abandoba el puente a menudo); fumaba sin parar apestosos cigarrillos ‘Gauloises’. Rondaba ya los 70 años de edad y su rostro reflejaba un pesar que parecía insuperable; falleció en 1971, dos años después de aquel primer viaje. Recuerdo que siempre se las arreglaba, (era el decano de los pilotos del río), para abordar el “Alberta” en Boma, para nosotros era un ser muy querido.


Vista aérea de Matadi, situada en los espectaculares y peligrosos meandros del río Congo 

Al desembarcar en Matadi, después de finalizar la arriesgada maniobra de reviro para situarnos proa a la desembocadura, el capitán ordenaba a un marinero que bajara una caja de vino de Rioja de seis botellas al coche que le esperaba. Los negros lo respetaban, resultaba evidente. 

Muriel era el práctico del puerto de Matadi a quien había correspondido dirigir la maniobra de desatraque y la navegación río abajo hasta el delta del buque de pasajeros Leopoldville de la CMB belga; enfermo de malaria desde hacía varios años, tuvo unas fiebres muy altas que lo retuvieron postrado en el lecho de su casita de Boma; fue un compañero quien lo relevó aquel día (aquel práctico, monsieur Bellver, falleció en la masacre, acuchillado en el puente de mando). 

La salida estaba prevista para las 08:00 GMT del día 11 de junio de 1961; a medianoche del día 10 seguían embarcando pasajeros conforme llegaban los trenes del norte del país y de la provincia rebelde de Katanga. La mayor parte de la carga ya estaba a bordo, se componía de muebles y enseres de los colonos, amen de objetos de culto de aquellas iglesias desmanteladas, a cargo de varias congregaciones de monjas, pobres mujeres que fueron violadas, asesinadas y arrojadas al río por rebeldes congoleños. Todas ellas fueron pasadas a cuchillo y desventradas a golpe de machete (se informó entonces en Roma acerca de un centenar de religiosas fallecidas en el asalto al “Leopoldville”). 

El número de pasajeros excedía en varios cientos la capacidad del buque, que era de 1.500 personas, incluidos los tripulantes, todos ellos belgas (ningún negro en la tripulación), la cifra oficial fue de 2.000 muertos, de los cuales unos 500 fueron arrojados al río y recogidos – la mayoría de ellos – en el Delta, a la altura de Boma. 

¿Cómo consiguieron embarcar aquellos salvajes estando el buque de salida?