lunes, 14 de agosto de 2017

'Oligarquía financiera y poder político en España' Marichalar (033)

Manuel Puerto Ducet

Jaime Marichalar. (Fotografía de 'El Mundo')

Capítulo 6

Up&Down

Las amistades peligrosas

Su majestad Juan Carlos I y el teniente general Milans del Bosch fueron dos de los clientes gestionados por BANIF de cuyo comité asesor tuve el privilegio de formar parte. No se sorprendan; por BANIF pasó la creme de la creme del establishment patrio y de no mediar algún episodio tenebroso, en este club se llevan todos a partir un piñón. A Jaime de Marichalar se le hizo un contrato de trabajo temporal —previo a su boda con la infanta Elena—, para enriquecer su currículo, en un vano intento por revestirlo de un barniz financiero. 

También hizo su pertinente training el heredero de Carlos X y aspirante al trono de Francia, Luis Alfonso de Borbón; este es un chico más formalito, aunque dejó bien patente que en su vida había dado un palo al agua. Gonzalo Milans del Bosch, sobrino del teniente general, fue a lo largo de doce años mi consejero-delegado. Nuestro ideario político no es coincidente, pero es persona culta y de hato amable, que rebosa por los poros su formación británica. Durante los años que colaboré con él, fui testigo de cómo, desde la autoimpuesta equidistancia, supo hallar la solución pertinente a cada reto. 

Experimentó una especial sugestión por Cataluña e hizo enormes esfuerzos por entender el que consideraba «especial carácter catalán»; actitud que siempre le agradecí. Estoy convencido de que, si nos sentáramos a dialogar, llegaríamos incluso a un acuerdo respecto al secular contencioso Cataluña-España. Entiendo que hay que conceder un plus de confianza a quien —pese a su peculiar ideología— es capaz de hacer abstracción de la misma e instalarse en el pragmatismo de lo cotidiano. Asistí complacido a su boda con una buena amiga, celebrada un 23 de febrero como guiño personal a su tío, que no pudo asistir por hallarse en prisión. 

No pasó por mi cabeza censurar el homenaje familiar a un hombre de honor, que sobre todo era hijo de sus circunstancias y de cuya actuación en el golpe de Estado quedan pendientes por escribir varios capítulos. José era el director de Administración de BANIF y mi fraternal «enemigo». La eterna lucha logística de cualquier dirección regional frente al sempiterno Madrid forma parte del paisaje de cualquier actividad y hay quien lo ha padecido con una sonrisa. Lo bueno de estas escaramuzas es que, cuando dos bichejos partidarios del «jogo bonito» se enfrentan, con el paso del tiempo acaban haciéndose amigos. José se encargaba personalmente de la administración del teniente general Milans del Bosch y supongo que, para restañar alguna reciente herida, me invitó a acompañarle en una de sus periódicas visitas a la prisión de Fuencarral. 

Los dos primeros puestos en el ranking de militares monárquicos los ocupaban Jaime Milans del Bosch y Alfonso Armada. Precisamente este último, junto con Torcuato Fernández Miranda, fueron los preceptores del rey en los años en los que la educación influye en la personalidad y marca indeleblemente a cualquier persona. También fueron sus máximos valedores como candidato al trono. Joaquín Milans del Bosch i Garrió fue capitán general de Cataluña y Jefe del Cuarto militar de Alfonso XIII. En esta familia se puede ser golpista o monaguillo, pero la lealtad monárquica y el sentido del honor se llevan en el ADN. Su nieto Jaime Milans del Bosch —fiel a su estirpe— nunca eludió sus responsabilidades en el golpe, ni pidió jamás clemencia. Era de estos militares que causan respeto aun yendo en pijama. 

Cuando uno le miraba a los ojos, descubría en ellos el honor y el sentido del deber en estado puro. Al teniente general trataron de envenenarle mientras permanecía en prisión (o al menos eso aseguraba) y entre la familia existía obviamente el temor de que se concretara tal posibilidad. No se puede decir que consiguieran minar sus principios pero, sin duda, algunos de ellos experimentaron en su interior una sensible evolución.