Javier de Lucas
Catedrático de Filosofía del Derecho
APDHA - MLFA
Aylan Kurdi. (Fotografía de Nilufer Demir) |
Pero hay un segundo argumento que no quiero dejar de recordar y en el que ha insistido con mucha claridad Sami Naïr. Me refiero a la relativización del significado social y político de la situación de los refugiados. Para ilustrarlo, apelaré a la imagen que sin duda estará en la retina de cualquiera que lea estas líneas y que significó un punto de inflexión en la opinión pública internacional. No lo habían logrado los informes, recomendaciones y denuncias de ACNUR, ni de las ONG con experiencia y capacidad de propuesta como CEAR, ACCEM, Cruz Roja, SRJ, MSF o Migreurop. Tampoco los informes y recomendaciones de la Agencia Europea de Derechos Fundamentales, ni la elocuente resolución 250/2015, “The human Tragedy in the Mediterranean: inmediate Action needed”, de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, ni el propio Parlamento Europeo. No. Fue una foto tomada por la periodista turca Nilufer Demir, la del niño Aylan Kurdi (junto a él perecieron un hermano, su propia madre y al menos 12 personas), cuyo cadáver se recuperó el 2 de septiembre de 2015 en la orilla de la playa turca de Ali Hoca Burnu, en la península de Bodrum, tras haberse ahogado en el intento de alcanzar la isla griega de Kos, como paso intermedio para marchar a Canadá.
La imagen de un niño vestido como cualquier niño europeo y que no aparece entre las ruinas de la guerra siria sino en una playa turística de Turquía, distribuida por la agencia DHA, provocó un debate de gran alcance internacional. Cualquier padre, todos los padres (reconocía el primer ministro Cameron) se sentía directamente interpelado. Ese impacto pareció acelerar la exigencia de la opinión pública europea a sus gobernantes para que hicieran algo concretó y pesó sobre el debate del estado de la UE que presentó el Presidente Juncker el 9 de septiembre.
Los ciudadanos tomaban las riendas de la política ante la indignante inanidad de sus gobernantes y se movilizaron para presionar, consiguiendo cierto éxito en los niveles municipales y regionales de las administraciones de algunos Estados miembros, las más próximas a ellos. Así, la iniciativa de ciudades refugio de buen número de ayuntamientos españoles, que arrancó desde Barcelona, o las declaraciones como Comunidades de Acogida por parte de los gobiernos de Uxue Barkos en Navarra y el de la y el de la Generalitat Valenciana del PSPV y Compromis en Valencia. Sin duda, el papel de aquellos medios de comunicación que no dejaron nunca de informar sobre la crisis de los refugiados y sacaron a la luz documentos, tomas de posición y críticas de expertos y ONG, fue importante en ese giro.