Manuel Puerto Ducet
He ahí algunas alertas emitidas (red flags), que solo podían pasar desapercibidas al más inútil de los brokers: 1. Madoff no cobraba ninguna comisión de gestión; algo insólito cuando los honorarios percibidos por cualquier operador eran de un 2% sobre el patrimonio y un 20% sobre los beneficios obtenidos. Otra sospechosa alerta, que se añadía a la de los inusuales réditos que aseguraba a los inversores y las elevadísimas comisiones de colocación que ofrecía a sus colaboradores foráneos. 2. Todas las comercializadoras de los productos de Madoff (Fairfield, Acces Internacional Advisors, Tremont y BANIF) ocultaron a los inversores que el fondo lo gestionaba Madoff. Insólita actuación, habida cuenta de que cualquier gestor del mundo se afana en sacar pecho, anunciando por todos los medios el volumen administrado con tendencia más bien a hincharlo. También se ocultó este extremo a la SEC norteamericana y al FSA inglés.
3. La custodia de los títulos la realizaba el mismo Madoff, eludiendo sospechosamente al custodio global o prime broker (una cuestión a la que me referí cuando cité la premisas que constituyen el ABC de cualquier inversión mobiliaria, en la que gestor y depositario —por elemental seguridad— no deben nunca coincidir). Madoff combinaba las funciones de brokerdealer con las de custodio, lo cual complica sobremanera verificar la real existencia de los activos que respaldan la operación y poder contrastarlos con los extractos de cuenta.
Madoff actuaba a la vez de fedatario público que intervenía las supuestas operaciones, de gestor, de administrador y de depositario de los activos que nunca existieron; entre tanto, BANIF y el Santander cobraban cuantiosas comisiones a sus clientes por ejercer el control sobre la fantasmagórica operativa. Conozco a clientes que están en tratamiento con antidepresivos, pero Botín y su prole están encantados de haberse conocido, mientras juegan al golf y lucen su chaquetilla roja, abrazándose con el esponsorizado Fernando Alonso. En septiembre de 2002, el Santander envió a Wall Street un equipo para verificar las operaciones de Madoff, supervisado por la abogada suiza Karine Courvoisier.
El informe concluía alertando sobre la posibilidad de que los activos gestionados por Madoff no existiesen. Como consecuencia, altos representantes del Santander volvieron a visitar a Madoff para «sugerirle» que, cuando menos, mostrara su buena voluntad situando los títulos en un depositario externo, propuesta que este rechazó de plano.
Santander y Optimal pasaron por el tubo y no tomaron ninguna medida para retirar el dinero y proteger a sus inversores. El rescate conllevaba la devolución de las altas comisiones de colocación y elegir entre dejar de ganar unos dineros o amparar de un riesgo cierto a sus clientes no provoca ni el menor parpadeo en el ánimo inquebrantable de la más noble saga de banqueros hispanos. Optaron por un acuerdo con el administrador judicial (trustee), por el que su entidad aceptó pagar 235 millones de dólares para eludir la demanda de estafa, aunque las últimas evidencias —probando la reiterada mala fe en las actuaciones— podrían llevar a la autoridad judicial a considerar nulo aquel pacto de conveniencia. Se sorprenderían de la cantidad de afectados por las operaciones de Madoff en el Santander, que mantienen en secreto su grave avería financiera, para no ser ridiculizados en sus restringidos círculos.
Llegado el momento de hacer balance, tras el derrumbe del castillo de naipes y una vez desenmascarado el supuesto filántropo financiero, el administrador judicial Irving Picard, encargado de la investigación, emitió un informe ¡Os tengo bien agarrados por las pelotas! en el que concluye que las distintas instituciones bancarias que operaban en el mundo por cuenta de Madoff recibían un importante incentivo adicional por desviar la operativa de sus clientes hacia los fondos del macroestafador.
No existía en todo el mercado otra operación que reportara mayores beneficios al colocador que los activos de Madoff. Picard no solo ha cuantificado el montante del expolio, sino que ha identificado a los expoliadores, cuyo botín sobrepasa los 1.000 millones de dólares. Entre otros, acusa a Morenés & Botín de haberse embolsado 110 millones de dólares extras en comisiones y de 45 millones al BBVA, demandados ambos junto a otros seis bancos internacionales (Citibank, Natixis, Fortis, ABN Amor, Merrill Lynch y Nomura). Estas son las nuevas evidencias, en las que se ha basado el estamento judicial norteamericano, para considerar seriamente la revocación del acuerdo extrajudicial al que llegó Botín, para eludir la acusación de estafa. Javier Botín y Guillermo Morenés siguen impertérritos tras sus fiascos de Lehman Brothers y Madoff.
Debido a su incalificable gestión, sufrieron una espantada por parte de una escarmentada clientela, pero los Botín y allegados jamás desfallecen. En 2011 y saltándose cualquier concepción ética, se hicieron con más de la mitad de clientes de la Sociedad Venture Finanzas, con el viejo truco de sobornar al mayor ejecutivo de cuentas David Joel. Con tal artimaña, el volumen de negocio de Botín & Morenés en la Bolsa española se disparó del 0,21 al 1,05%, pasando del puesto 47 al 27 en el ranking de brokers. Doy gracias al cielo por estar jubilado; este tipo de prácticas alevosas y barriobajeras me pusieron siempre de los nervios.