sábado, 29 de julio de 2017

La Saga de La Encomienda - El maíz en corral ajeno más gustoso

MLFA
Autor de 'La Saga'

Ayuntamiento de Ciudad Real, lo único realmente 'moderno' de esa ciudad.

Se comprobaba la bajada de las pernoctaciones; lo cual dificultaba cada día más aquellos encuentros amorosos entre Mercedes, la hija pequeña de Demetrio, y su atrevido y apuesto galán, agravada la situación por un nuevo idilio adulterino en la corte de los Expósito, necesitado de clandestinidad y usuario por tanto, de las habitaciones del hostal, que al no estar ocupadas como antaño, hacían más peligroso el tránsito por aquellos pasillos vacíos y silenciosos, sobre todo si tenemos en cuenta que la nueva hembra, en este caso adúltera, más que gemir gritaba cuando alcanzaba el orgasmo, gritos que el arriesgado Nemesio, ‘Neme’ para los compañeros, por no decir suicida, camarero y familiar de la nuera mayor de Demetrio, intentaba silenciar tapando la boca a aquella desgraciada, con lo que se perdía el momento cumbre. Hablaremos de esta relación ilícita más adelante, ya que resultó la más duradera, pero que trajo serias y gravísimas consecuencias para el fornicador, casado también, pero que era de aquellos que consideraban que resulta más sabroso el maíz en corral ajeno, a pesar de aquellos gritos de placer desmedido de aquella hembra, exuberante como una diosa, de nombre Alicia, que cuando practicaba la coyunda con el ‘Neme’ parecía estar en el país de las maravillas, a tenor de los gemidos y gritos de acompañamiento y alborozo sexual. El siniestro ‘chincheta’, que suponía un peligro añadido, acudía poco a la cafetería del hostal, y nunca en las horas que pudieran suponer un riesgo para los amantes clandestinos, además sospechaba que podían contaminar su café, ya de por sí de ínfima calidad, al haber caído en desgracia, por bacinear aquél momento de pánico del patriarca a la muerte del Caudillo.

El AVE Madrid-Sevilla, y el hecho de que la Nacional IV fuese de las primeras vías en ser desdobladas en plan autovía hizo sospechar a muchos españoles que se marcaba desde ya el territorio del socialismo felipista, que incluiría a tres grandes extensiones: Interior de Andalucía, Extremadura y Castilla La Mancha, que se convertirán en graneros de voto socialista, con el beneplácito de la derecha, como se podrá comprobar fehacientemente en años venideros.

En plena orgía socialista, el desasosiego de Demetrio, incapaz de analizar la nueva situación política española con ecuanimidad; Demetrio, el hombre que se caracterizaba por su capacidad de previsión y acierto, decidió enviar emisarios a Quintanilla, la responsabilidad recayó en el hijo menor, un botarate que ejercía de vago y asiduo visitante de los nuevos clubes de alterne que, igual que hongos en otoño, brotaban en la carretera nacional, a lo largo de las rectas de la planicie manchega, en unas condiciones de higiene deplorables y con el consiguiente riesgo de trasmisión de enfermedades venéreas; será en el siguiente año de 1983 cuando el mundo se desayunará con aquella portada del ‘Time’ USA, que anunciaría la aparición del SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida), con su sigla en inglés AIDS. 

Con la excusa de visitar a los suegros de su padre, llevaba el encargo de visitar a una mujer, Quiteria, antigua amistad, quien había sido prevenida por teléfono, que, además de alegrarse de la visita y hacerles algún regalo a Emilio y María, les entregaría una carta con las novedades del pueblo, deberían alquilar un automóvil, dejando su flamante Citroen DS21 en el garaje del hostal, algo que debería extrañar a Emilio, pero no hizo mención alguna al respecto y alquiló un Mercedes en Ciudad Real, que le trajo un propio hasta “Zagala”. 

Demetrio era consciente de que no haría carrera con aquel hijo, que había pasado a depender directamente de su hermano Diego, siguiendo instrucciones de los padres, colaborando indistintamente en ambos establecimientos. El viaje lo preparó la tía Edelmira, que al final se incorporó al mismo, con resquemor por parte de Demetrio, consciente de la intensidad, por no decir alto voltaje, del encuentro entre madre e hija, pero incapaz de negarse a la propuesta de aquella bendita mujer, tan honrada como su esposa Rita, pero, en su caso, inmaculada como su virgen preferida. Una vez obtenido el permiso del hermano, Edelmira se descolgó con la propuesta de una visita programada a las queridas monjas de la ‘Gota de Leche’ de Villanueva, aprovechando la capacidad del maletero del ‘Mercedes’ tan ostentoso que había alquilado su sobrino menor. 

Diego propuso, al comprobar que el coche Mercedes portaba bola de arrastre, acoplarle uno de los numerosos remolques que hacían servicio con la furgoneta y el Land Rover de “Zagala” y cargarlo de alimentos no perecederos, como legumbres, arroces, harinas, conservas de todo tipo, aceites, quesos curados y vinos, lo que provocó el llanto agradecido pero desconsolado de su hermana, conocedora de primera mano de las necesidades del convento; Rita aportó tal cantidad de dulces envasados que en los días siguientes a la marcha, escaseaban en las barras de ambos hostales, que ofrecían a los viajeros pan con tomate a la catalana o bien pan con ajo y aceite de las tierras de Aragón y Navarra, y echaban la culpa a ‘Dulcesol’ y ‘La Bella Easo’, que eran los principales proveedores de dulces de los dos hostales “Zagala”. 

En el último momento, ayudada por una de las nietas, Rita consiguió una colección de fotos de la familia para sus padres; Isidra incluyó en la caja unos zarcillos de oro puro para Angelita y un reloj suizo con cadena de plata para el Antonio y en un sobre aparte dos pulseras de oro macizo para Quiteria y su hermana Rosario, que le hubiera gustado grabar con sus nombres, a lo que no dio tiempo. Al final, la expedición de espionaje de Demetrio se convertiría en un Plan Marshall ‘mini’, que resultaría todo un éxito del que se enorgullecería toda la familia.

La “Grandalla”, el restaurante de Tomasillo y Teofila, gozaba de un merecido prestigio; no solo por la calidad indudable de su cocina, sino por el buen trato dispensado a los viajeros. Se daba la circunstancia de que acudían al mismo directivos y empleados de empresas solventes instaladas en pueblos colindantes, sobre todo grandes bodegas, empresas de distribución y de comercialización de productos agrarios; hombres y mujeres que hacían entre doce y quince kilómetros para realizar su comida de mediodía en el restaurante de Tomasillo, sin fallar un solo día. Entre estos clientes destacaban por su fidelidad los directivos de ‘Rumasa’, propiedad de la familia Ruiz Mateos, que tenía varias bodegas en pueblos colindantes a La Encomienda en cuyo término municipal estaba la “Grandalla” de Tomasillo.