domingo, 24 de septiembre de 2017

'La Saga de La Encomienda' - Trágica muerte en la gasolinera (2/2)

MLFA
Autor de 'La Saga'

Ayuntamiento de Membrilla (Campo de Montiel) población de donde procedía el propietario de la gasolinera. 

En “Zagala” cundía la desazón, volvían a estar en boca de todos por el desgraciado accidente de Manolo; había conseguido entrar en el edificio de la estación de servicio, una noche fría de Enero, sin problema, ya que la escalada resultó pan comido para alguien con esa preparación física, subió a través de los enrejados, incómodo por las pesadas botas de agua pero seguro. Una vez dentro de aquel asqueroso palomar, ayudado por el haz de luz de su linterna, reventó de dos palanquetazos la ventana de tela metálica y accedió al interior embaldosado, cálido y acogedor. Entrar en la oficina no supuso problema, una vez dentro extrajo un cigarrillo players navy cut de su lata metálica y se sentó unos minutos mientras lo disfrutaba; conocía el lugar exacto donde se guardaban los impresos oficiales de las descargas de los últimos meses y rebuscó hasta encontrar, en el viejo archivador metálico situado junto a la pared del recinto que hacía las veces de archivo-almacén, varios documentos correspondientes a su época, anterior a la incorporación a filas, su olfato le dijo, a la luz de la linterna, que aquellas costumbres no habían variado, tal y como había llegado a entrever fugazmente en las dos últimas semanas en que fue reincorporado, sin que le permitieran firmar ningún impreso de la máquina de sondas, el equipo electrónico que controlaba los volúmenes de cada una de las descargas, tanque por tanque, y que incluía el nombre del conductor del camión cisterna descargado.

Guardó todo en una bolsa de tela que llevaba en bandolera y la colilla apagada del cigarrillo inglés volvió a la lata, después de esparcir la ceniza por el suelo de la oficina; era medianoche, a su mujer le había dicho que tenía un trabajo como guardaespaldas de un empresario que había recibido amenazas provenientes de sicarios de los socialistas de La Encomienda, que, diez años después de alcanzar el poder municipal, actuaban ya como organización criminal, al amenazar y extorsionar a comerciantes y pequeños empresarios. Los sicarios, desgraciados de la vida y alcohólicos en la mayoría de los casos, constituían un peligro real ya que obedecían ciegamente a dos elementos, antiguos miembros de Falange, que pertenecían al Consistorio.

Confiado por los buenos resultados, se dispuso a descender por aquel enrejado a modo de escala, y fue al girar el torso cuando una de las botas enganchó el pico triangular que adornaba cada final de reja provocando un trastabilleo que le hizo perder el equilibrio y caer al vacío. Rota la espalda y con la caja torácica prácticamente separada del pecho, permaneció inmóvil, consciente de que la vida se le escapaba, las heridas en el cráneo sangraban profusamente y le impedían la visión, tardó poco en perder el conocimiento. El cadáver de Manolo fue hallado en medio de un gran charco de sangre por el conductor del camión de la basura a las tres y media de aquella fría madrugada de lunes. Personadas las fuerzas de seguridad no pudieron sino llamar a una ambulancia que se vio obligada a permanecer a la espera del Juez ante la comprobación del fallecimiento del joven. 

Durante la investigación salieron a relucir los papeles encontrados en aquella bolsa que colgaba del cadáver. La documentación no fue tenida en cuenta por la fiscalía, al tratarse de un robo con escalo y destrozos, pero sí fue tenida en cuenta por la compañía de bandera, de las más importantes del país, que proveía a la estación con su marca. El propietario no pudo hacer frente a la multa por importe de veinte millones de pesetas que le fue impuesta meses después, viéndose obligado a cerrar la gasolinera, que pasaría a otras manos al poco tiempo. El propietario sancionado era un tipo sin escrúpulos, un hijo de la carretera, que equivaldría a ser un gángster de poca monta, experto en explotación laboral, y absolutamente mendaz, como demostró en los interrogatorios a que fue sometido durante la investigación de aquella caída al vacío, enorme tragedia humana que unió, siquiera fuera durante unos meses, a los vecinos, conscientes de que aquellos negocios, situados en la gran autovía, hacía poco más de un año inaugurada, no les reportaban beneficio alguno.

El matrimonio había accedido a la vivienda que había sido de Eulogio y Mercedes, siguiendo las instrucciones de Isidra, madre de Luisi e hija mayor de Demetrio, que previamente había tenido el detalle de consultarlo con su madre, Rita, perfectamente lúcida, aún dedicada al recuerdo de su marido, pero muy pendiente del clan, con plenos poderes como madre y representante del desaparecido Demetrio, su esposo querido. Ellos dos estrenaron muebles y electrodomésticos, y no había huella alguna de cuanto aconteció aquella noche trágica; lo cierto es que estaban encantados de vivir en el reestrenado piso, hasta entonces se habían visto obligados a vivir en “Zagala”, apretados y faltos de intimidad, si bien es cierto que a la Luisi no le importaba mucho esto último.

La noche anterior a su trágica muerte Manolo se vio sorprendido por su mujer; a la hora de acostarse, Luisi se desnudó del todo y perfumada se introdujo entre las sábanas, ante el gesto de asombro del hombre, que estaba a punto de salir de la habitación para fumar uno de sus cigarrillos ingleses traídos de Ceuta, dudó acerca de volver, pero al final se decidió por acudir al débito conyugal que se le ofrecía de forma tan explícita. El cuerpo de la mujer mantenía su tersura juvenil, a pesar de la maternidad, aunque el muchacho prefería descubrirlo poco a poco y no de golpe en desnudez apremiante; no obstante, se atrevió a buscar su sexo entre sábanas en un intento de besarlo que ella frustró de inmediato, actuando como si aquello no le gustara. Realizada la consumación del acto con efusividad y más voluntad que deseo, el hombre volvió por sus fueros y se sentó a fumar un cigarrillo, cubierto con el albornoz de ella, satisfecho, aún convencido de que la relación con aquella mujer había sido un error desde el primer momento.