MLFA Kapitan und Krieger
4 años después (1975) los vietnamitas del Sur huían de su país por tierra, mar y aire. En 2007 mi hija pequeña celebraba su viaje de bodas en Vietnam.
Faltaban tres días para mi 23 cumpleaños; era 18 de enero de 1971 y tras la resaca navideña, habíamos programado la Tamborrada de San Sebastián para la noche del día siguiente, la niña quedaría a cargo de mis suegros; preparando la cena recibimos una llamada telefónica, era José Luís, quien visiblemente nervioso, nos dijo que venía a visitarnos, con su esposa Mª Cruz, para tratar de un asunto de suma urgencia referente a un embarque inmediato. José Luis y yo solíamos embarcar juntos en barcos ‘piratas’; él como Maquinista y yo como Piloto. Les ofrecimos cenar cuando llegaran, nos dijeron que a medianoche; ya habían salido de Santander hacía un buen rato en su flamante ‘R-8’ azul metalizado. Durante la espera pudimos acondicionar la habitación de invitados en nuestro piso de Zabalbide 70 que estrenamos un año antes. Yo tenía un ‘SEAT 600 E’ nuevo de trinca.
Era poco antes de medianoche cuando llegaron; visiblemente excitados, y enseguida comprendimos el motivo, se trataba de embarcar en un petrolero USA en Houston (Texas) para, desde allí, transportar keroseno de aviación al Delta del Mekong. Allí trasbordaríamos el carburante a petroleros más pequeños, hasta que terminaran de construir un enorme pantalán junto al dique exterior del puerto de Saigón. Lo inauguramos nosotros seis meses después.
Preparamos café y extendí mi planisferio homologado sobre la mesa del salón para trabajar posibles derrotas desde USA hasta el Mekong, vía Canal de Suez o bien doblando el Cabo de Buena Esperanza. Desconocíamos el tonelaje del petrolero; cabía la posibilidad de que no fuera posible navegar por el Canal de Suez (al final, sus 95.000 TRB lo impidieron), si bien es verdad que la alternativa no llegó a plantearse, pronto descubriríamos que habíamos caído en una trampa de proporciones desconocidas.
El contrato era de nueve meses; según mis cálculos hipotéticos: ¡Cuatro viajes!
Pabellón de conveniencia (fiscal); los buques abanderados en Liberia se consideraban 'barcos piratas'.
Embarcamos en Houston el día de San Valentín, el 14 de febrero de 1971, el barco enarbolaba pabellón USA; todo un honor personal y una anotación de gran relevancia en nuestros historiales náuticos oficiales. Duró muy poco el subidón; dos días después apareció el cónsul de Liberia, un negro con obesidad mórbida, rodeado de empleados de la compañía Naviera y alguien del Servicio Exterior USA, y asistimos al cambio de bandera, seguido de un aperitivo regado con Chianti italiano espumoso (llegué a pensar que desembarcaríamos al ‘negrata’ aquel (entonces no existía delito de odio) con la grúa de aprovisionamiento.
En la cena se nos informó de que el barco iba a operar en la ruta Singapur-Saigón
La distancia entre Singapur y Saigón es de 600 millas; dos días de navegación a 12,5 nudos de crucero.
Después de cenar subí al puente y en el cuarto de derrota desplegué las cartas náuticas de Singapur y el delta del Mekong; mis 'cuatro' viajes se habían convertido en más de 'treinta' a lo largo de los nueve meses del contrato, según mi cálculo aproximado de aquella noche. José Luís estaba en su camarote y no quise disgustarlo, opté por retirarme, teníamos que madrugar, había que cambiar el nombre del barco, pasó a llamarse “Saigón Ocean”. Una semana después partíamos en lastre para Singapur, bordeando por el Cabo de Buena Esperanza; para ser sincero, iba ilusionado aunque no lo manifestaba por respeto a José Luís, aquello le había sentado como un tiro en el pie; le habría gustado volver a Santander desde Houston pero yo no le animé a ello, por el contrario, le hablé de Indonesia, donde había estado varios meses cargando ‘copra’ en Yakarta; la cáscara de coco se utilizaba como materia prima en perfumería.
La tripulación era variopinta; el capitán era un ‘gringo’ de mediana edad, había servido en la Marina de los EEUU, fue 'marine' pero se había reconvertido en mercenario, como nosotros. Los oficiales éramos españoles, noruegos y tejanos; la tripulación estaba constituida por filipinos unos perfectos vagos, y vietnamitas, gente muy voluntariosa. El jefe de cocina era mexicano, así como su personal, a excepción del segundo cocinero que era gallego, nuestra salvación (no ponía chili en nuestros platos, o lo suavizaba). Aquello era la Torre de Babel; lo mejor que te puede ocurrir en un barco pirata, los tíos compiten entre ellos y te dejan en paz durante toda la campaña.
Es importante embarcar con un amigo que te cubra la espalda en embarques de riesgo