MLFA, autor
José Bono 'el alopécico', Rodríguez Ibarra 'el bellotari', y Manolo Chaves 'Netol el de los ERE', mantuvieron el "SW" español en la miseria y en la ignorancia.
Justo es reconocer, y se hará más adelante en nuestra narración, que España conoció años de prosperidad social y económica bajo la égida del gobierno de Aznar, si bien es cierto que sobre bases muy endebles, como se comprobó al final de la década 1997-2007, que dieron por tierra con las estructuras sociales y económicas del país. El espejismo, que eso es lo que era aquello del Aznarismo, desapareció, ya entre las manos, también despilfarradoras, de Zapatero. Aunque venimos constreñidos a una determinada región de España, a nadie se le escapa que la corrupción se esparció por todo el país, reconociendo que fue en los ayuntamientos dirigidos por alcaldes socialistas, que se perpetuaban décadas en los cargos, aferrados a los mismos por mor de una democracia imperfecta que a su manera les concedía legitimidad, donde se gestó el embrión de la corrupción. Todo ello sin descartar a otros muchos ediles, valencianos y madrileños del partido popular. Son los alcaldes quienes califican terrenos y adjudican obras públicas, y es ahí donde se generan las comisiones ilegales que se reparten entre los políticos y sus respectivos partidos.
La gran corrupción daría comienzo, curiosamente, en estos dos años de nuestra narración, 1996 y 1997, durante los cuales se estaba juzgando la corrupción económica por parte de políticos socialistas en Barcelona; y de policías y responsables del ministerio del Interior por los crímenes de Estado que suponían los GAL de Barrionuevo, Vera y Galindo, entre otros, además del caso Roldán, el canalla que se llevó los magros ahorros de la caja común de los huérfanos de la Guardia Civil, cuyos padres eran asesinados por la banda terrorista ETA a lo largo y ancho de nuestro país. La ley LRSAL de final del año de 2012, promulgada por el PP, venía a resolver esta situación; pero como diría el poeta fuese y no hubo nada ya que no llegó a entrar en vigor por la oposición directa de los alcaldes del PSOE a la que se sumaron los del PP.
En Castilla La Mancha se hacían cargo de los desperdicios; fueran terroristas en clave internos de prisiones; políticos desahuciados de las cúpulas socialista y popular; presentadores de la TV oficial caídos en desgracia; todo la región destinada por Bono y los suyos a ser el desagüe del Canal de Isabel II madrileño, en lo que a cargos de la representación política y mediática hacía referencia. Solo faltaban los residuos nucleares, pero todo se andaría con los años. Se echaba en falta la llegada de industrias, frenada de raíz por los propios gobernantes socialistas, tal y como se viene en constatar cuando ya nos acercamos al final de década y anuncio de grandes cataclismos que aportará el nuevo siglo. En España los socialistas ya eran historia, en Castilla La Mancha y Extremadura mantendrían su poder omnímodo durante los próximos catorce años y en Andalucía aún lo mantienen debido a su política distributiva, ya que comparten lo robado con los ciudadanos, como se comprueba con el reparto del PER, y en un futuro, con los ERE.
De aquella derrota salieron fortalecidos los barones rojos de Andalucía, aquel insigne Manolo Cháves; de Extremadura, Rodríguez Ibarra conocido como bellotari; y de Castilla La Mancha, el inquietante y ambiguo José Bono, el hombre que regalaba relojes de madera a sus feligreses, y de qué manera; veamos cual era su fuerza real dentro del partido. Manolo fue nombrado como Presidente del PSOE y hasta el bueno de Ramón Rubial se removió en su tumba. Juan Carlos se lanzó al pontificado socialista a través de los medios de comunicación que le eran afines. José Bono se presentó como candidato a la Secretaría General del PSOE, convencido de que saldría victorioso, fue derrotado por un ningundi como José Luis Rodríguez Zapatero, y es que Bono no se había enterado de que el PSOE lo quería en Castilla La Mancha. Más adelante, ZP, que era el paradigma de la estulticia, lo hizo ministro, algo de lo que se arrepintió durante muchos años. En Castilla La Mancha todo había quedado atado y bien atado con Barreda y Page. Bono era quien seguía mandado, a pesar de su pérdida de aceite en Ferraz, en la región castellano-manchega. Se produjo un cambio de rumbo que llegaría a la desembocadura del Guadiana; no se podía prescindir del voto cautivo, pero ello no era óbice para que, juntos los tres presidentes, se decidieran a explorar otros yacimientos de voto, al no ser suficiente aquello del PER rural; de hecho, todas las capitales andaluzas menos Córdoba estaban ya en poder de los populares. Optaron por las subvenciones, una política de dádivas generosas, por no decir pródigas, que se vio muy favorecida por la recuperación económica, que incluía las licencias para la construcción y las mentadas recalificaciones de terrenos, a conveniencia del mejor postor, que siempre sería un amigo, con el que se habría convenido de antemano el pago de suculentas comisiones que iban a parar, como hemos señalado, a los bolsillos de los dirigentes políticos y sindicales; y al propio partido, también al sindicato hermano, claro.
