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En la penumbra, en medio de un gran charco de sangre, yacía aquel deshecho de hombre, presentaba, a simple vista, dos disparos de escopeta, que le habían destrozado la cabeza y el hombro izquierdo. Debieron dispararle dos veces para evitar que alguien pensara que se había quitado la vida él mismo. Horrorizados por la carnicería que habían provocado los cartuchos de postas, salieron de la vivienda al tiempo que llegaban los dos guardias civiles a caballo, y el vecino arrojaba el almuerzo detrás, entre los pajitos. La sorpresa llegó cuando el Secretario del Juzgado, en ausencia de su Señoría, y ya en presencia del médico, ordenó levantar el cadáver y en una última inspección ocular, descubren que el miembro viril, que había sido seccionado, aparecía enredado en la pernera derecha del pantalón.
El Comandante de Puesto de la Benemérita pide refuerzos a Toledo y se dispone a situar el pueblo en cuarentena, una especie de ley marcial a su modo y estilo, sabedor de que han sido maquis los autores de tan execrable crimen, y pueden estar escondidos en el pueblo; no atiende a las razones del médico que asegura que el crimen se produjo el día anterior, el galeno insiste en que aquel desgraciado lleva muerto veinticuatro horas por lo menos. También desconoce el cabo que faltan las dos pistolas Astra de don Anselmo, que seguían en poder de Justino. A la noche las órdenes son de rebajar la tensión que afecta a los vecinos, provienen del mismísimo Gobernador Civil, amigo y compañero de Universidad de don Anselmo, que le convence de la conveniencia de echar tierra encima a la tragedia acontecida y proceder a enterrar al fallecido en la intimidad, sin necesidad de funeral; le sugiere un simple responso en la capilla del cementerio del pueblo.
Demetrio permanece acorralado, intuye que van a por él y manda recado a su madre, quien, solícita, acude a consolar a su hijo querido, convencida de que se impone una marcha discreta del pueblo, sin que cunda la mínima sospecha entre la familia de su nuera, como tal siente ella a Rita, a pesar de las circunstancias propias de la bastardía. Demetrio está de acuerdo en que deben abandonar Quintanilla, pero es consciente de las dificultades que conllevará su marcha en el seno de la familia de Rita, por lo que propone a su madre dejar pasar un tiempo que sirva para intentar convencer a sus suegros de su voluntad de emanciparse y marchar en busca de nuevos horizontes, necesita convencer a Tomasillo de que, juntos, harán fortuna en otro lugar, allá donde su condición de bastardos no tenga que ser reconocida en los primeros tiempos.
Era conocido en la provincia el espíritu viajero y emprendedor de los vecinos de Quintanilla; y la situación de miseria en que se encontraba toda España, y de modo especial Castilla y Extremadura, que empujaba a muchos de ellos a la emigración a otras zonas del propio país. Así como durante la contienda civil Quintanilla y los pueblos de la comarca tenían como misión aportar combatientes al frente; al permanecer el pueblo en zona republicana durante toda la guerra, amen de mantener a su propia población, tuvieron que abastecer en la medida que les fuera posible los frentes de guerra, llegando incluso a acoger población no residente. Abastecer el frente favoreció el comercio, máxime si tenemos en cuenta el talante comerciante de vecinos acostumbrados a desplazarse a otros pueblos para vender sus productos, en su gran mayoría agropecuarios.
Esta actividad se llevaba a cabo sin aportación de capital, ya que sin recurrir a su atraso y subdesarrollo, Quintanilla, al ser un pueblo agrario y muy poco industrializado, precisaba de un menor aporte en inversión de capitales. Al mismo tiempo florece el estraperlo, que, en la zona, se conoce desde 1937, y cuya expansión fue incapaz de frenar el gobierno de la República, y con posterioridad el gobierno Nacional, que llegó a hacer la vista gorda en varias provincias, el estraperlo fue una consecuencia de la guerra. Es bien sabido que gran parte de las fortunas actuales en Castilla La Mancha y resto de España procede de parientes de estas familias adineradas que se dedicaron al estraperlo durante los años 1936 y siguientes, hasta finales de los ‘50’ como hemos dicho aquí, y es opinión de historiadores. A comienzos de los años ‘60’, en medio de un tardofranquismo aún balbuceante, el comercio, que empieza una tímida apertura, sin llegar todavía a la liberalización de los ‘80’, aún sumido en la intervención pública, impide que el estraperlo obtenga los beneficios de años anteriores, provocando su lenta desaparición.