sábado, 24 de diciembre de 2016

“El problema español” don Manuel Azaña hace ahora un siglo (4/7)

Luz de Gas
Magistrado
Fotografía de Londres (1911). Foto de archivo

Conferencia de Manuel Azaña en Alcalá de Henares en Febrero de 1911

La razón es incansable en su obra y, puesta a examinarlo todo, se pregunta a sí misma cuál es la validez de sus afirmaciones, y hay muchos que desconocen y niegan la razón en nombre de ella misma. En esta fiebre, en esta zozobra universal, en medio de la que busca la humanidad un rumbo nuevo, quedan, indestructibles dos hechos, de índole diversa, que han de servir de instrumento el uno y de orientación el otro, a saber: las conquistas positivas, visibles y palpables del progreso material que prometen otras infinitamente mayores, y esa fermentación, ese clamor que sube desde lo más hondo de las sociedades, donde una humanidad misérrima, dolorida, expuesta a todas las intemperies, que come su pan amasado con odio, pide con voz que ya es terrible una urgente y decisiva mejora en su condición.

“El problema español” se publica por estar de rabiosa actualidad 105 años después

Los efectos de este mal son visibles donde quiera; en el más espléndido cuadro hallaréis una sombra imborrable. Fijaos en un solo ejemplo: en Londres, capital del más poderoso imperio que ha existido sobre la tierra, dueño de riquezas incalculables, de una industria perfectísima, cifra y compendio de una civilización prodigiosa servida por ciudadanos entusiastas y por gobernantes sabios y muy capaces, en Londres, digo, una masa de millares y millares de hombres sin trabajo pasea su hambre por las calles o se muere bajo los puentes del río o en sus antros inmundos, sin que a este enjambre de desdichados, la mayor parte alcohólicos, inútiles para toda obra de provecho, pueda decirles más que estas palabras: no hay solución. 

En el estado de crisis que os he descrito antes, cuando todo se discute, ¿en nombre de qué principio, con qué autoridad respetable vamos a decir a esos infelices que se aguanten? Otro ejemplo: Francia ve disminuir su natalidad y con su natalidad todas las esperanzas del mañana, porque los matrimonios franceses esquivan, a costa de todas las inmoralidades, imponerse el sacrificio de criar, educar y mantener a muchos hijos. Repito mi pregunta, ¿quién, cómo, y en nombre de qué, va a corregir eso? Quiere esto decir que llevamos en nosotros mismos abierta una llaga, pero como hay que seguir viviendo, como las esencias de la civilización es preciso salvarlas a toda costa, imaginad qué infinita prudencia, qué tacto, qué disciplina, que abnegación, no serán precisas en el que gobierna y en los gobernados, para que el mundo continúe su marcha progresiva, para que no gastemos las fuerzas en luchas estériles y no nos devoremos unos a otros como fieras salvajes.

Azaña fue premonitorio en 1911; las dos Españas y los dos Manzanares (cainitas)

Estos problemas, ya de por sí graves, se complican de un modo particular cuando se estudian con referencia a España, como cualquier enfermedad es mucho más alarmante si se ceba en un organismo mal constituido o debilitado que si ataca a un individuo normal y sano. España, con anterioridad a esos otros males a que antes aludía, padece: en lo económico, anemia secular, producida por falta de explotación de sus recursos naturales, por la mala gerencia de los que explota.

Por la codicia ininteligente de su régimen fiscal, fundado en aplastar a los débiles

Y que se refleja en la pobreza de todos y en la sangría irrestañable de la emigración

Se trata de un fenómeno sencillísimo: donde no se cuece pan más que para uno, es imposible que coman tres y que los tres queden hartos, porque el milagro de los panes y los peces, que sepamos, no ha vuelto a repetirse.