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"Bombos" de Tomelloso (Ciudad Real) |
Un buen día apareció por el local del PP, un humilde piso pequeño, casi una buhardilla, aquel personaje maligno conocido como el ‘chincheta’, acompañado de otros dos ganapanes ex PCE o comunistas en bajo relieve, fue aceptado en la cuadrilla porque presentó sus credenciales en un rimbombante discurso de investidura que se traía aprendido de memoria; a algunos de ellos les llamó la atención la virulencia con que aquel converso atacaba al PSOE y en especial a alguno de sus miembros, ex comunistas, como él, pero no le dieron mayor importancia.
Esperaban la llegada de los jerifaltes provinciales del partido, éstos recalarían en la localidad el sábado próximo y estaban ocupados con la limpieza del local, lleno de platillos con colillas y papeleras repletas de latas vacías de cerveza, y algún rabo de cuerda de chorizo o salchichón que aportaba alguno de ellos. Los jefes habían escuchado maravillas sobre las muchachas; lo que de verdad provocaba su curiosidad era saber si estaban buenas, de todos bien sabido que las casadas tardarían poco en separarse de los maridos, pueblerinos que les agobiaban con lo de que la política era una mierda y lindezas semejantes, fruto de su ignorancia y el atrevimiento que conlleva la misma.
Algunos manifestaban su extrañeza ante ellas, no entendían el arreglo de ropa y los perfumes caros, no obteniendo respuesta, claro está, al estar ellas en pista de rodadura y ya próximas a la maniobra de despegue, ellos no variaban nunca sus hábitos, se enfundaban el chándal el viernes de atardecida y lo metían en el tambor de la lavadora el lunes por la mañana; de lo que no eran conscientes la gran mayoría de ellos es que estaban a punto de perder a su mujer, destinadas, según decían ellas, a más altos fines, claro que el recorrido hacia el éxito comenzaba subiéndose a más altas camas.
Este sistema de caza al ojeo era habitual en el PP y había sido puesto en práctica por miembros de la cúpula nacional muy conocidos por el gran público, también ellas, las promocionadas, eran conocidas. En nuestra región se trataba de unas experiencias adúlteras novedosas, al no haber tocado poder político, que equivalía, claro está, a poder económico, empezando por los viajes gratis, gastos de representación y relevancia social que les hacía propicios a invitaciones y agasajos. Detrás de estos prolegómenos, que anulaban la voluntad de las aspirantes, venían las relaciones propiamente dichas, y por último la presentación en clave política de la susodicha; normalmente se trataba de una pobre iletrada, pero joven y enormemente atractiva, a la que no resultaría difícil enseñarle un argumentario simple, de los de andar por casa, o para servir de claque en mítines y reuniones de partido.
El trasiego entre habitaciones de los grandes hoteles era la práctica común al finalizar encuentros con los afiliados; la adrenalina que les desbordaba era el mejor afrodisíaco, y el acoplamiento con la becaria de turno era de los que elevan la líbido y la mantienen hasta el amanecer, ellos habían rebasado la cuarentena, ellas rondaban los ventisiete años, normalmente casadas, de forma que al campeón, normalmente secretario provincial o diputado nacional, le diera tiempo a medir sus posibilidades sin que ellas, las seducidas, se convirtieran en novias perennes.
Normalmente cazaban en provincias de regiones atrasadas, aunque ello no era óbice, como es obvio, para que aparecieran buenas piezas en pueblos y ciudades de la comunidad de Madrid o en la de Valencia. A partir de ahí, la corrupción irrumpiría con fuerza, no solo en el PP, claro, pero de forma más intensa en este partido; de hecho, nuestra pertenencia a Europa no era sino arte de mercadeo, los gobiernos de centro y norte de Europa nos mostraban el mismo falso respeto y consideración velada que a los países del área latinoamericana, simples lacayos, en el mejor de los casos clientes de su enorme producción industrial, que había llegado a no tener salida en los ‘80’ y anunciaba ya el colapso de esos grandes países, de no ampliar, lo antes que fuera posible, su área de influencia. Hoy la comunidad europea, con minúscula, extiende sus redes comerciales a veintiocho países que se parecen entre ellos lo que huevos a castañas y así nos va en áreas tan estratégicas como la Seguridad Integral, las Relaciones Exteriores y no digamos en materia de Defensa común.
Aquellos fluidos deleitosos por demás, que ponían a la Rosi a la altura de la lámpara del techo de su dormitorio, dieron fruto; no solo fluían en su interior, como bien expresaba la mujer, sino que depositaron, en su recorrer, la semilla de la vida, que se correspondía con el goce, y nos encontramos con la respuesta más vital de todas las que conciernen al amor; el embarazo, que sobrecogió a la encantada hembra, ahora si que estaba llena, y al poco, restaría repleta.