jueves, 13 de octubre de 2022

¡Antonio Barcelona vende más barato! retenido en Alexandría (2/2)

MLFA – Kapitan und Krieger

Memorial "Valle de las lágrimas", en los Altos del Golán, recuerda la guerra del Yom Kippur (1973). Aquella fue la 'guerra de los tanques'.

A bordo del “Virgilia” seguían descargando las patatas, lo hacían cargando los sacos en palés y utilizando para la descarga los puntales de a bordo, las grúas portuarias se afanaban en descargar el material bélico de los barcos rusos. El barco había recibido una orden judicial de ‘embargo preventivo’ hasta que el armador (ellos no sabían que era judío) proveyera una fianza suficiente para hacer frente a la reparación del barco ruso que habíamos abordado el día de nuestra llegada.

Conseguí enrollarme de forma clandestina con una recepcionista del hotel

Por ella me fui informando del desarrollo del conflicto conocido para siempre como la guerra del ‘Yom Kippur’; el principal enfrentamiento era entre tanques en medio de la arena del desierto, aunque los egipcios disponían de aviones ‘Tupolev’ soviéticos y los israelíes de los ‘Phantom’; la guerra en el aire la estaban ganando los egipcios debido a una mala estrategia de los mandos judíos.


A bordo se multiplicaban los problemas; habían detenido a dos marineros gallegos por saltarse el toque de queda, y el resto de tripulantes, cansados de la apremiante descarga de patatas, dormían poco y mal. Hablo de 46 tripulantes, la mayoría españoles (vascos y gallegos), el resto eran sudamericanos.

MLFA, judío 'cuarterón'; aquellos egipcios me trataron muy bien, claro que ellos no lo sabían, me retuvieron por dos 'visas' de mi pasaporte.

El puerto se cerraba por la noche con redes metálicas ‘anti-submarinistas’, se hacía para impedir el acceso de submarinistas judíos provistos de 'bombas-lapa' magnéticas que adosaban al casco de los barcos surtos en puerto, en especial a los rusos, aunque no le hacían ascos al resto. La marina egipcia disponía de buzos que se pasaban la noche lanzando 'minas anti-persona' junto a los cascos de los barcos para evitar que se acercaran los judíos. Estas minas no dañaban el casco pero su estruendo (me dijeron) era horroroso y la gente dormía a intervalos de una o dos horas. Las redes no impedían el paso de submarinistas, estos accedían, con sus mochilas cargadas de ‘lapas’, por encima y por debajo de las redes metálicas.

El truco consistía en ‘regalar’ tabaco y bebidas alcohólicas: lanzaban las 'minas anti-persona' más lejos


En mis cuatro horas de asueto ‘vigilado’, como ya dije, visité varias veces la famosa biblioteca, medio reconstruida, y nos sentábamos a fumar Winston en la base del faro; mi guardaespaldas dejaba el fusil ‘Mauser’ (made in Spain) y disfrutaba de los cigarrillos; a bordo le regalaban cartones de tabaco para sus compañeros, él me confesó que los destinaba al consumo de sus familiares y a la venta clandestina en el Zoco, de la que se ocupaba su hermano: ¡Antonio Barcelona vende más barato!

El día 21 de octubre soltaron al capitán Elías; habían recibido la fianza desde Londres

A bordo quedaban dos tercios de la carga (unas 6.000 toneladas de patatas); la alimentación se componía de patatas, obviamente, huevos y atún en conserva, la carne de cerdo, que era la base proteínica, fue decomisada y destruida; y pastas y arroces, nada de fruta y verdura, poca leche, siempre de cabra. No les dejaron comer cerdo, pero los de Aduanas e Inmigración (militarizados, claro) recibían de muy buen grado las docenas de botellas de Ginebra, Brandy francés, y Whisky escocés. Algún marinero se hizo con pistolas checas ‘CZ 75’; ya en alta mar conseguí hacerme con una de ellas, pagando al contramaestre gallego, claro está. El Capitán, muy afectado por todo, no dijo una palabra hasta que desembarcó en Rotterdam. No volví a verlo por Bilbao, había quedado ‘tocado’, según me dijeron.

Abandoné el hotel el día 25 de noviembre; tercer aniversario de mi boda

Ataque al puerto de Alexandría en 1941, en plena segunda Guerra Mundial.

Cuando los tripulantes me vieron llegar acompañado por el soldado y por Rasha, la recepcionista, prorrumpieron en aplausos y bajaron regalos hasta para el taxista. (Durante un tiempo mantuve relación epistolar con Rasha).

De madrugada abandonamos Alexandría con destino a Rotterdam; con un centenar de sacos de patatas