Manuel Puerto Ducet
Juan Abelló; huele el peligro a una legua y en el momento del 'crimen' se encuentra en una subasta de arte. |
Hacía apenas un año que habíamos decidido participar en IBYS; el departamento de análisis la consideró en su momento una excelente inversión con unas previsiones de crecimiento que a mi entender justificaban un precio sensiblemente superior al ofrecido en la OPA. A pesar de ello, Jaime Soto utilizó su condición de director general de BANIF, presionando para que nos acogiéramos a la oferta. Cada dirección regional era responsable de los resultados de su cartera de clientes e imposiciones de este tipo constituían un hecho excepcional. Sorprendió que, en aquella ocasión, alguien se aplicara con tanta contundencia. A lo largo de toda mi carrera, me vi en dos ocasiones forzado a realizar operaciones contrarias a las conclusiones derivadas de unos análisis aliados con una intuición que se forja con la experiencia. Podía armarme de razones y esgrimir un mayor conocimiento de la situación, cuando se trataba de una empresa ubicada en Cataluña, pero no era el caso. No tuve más remedio que ceder, si no quería poner en peligro mi futuro profesional.
Estaba todavía en mi mente la experiencia vivida en el sector inmobiliario y tampoco se trataba de pasarme toda la vida ejerciendo de caballero andante, arremetiendo contra todos los molinos de viento que se cruzaran en mi camino. No tardé demasiado en constatar que aquellos movimientos bursátiles formaban parte de una operación a tres bandas relacionada con la macro-operación de Antibióticos que más tarde, conformaría la plataforma de lanzamiento para que Mario Conde pasara de indiscutible modelo de yuppies a liderar el ranking de los despilfarradores de su talento condicionados por la codicia. Antes de lanzar la OPA, ya tenían cerrado el compromiso de venta de sus acciones de Antibióticos a Juan Abelló, Mario Conde y los hermanos Botín. Un crédito concedido por Jaime Botín a través de Bankinter contrarrestó cualquier tensión de tesorería. El azar es un elemento que cabe considerar entre las variables de cualquier negocio.
La italiana Montedison tenía prácticamente cerrada la compra de una fábrica de penicilina en Suecia y en el último momento el propietario se echó para atrás. Antibióticos era una de las opciones y el encantador de serpientes Mario no iba a desaprovechar la oportunidad de su vida, ni iba a renunciar a utilizar los registros de su alma zíngara para alcanzar sus objetivos. A finales de los ochenta, los países con pedigrí de la Unión Europea ya jugaban con las exigencias medioambientales y a Mario Conde no se le podía escapar tal circunstancia. Cuando los italianos llegaron a visitar la planta de Antibióticos, ya había hecho construir una depuradora con un coste de 500 millones de pesetas que mostraba una gran apariencia externa, pero que depuraba menos que la piscina de su finca. No es lo mismo cerrar un trato con alemanes que con nuestros primos hermanos italianos.
La misión enviada por Montedison, la conformaban contables y economistas y si había entre ellos algún técnico medioambiental, no debía ser precisamente una eminencia. La depuradora fue elemento determinante para cerrar la operación. No tardaron demasiado los italianos en darse cuenta del engaño y a los pocos meses de la compra, tuvieron que afrontar el coste adicional de 5.000 millones de pesetas para construir una depuradora que cumpliera con las exigencias medioambientales europeas. En 1993, Raúl Gardini principal propietario del grupo Ferruzzi- Montedison, se saltó la tapa de los sesos y muy pocos se atreven a defender que la operación Antibióticos y la traición de un Mario Conde al que consideraba su ‘caro amico’, no fueran elementos desencadenantes de tan drástica decisión. Las acciones de Antibióticos fueron vendidas a Montedison cuadruplicando el precio pagado a los antiguos accionista e ingresando por la operación 58.000 millones de pesetas.
Llegué a indignarme cuando tuve la evidencia de que Jaime Soto participó de la fiesta, habiendo adquirido a título particular un paquete de las acciones IBYS que nos había forzado a vender y que puso a disposición de su amigo Mario Conde para que este pudiera acelerar el proceso. Con la ley vigente en 1987, no se puede hablar de delito, pero cabe definir aquella operación como un vituperio a la ética profesional. Con independencia de los expolios y de sus efectos sobre numerosos damnificados, la operación Antibióticos constituía la mayor inversión extranjera de la historia de España, después de la de SEAT. Si la legislación española hubiera contemplado entonces el delito de "información privilegiada" y las instituciones oficiales hubieran ejercido un efectivo control, probablemente la escalada de corrupciones y corruptelas se hubieran atemperado y no conformaría hoy un elemento más del paisaje.