Ayuntamiento de Alcázar de San Juan |
La madre permanecía callada y con la mirada en un lugar indefinido del recinto, como alguien resuelto a que las cosas se solucionen, vamos, que salgan bien y evitaba el llanto aferrada al recuerdo de su pequeña, fallecida hacía tantos años y que siempre parecía haber ocurrido hacía poco tiempo, tan vivo permanecía el recuerdo de aquella criatura y su trágica agonía. Nunca se consoló de la pérdida, ni la llegada de Rita, ni tanta desgracia como había vivido en tiempo anterior a la guerra y durante la misma, a pesar de la protección de que habían disfrutado las dos, madre e hija, allá en Matalascañas, ya que la taberna fue requisada primero por los rojos y luego por los nacionales, éstos pagaban a su Antonio como cocinero y ponían soldados a su disposición en calidad de camareros y personal de recogida y limpieza.
Antonio esperaba una compensación, que los nacionales le habían prometido hacía ya tres años, pero que no terminaban de hacerle efectiva, él siempre fue neutral, de natural bondadoso y dispuesto a ayudar a quien lo necesitara, en la medida de sus posibilidades, también influyó su condición de ferviente creyente y contar con papeles de afección al Movimiento Nacional que le había conseguido un familiar cercano a don Anselmo. Había pasado la noche en vela, en la taberna, cerrada a cal y canto, para no impedir conciliar el sueño a su querida esposa, y una de las decisiones tomadas había sido la de acudir al jefe de Falange para anunciarle la boda de su hija y la necesidad que tenía de cobrar la retribución prometida en 1939 a fin de celebrar una boda digna, el hecho de que el Demetrio fuera su bastardo, creyó el bueno de Antonio, facilitaría las cosas y, justo es decirlo, no se equivocó.
A pesar del frío y de la tarde que caía temprano, Demetrio y Rita, se paseaban, sin tocarse, ni tan siquiera mirarse, por la calleja trasera, que daba al campo y a un aprisco de cabras mal nutridas y huesudas, a pesar de lo cual daban leche de buena calidad, el cabrero les saludó al pasar, el Antonio era un buen cliente de su leche y de los quesos y pagador religioso.
- Me alegro de lo que hemos pasado, le dijo Rita, mirándole como de reojo, y él reaccionó rodeando su antebrazo izquierdo con la mano. Todo pasará en cuanto nos casemos, me lo ha asegurado mi madre que va a rezar mucho para que lo que venga sea una niña, si así lo quiere Dios, claro.
- Yo también me siento contento, respondió Demetrio, solo quiero pedir a tus padres que haga de padrino mi Tomasillo, el próximo mes cumplirá los 18, como pide la ley, significará mucho para él, ahora que ya vivirá solo, aunque no pasará un solo día sin que me pase a verle.
- Mi madre ya ha pensado que el chico trabaje para nosotros, quiere que yo abandone el trabajo y me dedique al hijo que llevo dentro; Tomasillo aprendería fácilmente, y podría sustituirme y aprender un oficio que siempre hará falta, recuerda que los rojos y los que ganaron también, utilizaron nuestra taberna y le sacaron gran rendimiento, que aún nadie nos ha recompensado, madre y yo no lo vivimos, bien cierto es que padre fue muy bien tratado por los dos bandos, que, como él nos decía, lo más importante en todas las guerras es disponer de médicos, curas y también cocineros.
Demetrio seguía agarrado al brazo de Rita, pero no osaba acercarse a ella, con mucha suavidad le hizo dar la vuelta, y era de noche cuando entraban de vuelta en la casa, de un salto, ya en el umbral, la abrazó y se despidió hasta el siguiente día, como le había ordenado Antonio, tenía necesidad de compartir aquello con su hermano. Ya en casa, sudando a pesar del frío, abrazó a Tomasillo y le contó lo sucedido; el muchacho no reaccionaba, pero al insistir en que trabajarían juntos, consiguió desbloquear su mente y que rompiera en llanto mientras le abrazaba más fuerte. Pensó que aquel no era el momento para hablar de su madre, y ella lo comprendería, por lo menos hasta conseguir la autorización para hacer de padrino a Tomás.
Cumplido el trámite de amonestaciones, el 10 de Marzo se celebró la boda; Rita vestía de largo un modelo de tela crepé, beis clarito, que disimulaba su incipiente embarazo, y que se excusó ante los familiares y amigos, con el argumento de que, después de la ceremonia y cortado a ras de rodilla, resultaría un vestido adecuado para todo tipo de celebraciones, explicación que se dio por buena sin mayor polémica, dado el cariño y respeto que todos en Quintanilla profesaban a los dueños de la taberna ‘Casa Antonia’ desde hacía muchos años.