Ayuntamiento de Illescas |
El deseo era el motor de la pareja, a ese intenso deseo sexual se unía la adrenalina activada por el miedo, aminorado por momentos gracias a besos y manoseos en el automóvil del chico; que ya daba por finalizada la relación; la erección resultaba incómoda pero le esperaban de veinte a treinta minutos todavía para su turno de acceso al piso y se veía capaz de relajarse y así poder hablar, sin parar, con su amada, llenándola de besos al unísono. El ‘Chincheta’ llevaba de apostadero desde las seis de la tarde, se había excusado con su jefe a propósito de una diarrea cronificada que el señor aquél conocía de años; siempre concedía el permiso para no tener que soportar que su baño, cuya limpieza corría a cargo de su señora, se viera convertido en una letrina militar, había vivido ya una experiencia y resultaba inenarrable; resultó simple, como en otras ocasiones, ponía cara de que se iba de vientre y aquél buen hombre le mandaba a casa de inmediato, no fuera a pedirle la llave del escusado, cuyo uso negaba a sus mejores clientes, con la excusa de que estaba averiado y tampoco contaba con licencia para el público, a cambio de la protección del pudor de su esposa; la trasera del taller era una especie de fosa séptica, con cientos de moscas huéspedes hasta en pleno invierno.