domingo, 13 de mayo de 2018

La Saga de La Encomienda por Martín L Fernández-Armesto (008)

Ayuntamiento de Tomelloso

Le pagaba su madre, como siempre, y recibió las 600 pesetas y una flamante bicicleta, requisada de algún pueblo cercano, tenía frenos de cable y luz delante y atrás, además de buenos guardabarros, podría llegar limpio a la taberna de su suegro, donde ya faenaba a diario, después de festejar y abrazar sin parar a su madre, le pidió permiso para visitar a Rita, sin hablarle del dinero, que escondió antes de despedir a su madre. Demetrio había pasado a considerar un trabajo su labor de asesino, convencido de que la Justicia se hacía de mala manera debido a la situación de España, que todo cambiaría cuando hubiese trabajo para todos, y jueces en todos los pueblos, y se construirían cárceles y también escuelas mejor acondicionadas. Todo esto pensaba el joven canalla mientras pedaleaba hacia Casa Antonia la taberna del padre de su Rita, le diría que la bici era un regalo de su tía Rosario, ya que para ella era huérfano por causa de la guerra, siendo así que los padres de la moza conocían quienes eran sus progenitores, como el resto del pueblo; Rita había pasado la guerra en Matalascañas, en casa de unos familiares, y no se relacionaba socialmente en Quintanilla, por lo que desconocía la vida y antecedentes de Demetrio, para ella un huérfano. 

Le esperaba una desagradable sorpresa, y tampoco le dio tiempo a bajarse de la bici, tal fue el empujón que le propinó su jefe y futuro suegro, dio con su cuerpo en tierra, y rabioso se preocupó de la bicicleta, de que no hubiera sufrido daños, no del empellón de aquel hombre furioso, que le ordenó a gritos que entrara en la casa, pegada a la taberna pero separada por un patio de luces amplio que se utilizaba de almacén. 

- Demetrio, nuestra Rita está preñada, la madre se mantenía con el busto erguido, muy pegada a su marido, ¿qué tienes que decir a esta familia que te dio trabajo, bastardo? 

El joven tardó en reaccionar, en aquel ambiente de violencia verbal y de insultos, él se encontraba feliz, solo quería ver a su querida Rita y abrazarla muy fuerte, saber, sobre todo, si ella también se enfadaría y le llamaría bastardo. 

- No me llame usted bastardo, yo y mi hermano somos huérfanos por la guerra civil y así tiene que ser para su familia, se lo pido en nombre de esa criatura que vendrá, que seré su padre si Rita así lo conviene o manifiesta. Toda culpa y responsabilidad es mía y no de su hija. 

- No menciones el nombre de mi hija y recoge tus cosas, tú no eres de esta casa y te pagaré lo que te debemos, pero ya te enviaré un propio, y no vuelvas a ver a nuestra hija. 

Angelita, la madre, permanecía callada, con ojos hinchados del llanto y las manos recogidas en el regazo, su rostro reflejaba rabia, pero también miedo, atenta a las amenazas que profería su Antonio contra el muchacho, que reaccionaba con respeto hacia su marido, aún defendiendo su falsa orfandad con cierta firmeza y dignidad. 

- Angelita, trae las cosas de este hombre, pidió Antonio con voz más que balbuceante a su esposa, y tú – dirigiéndose a Demetrio – espérate fuera, y enmudeció de golpe. 

El saco debía estar preparado ya porque al poco salió de la taberna una criada joven y le entregó en su mano el pequeño hato con sus pertenencias; ya había revisado la bicicleta que solo tenía un raspado en el guardabarros trasero, junto a la parrilla, donde amarró el saco de arpillera como pudo y dio espalda a la taberna, pensando en volver, lo hablaría con su madre. 

Era ya de noche cuando llamaron a la puerta, era la criadita del tabernero, asustada por vérselas con los dos muchachos que eran de mala fama en el pueblo, solo por su origen de incluseros, nadie sabía en 1942 que allí moraba uno de los más sucios sicarios del poderío nacional en Quintanilla, claro que ya empezaban las sospechas, que eran de inmediato acalladas, porque en el pueblo se organizaban verdaderas cacerías, aunque no se tratara de animales sino de seres humanos, al ser cabeza de partido muchos habitantes de la comarca acudían en busca de información sobre sus familiares desaparecidos, siendo detenidos en la mayoría de los casos, salvo que lo hicieran en compañía de algún párroco del contorno.