jueves, 28 de junio de 2018

La Saga de La Encomienda por Martín L Fernández-Armesto (021)

Iglesia de Alcolea de Calatrava


En los años ‘40’ el hambre se cebó en una población dedicada a la agricultura y a la ganadería, también lo hicieron las enfermedades; el nuevo Gobierno de los vencedores de la contienda civil no desarrolló industria de ninguna clase en Castilla La Mancha, ni tan siquiera industria menor o manufacturera, lo que obligó a emigrar a muchos castellano-manchegos a partir de los años ‘50’, principalmente a Madrid y Barcelona. Atrás dejaban treinta mil represaliados, presos o trabajadores esclavizados en los campos de trabajo, y casi diez mil ejecutados sin juicio o diligencias judiciales previas. El hecho de haber permanecido en zona republicana durante los tres años que duró el conflicto bélico agravó en gran medida la represión franquista en esta región, que tuvo su comienzo en 1939 en toda España. El panorama de Castilla La Mancha era desolador, negro como su propio mercado, el mercado negro con el que se enriquecieron unas pocas familias, aunque resultó, al mismo tiempo, el único camino para la supervivencia de muchos castellano-manchegos. 

Demetrio Expósito no optó por la emigración y su decisión fue acertada para sus intereses y los de su propia familia, que ha permanecido en condiciones económicas envidiables durante tres generaciones a base de explotar laboralmente a sus nuevos paisanos de La Encomienda, así como de incumplir las leyes socio laborales de que se iban dotando, con lentitud exasperante, los españoles y que parecían no tener cabida en esta región dejada de la mano de Dios y del General Franco, a pesar de sus frecuentes visitas a la misma por razón de su gran afición a la caza. El Generalísimo de los Ejércitos, cazador en Castilla y pescador en Galicia, nunca fue consciente de la penuria económica y social por las que atravesaban ambas regiones, que para él no eran sino simples cotos de caza y pesca, y a su alrededor plácemes de unas autoridades que escondían las verdaderas necesidades de sus paisanos. 

Demetrio tuvo claro, desde el primer momento, que debía beneficiarse de la condición de tierra de paso de la gran planicie manchega, la demostración más palpable fue que sus primeros pasos en La Encomienda ya iban encaminados a invertir a pie de carretera aunque los trabajos intramuros eran necesarios para elegir detenidamente sus enclaves hosteleros, en función de varios factores, entre los cuales destacaba el propio desarrollo urbanístico de La Encomienda, por entonces un secarral en condiciones lamentables, a pesar de que a pocos metros a través de su subsuelo discurría un océano de agua limpia y deseada. 

Instalado en un pequeño local con toda su familia, siempre apoyado por su esposa Rita, que sentía veneración por su esposo; los niños Diego, el varón, y la mayor Isidra, creciendo de forma saludable, y su hermano Tomasillo y la flamante esposa Teofila, también colaboradores sin límite alguno; Demetrio fue el precursor de lo que hoy en día conocemos como catering, a diferencia del actual, que dispone de instalaciones propias, Demetrio era su propio catering, ya que se desplazaba a cualquier lugar donde se celebrara un evento público o privado, bien arropado por Tomasillo y Teofila, incluso a casas particulares y fincas campestres, también a las ferias, de la Encomienda y de pueblos de alrededor; allí, en definitiva, donde, además de su pitanza de calidad reconocida, se ocuparía hasta del último detalle que resultara de utilidad, dejando, en hora de su partida, todo ordenado y limpio en mejora clara de lo que a su llegada habíase encontrado. Pronto empezó a necesitar personal de apoyo, eran hombres y mujeres de otros pueblos a los que explotaba con mayor facilidad y cuyas críticas eran inexistentes a los oídos de los vecinos de La Encomienda y acalladas en los pueblos de origen, debido a la extrema necesidad existente en las aldeas circundantes. 

Era el mismo Demetrio quien se ocupaba siempre de recoger aquellas personas y devolverlas a sus lugares de origen bien alimentadas, pero con la mínima soldada; sistema que perdura en nuestros días, en la tercera generación, seis décadas después.