domingo, 8 de enero de 2017

“El problema español” don Manuel Azaña hace ahora un siglo (5/7)

Luz de Gas
Fotografía propiedad de 'AGFITEL'

Conferencia de Manuel Azaña en Alcalá de Henares en Febrero de 1911

En lo moral padecemos un absoluto y universal desconocimiento de los deberes de cada uno para con sí mismo y los demás, lo cual origina la rapacidad egoísta en los de arriba, la abyección infrahumana de los de abajo, la depresión de ánimo consiguiente a todo ser, hombre o pueblo, absolutamente a todo ser, hombre o pueblo, absolutamente desorientado y que no sabe lo que quiere ni lo que le conviene. Y por último, como causa y efecto a un mismo tiempo, expresión la más humillante de nuestro estado, una ignorancia e incultura espesísimas, que alcanza a todos, que se refleja en las conversaciones, en los modales, en los libros, en los periódicos, en los discursos y hasta en los juegos y distracciones, y que a veces se delata en hechos de una fuerza brutal, que parecen del siglo X: no hace muchos días han denunciado los periódicos que en Andalucía hay un pueblo de 400 habitantes, donde nadie, absolutamente nadie, desde el alcalde hasta el enterrador, sabe leer ni escribir.

“El problema español” se publica por estar de rabiosa actualidad 105 años después

No hay que esforzarse en demostrar qué fenómenos tan extraños ocurrirán cuando en un pueblo así constituido, que padece estos males – sobre los que luego volveré – se inyectan los virus peligrosísimos de que antes hablaba y que levan anejos la orientación moderna de las ideas. Los más graves trastornos son de temer. Así ocurre, por ejemplo, que España, país sin industria, que apenas comienza a vencer los obstáculos que se oponen a su desarrollo normal y próspero, es de las naciones en que proporcionalmente se registran más huelgas, donde adquieren mayor violencia los conflictos entre el capital y el trabajo, eso que apenas hay trabajo ni capital empleado en la grande industria; así ocurre que en España, donde la masa general de los agricultores vive pereciendo y empieza ahora a enterarse de que hay medios científicos de labrar la tierra, el problema agrario, aunque no se ha formulado todavía de un modo serio, deja sentir sus efectos con la misma violencia que en cualquier país en que el desnivel entre colonos o cultivadores y propietarios sea más grande; y en otro orden de ideas, ocurre que cuando aún no hemos concluido de organizar ni de crear la patria ya hay quien la niega.

Y cuando no hemos conocido todavía el mecanismo de una democracia abominamos de ella y como es la recién venida a nuestra casa, sobre ella echamos la culpa de nuestro malestar y poca ventura.