Manuel Puerto Ducet
Bush comprueba satisfecho que, aunque pareciera imposible, había alguien más necio que él en Azores. El trío este acababa de decidir la invasión de Irak; ¿necesaria? ¿graciosa? |
Capítulo 7
La banca de inversión, arma de destrucción masiva
Culpables de cargo y autores intelectuales
¿Es el fabricante de un cuchillo el responsable de que con él se cometa un homicidio?
¿Son las hipotecas subprime las últimas responsables de haber desencadenado una crisis mundial?
¿Es la especulación financiera de altos vuelos un mal necesario para que fluya la economía?
Mientras la humanidad se distraía con Bob Dylan y los Beatles, el «Gran Sanedrín Financiero» construía un entramado con la premisa de que no existiera alternativa y asegurándose de que su eventual ausencia provocara el inmediato colapso de las finanzas mundiales. Las películas de extraterrestres lo expresan muy bien, con esos parásitos que se adhieren a los cuerpos y que se constituyen en imprescindibles, debido a que su extirpación implica la muerte del sujeto. Era cuestión de tiempo que la pirámide se desplomara. Pretender que se autocontrolen quienes actúan como custodios banqueros y especuladores a la vez equivale a encargar a las zorras el cuidado de las gallinas. Dejar en manos de quienes persiguen obsesivamente su propio enriquecimiento los canales de financiación del mundo —con la supervisión de unas sociedades de rating que indirectamente también controlan— lleva aparejado el riesgo de condenar a la esclavitud a quienes se endeudaron por encima de sus posibilidades y a la indigencia, a quienes depositaron sus ahorros en inversiones que se manifestaron fraudulentas, mientras sus promotores quedaban impunes.
Si la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos hubiera quedado circunscrita al hecho de que un sector de población insolvente y financieramente analfabeta no podía hacer frente al pago de su cuotas, muchas entidades hipotecarias hubieran sufrido las consecuencias y se hubiesen visto obligadas a declararse en quiebra, pero el problema para el resto de los contribuyentes hubiera quedado reducido a la demanda de un mayor esfuerzo fiscal para paliar un puntual déficit. A principios de los ochenta, se produjo en Estados Unidos una crisis de similares características con especial incidencia en las cajas de ahorros (Savings & Loans Associations) y no por ello se hundió el mundo. Hasta entonces, estuvieron sometidas al control de organismos comunales con reglas muy estrictas.
Con la llegada de un boom inmobiliario en USA, la reglamentación de las S & L fue flexibilizándose, apareciendo los excesos y la alegría en la concesión de los préstamos. La posterior y brusca caída de los precios, junto con la alta morosidad, provocaron que la mayoría de aquellas instituciones tuvieran que declararse en quiebra, ya que en aquella ocasión el gobierno federal no fue tan rumboso con las entidades de crédito, al considerar que no existía riesgo de que se desencadenara un efecto dominó. El daño causado por la crisis de las cajas de ahorro americanas se cifró en 150.000 millones de dólares de 1984. Es preciso modificar pues la generalizada creencia de que los humanos son los únicos animales que tropiezan dos veces en la misma piedra; en realidad, en la siguiente ocasión, suelen tropezar con otra de mayores dimensiones. ¿Cuál es la diferencia entre la crisis de los ochenta en EE.UU. y la primera del siglo XXI? La respuesta no puede ser más sencilla; en aquella ocasión, no interfirieron los bancos de inversión con sus prácticas dolosas.
A mediados de los noventa, bancos e instituciones hipotecarias estadounidenses, enzarzados en una absurda competencia e ignorando de nuevo los más elementales criterios de prudencia financiera, empezaron a conceder préstamos hipotecarios a titulares insolventes, incluso con dificultades para subsistir. Cuando fueron conscientes de las consecuencias, optaron por la huida hacia delante y empezaron a emitir cédulas hipotecarias con el soporte de las hipotecas basura. Otros bancos de negocios —víctimas en buena parte de las sociedades de rating — adquirieron estos títulos y decidieron combinarlos con activos tóxicos de su propia cartera, complementando el paquete, con futuros, swaps y contratos a plazo.