miércoles, 26 de abril de 2017

La Saga de La Encomienda (154)

MLFA
(RPI – Prohibida su reproducción)

Casas Colgadas en Cuenca

Cisneros habría ordenado pasarlo por el potro y estirarle los miembros; el prior de las órdenes militares se conformó con enviarlo a La Encomienda, donde ejercían como pastores unos curas malignos que se ocuparían de él; se recuperaron las armaduras, de los muebles nunca más se supo. Por si fuera poco, el hombre tuvo que hacer frente a una grave denuncia, que resolvió mal, como todo lo que le correspondía. Su sacristán, hombre de voz aflautada, y gustos de los prohibidos, se hizo acompañar de una joven de catorce años, guapa por demás, al decir de los suyos, hasta el alto campanario, donde la sometió a tocamientos impuros, la niña informó a sus padres de lo sucedido. Ellos, horrorizados, denunciaron los hechos ante el párroco, quien logró convencer a los padres - católicos devotos - de que no denunciaran al sacristán, adujo que se ocuparía de su castigo – él - personalmente. 

Al observar la cara de mal bicho del párroco, los padres pensaron que el castigo sería ejemplar, y decidieron pasar de la Guardia Civil y de los Juzgados, y dejar al pederasta en manos del nuevo párroco; menuda pinta de cabrón que tiene el cura, llegó a decir un tío carnal de la niña, sin estimar que para carnal el sacristán, que había saboreado a aquella pobre adolescente. El castigo consistió en un breve destierro del sacristán a las costas levantinas, de donde volvió a los dos años, más bronceado y más salido que un conejo; recuperó toda su sacristía y la dirección del coro parroquial; él, sólo recordaba aquellas playas de Levante y, sobre todo, aquellos miles de tetas expuestas cada día al sol.

Pocos días después de las elecciones municipales falleció Tomasillo, dejando a Teofila en la más absoluta de las tristezas, duradera, ya que sería longeva, como su cuñada Rita, aunque la vida de ambas no volvió a converger, no por falta de empatía, sino por problemas entre hijos y nietos, ambas se aislaron en su particular recuerdo, que no era otro que el del marido de cada una de ellas, que, a su vez, tanto se habían querido desde sus años jóvenes. La “Grandalla” no resistió la pérdida del patrón, su hijo liquidó el negocio meses después de su fallecimiento. Era un atorrante borracho y mujeriego que tuvo un buen impulso; ahí el Señor debió de echar una mano, ya que, en un momento de lucidez, ordenó se procediera a realizar todos los pagos pendientes, y lo hizo a través de un profesional de la administración de empresas. El local fue vendido a sus primos de “Zagala” que pagaron por el mismo un precio muy por debajo del precio de mercado, como era habitual en ellos, que seguían sin visitar la prisión provincial por delitos contra la seguridad en el trabajo, fraude fiscal y otros contra la seguridad social.

Los socialistas, aquel año de 2003, se mostraban escépticos respecto de las generales de 2004, de hecho la elección de Zapatero tres años antes ya indicaba por donde iban los tiros; a recorrer una travesía del desierto; no importaba, pues, que el jefe de los camelleros fuera aquel incompetente, que sabía poco o nada de la vida política – era un culiparlante, bastante vago – y mucho menos de la profesional, ya fuese por cuenta propia o ajena. Ello suponía un plus de valoración de los líderes del sudoeste que consideraron llegada la hora de establecer un real califato que abarcara las tres comunidades; lejos en el tiempo los cafelitos y el mystere aquel que buscaba al Guerra en los sembraos cercanos a la autovía; afianzado aquello del PER, que ya admitían los del PP; aparecían los 56 coches de alta gama de la Junta de Comunidades; el desastre extremeño, soñaban ya con ser portugueses, y algo sobre lo que no se estudió lo suficiente: la falta de democracia en cientos de municipios, ausencia de libertad de expresión incluida, convertidos en sátrapas sus alcaldes, algunos de ellos verdaderos patanes incapaces de representarse a ellos mismos, responsables del fallido de su comunidad, la municipal, y por ende, la autonómica, a la que exprimieron con rabia, como se hace con las cabras viejas, y que provocaron un endeudamiento insoportable. Los españoles no olvidarán que lo hicieron gracias a los votos de castellano-manchegos y extremeños; muy satisfechos de vivir por encima de sus posibilidades, a cuenta del resto de comunidades.

La juventud, ociosa por falta de oportunidades académicas y laborales adecuadas y de utilidad social, con muchos de sus miembros provenientes del gran fracaso escolar, se lanzó sin dudarlo a las grandes bolsas de empleo que ofertaba la construcción, en auge desmedido; allí fueron utilizados como mano de obra de aluvión, acerca tochos, se les decía; sin escuelas de formación, y carentes del debido aprendizaje en los tajos, ocupados como estaban capataces y encargados por rematar tareas en tiempo récord y continuar edificando viviendas que nunca llegarían a ser utilizadas. Cientos de miles de viviendas a lo largo y ancho del país