jueves, 10 de agosto de 2017

'Oligarquía financiera y poder político en España' - Estevill (030)

Manuel Puerto Ducet

Alfonso Escámez y José Mª Amusátegui, a punto de firmar la fusión del 'Central' con el 'Hispano Americano'

Alfonso Escámez y FILESA

El «Gran Sanedrín» deja hacer a los socialistas cuando estos están en el gobierno, mientras no se interfieran en sus planes. Uno de los pasajes más descriptivos de la manipulación política que ejerce este poder en la sombra fue el caso FILESA, percibido por lo que a mi respecta desde la trastienda del que fuera mi eventual copatrón Alfonso Escámez, a raíz de la fusión Central- Hispano. Le ordenaron que el Banco Central y CEPSA pagaran a medias 450 millones de pesetas a FILESA. Fue elegido para esta misión, al estar próximo a la jubilación y a cubierto por razones de edad, de una improbable pena de prisión. Sólo había que poner en marcha la operación, para que el banquero más franquista se inculpara al proclamar a los cuatro vientos haber autorizado los pagos a FILESA, constatando así la existencia de la trama de financiación irregular de unos socialistas que ingenuamente habían caído en la trampa. «No ordené, solo autoricé», decía el bueno de don Alfonso. La coartada judicial había sido minuciosamente orquestada; quienes realizaron los registros a las empresas implicadas fueron los peritos judiciales y no el juez o el secretario judicial, tal como exige la ley. 

Un simulado error de primer curso de Derecho que el abogado de Escámez no desaprovechó, ya que garantizaba la nulidad del proceso y mantenía intacto el escándalo político. Sorprende la ingenuidad de un PSOE, al no haberse informado acerca de las auténticas fidelidades. Alfonso Escámez era el único banquero español que llegó a la presidencia de uno de los grandes partiendo del cargo de botones y eso era del todo imposible que sucediera, de no haberse forjado en la inquebrantable adhesión al Caudillo y haber contado con la específica bendición de este. La sensación de impunidad lo había acompañado durante cuarenta años y entendía que no tenía por qué cambiar; si había que pagar unos cientos de millones de pesetas a un juez como Estevill para librar de la cárcel a dos de sus fieles colaboradores, se pagan y nos fumamos un puro en el tendido del siete.