Manuel Portero Ducet
Joaquín Sabina y su esposa Isabel Oliart, la relación duró poco tiempo. |
A raíz de la compra de BANIF por parte del Banco Hispano Americano, tuve ocasión de encontrarme con Alberto Oliart, a la sazón consejero director general de la entidad, a quien acompañaba en sus visitas a Barcelona el hoy divulgador científico Eduard Punset, en su calidad de director del Servicio de Estudios del Banco. No podía imaginarme en aquel tiempo que me encontrara frente a dos ministros in péctore. El paso de Oliart y Punset por la banca fue relativamente fugaz, al ser muy pronto requeridos para la política por Adolfo Suárez. Si tuviera que definir a Alberto Oliart en aquella etapa de su vida, diría que era un hombre desgraciadamente afortunado; la suerte le sonrió en dos ocasiones a través de la lotería, pero le fue cruel y esquiva en el ámbito familiar. Sus hijos Alberto y Antonio fallecieron en sendos accidentes. Su hija Isabel fue compañera en BANIF y disfruté de su cómplice amistad al compartir paisanaje. Era la responsable del departamento de arte de BANIF y, tal vez porque el arte no tiene fronteras, acabó compartiendo el pan y la sal con Joaquín Sabina.
Cuando abandonó la entidad, perdimos el contacto, pero sentí alivio al enterarme de que supo rectificar diecinueve días y quinientas noches más tarde. Punset es un sabio tan multidisciplinar como despistado. En una ocasión —tras ser nombrado ministro de Relaciones con las Comunidades Europeas—, debía acompañar al rey en uno de sus viajes y llegó corriendo al aeropuerto con la corbata colgando del cuello. Juan Carlos, en un acto espontáneo, le ayudó a hacerse el nudo. No creo que mucha gente pueda presumir de que un rey le haya anudado la corbata, aunque tampoco creo que Eduard le concediera a aquella anécdota mayor importancia. Su mayor mérito radica en no haber destacado ni como político ni como banquero.
En 1982 se produjo la absorción de Bankunión por parte del Hispano Americano. Acompañado del director de Recursos Humanos, me desplacé a la sede del absorbido banco, con el encargo de hacer bajar a la tierra a alguno de los directivos que se agarraban heroicamente a la moqueta, pese a que su Consejo de Administración ya había decidido su suerte. Allí estaba, en su canonjía y con aires de grandeza, Caries Tusquets Trias de Bes, que poco antes había sido centro de atención por parte de la prensa al haber mediado como tesorero del Barça en el fichaje de Maradona.
Carles Tusquets Trías de Bes, miembro de la burguesía catalana, no valía mucho pero tenía un rolex de oro. Sólo se le recuerda por haber fichado a Maradona. (Foto de 'Crónica Global-El Español') |
Recuerdo que trató de intimidarnos, girando displicentemente hacia nosotros el dorso de su muñeca, con la aviesa intención de deslumbrarnos, aprovechando el impacto de un rayo de sol en su rolex de oro. Con todo el dolor de mi corazón, tuve que anunciarle que a partir de aquel momento pasaba a convertirse en consultor comercial. Creo recordar que no duró más de una semana en la entidad. Amparándose en su influyente familia, lanzó su anzuelo en el Ilustre Colegio de Médicos y, a partir de entonces, inició una meteórica carrera con base en Fibanc llena de claroscuros, que más tarde generaría un buen número de damnificados entre clientes y algunos colaboradores que huyeron despavoridos.
No voy a malgastar fuerzas para lanzar piedras sobre el tejado de tan ilustre miembro del colectivo burgués catalán, que a pesar de contar con un puñado de garbanzos negros constituye el último reducto de la resistencia civil catalana. No creo que Tusquets llegue a reconocérmelo, pero, de no haber mediado aquella amarga entrevista, es posible que hubiera continuado toda su vida como uno más de los bancarios fagocitados por otra entidad. Recientemente, le vi formando parte de la Comisión de notables que iba a solventar los problemas de Cataluña y el corazón me dio un vuelco; menos mal, pensé, que la presidencia está ocupada por mi compañero de pupitre Salvador Alemany.