En La Encomienda, como en el resto de municipios, la nueva política de subvenciones tenía un doble objetivo: el control de las asociaciones, fueran éstas de ámbito cívico, cultural, deportivo, lúdico, médico sanitarias; de todas ellas, en el convencimiento de que sus máximos dirigentes, que serían debidamente aleccionados, influirían decisivamente en el sentido del voto de los vecinos asociados; al mismo tiempo se llegaría hasta el mismo individuo y su familia, a través de una fluida comunicación y la convocatoria de eventos lúdico-festivos a cargo del Consistorio.
Las subvenciones constituían la segunda partida presupuestaria del ayuntamiento, solo por detrás de la correspondiente a los propios gastos corrientes; un verdadero escándalo, dinero del que los vecinos no tenían ninguna información, ya que los dirigentes de las asociaciones se negaban a informar sobre sus cuentas, que resultaban ser en la práctica las del gran capitán.
Se subvencionaban con largueza las cofradías penitenciales, así como las obras de reforma y mantenimiento de parroquias y ermitas; los párrocos no se sentían nunca impelidos para acudir al Obispado, el despacho del alcalde se encontraba más a mano y nunca les fallaba. Tejados, suelos, sistemas de calefacción, megafonía de última generación, bancadas; todo ello en claro incumplimiento del mandato constitucional que declaraba a España como un Estado laico, para ser más precisos, como un Estado aconfesional, donde el laicismo y la ética se superponen a las religiones, que han de respetarse, que no financiarse, como viene manteniendo esta Saga a lo largo de páginas de análisis y reflexión. Y lo que es más grave, utilizando los fondos que provenían del resto de las comunidades autónomas, en el ejercicio de la solidaridad debida y reconocida también en la Constitución, al ser estas tres comunidades receptoras de dichos fondos solidarios. Parece de justicia exigir que no sean despilfarrados, de la manera que los socialistas vienen haciendo a lo largo de la Transición, que se resume en que sus municipios poseen los mejores equipamientos lúdicos, amen de deportivos y culturales, estos últimos, los culturales, claramente infrautilizados ante la inexistente demanda cultural y ante la falta de promoción de la misma por parte de los dirigentes políticos de ese partido. Algo que nos recuerda mucho al panem et circenses de los romanos. En equipamientos, La Encomienda y otros muchos municipios de estas tres regiones subsidiadas, compiten con ciudades españolas de 250.000 habitantes y no hablan los sociólogos y urbanistas por boca de ganso, como se demostrará de forma fehaciente. En tejido empresarial, por el contrario, compiten con la nada.
El alcalde socialista de La Encomienda, que no iba a ser menos que los demás, dotó al pueblo de un nuevo polideportivo, piscina de última generación y pistas de tenis y de pádel que harían las delicias de ciudades como Mataró o Segovia. En estos pueblos existía universidad, llamada popular, donde se impartían los cursos más estrambóticos que uno pudiera soñar; desde bailes de salón hasta cuenta-cuentos, pasando por arte torero, todo ello alucinante, ya que requería director, secretaria técnica y funcionarios, elegidos de forma discrecional por el propio Consistorio, con unos exámenes, ya se dijo en la narración, trucados en su totalidad. Prácticas más propias de países subdesarrollados llevadas a cabo en una España que ya estaba de recalada en el siglo XXI. Aquel eslogan de ‘Socialismo en libertad’ era un escupitajo en la frente de los españoles que, a no dudar, pasaría elevada factura al PSOE, sin distinción de quienes fueran sus dirigentes, con excepción, claro está, del ámbito de la España profunda, caldo de cultivo de excelencia para los Cháves, Griñán, Bono, Barreda, y el barbilampiño Page, que algunos dicen que se escribe Paje, haciendo alusión al Paje de Bono, personaje historiado con cierta mala uva en los albores de los años ‘90’, por parte de unos fascistones irredentos de la ciudad de Toledo.
En La Encomienda se subvencionaba a las pocas empresas implantadas en su territorio con luengas subvenciones en el tiempo y en concepto de la ‘Competencia sufrida por parte de los industriales de etnia china’, y cuyo monto era muy considerable; algo expresamente prohibido por la legislación española y comunitaria; claro que un alcalde no respondía ante nadie, solo ante Dios, recuerden lo que costaría intervenir el Ayuntamiento de Marbella en 2006. La Ley de Bases de Régimen Local del felipismo devolvió a los alcaldes la condición de comendadores; en La Encomienda, como ya comprobaremos, se reinstauró el derecho de pernada, si bien referido a demandantes de empleo; no a las recién casadas, esto último reducido al ámbito de los hostales “Zagala”, alguna de cuyas empleadas eran catadas antes que el marido.
La asociación de motos viejas, que se decían antiguas, era subvencionada, año tras año, por el Consistorio socialista; se trataba de máquinas viejas, sin ningún valor, que petardeaban más que aquel policía que se hizo de vientre en descampado, al ser rechazado en el bar de “Neme”, al encontrarse el dueño en situación comprometida. Muchos miles de pesetas dedicados a una asociación de amigotes con sus motocicletas de los años ‘70’; a cambio venían obligados a dos desfiles anuales, uno de ellos siendo partícipes de la cabalgata de los Reyes, que provocaba la intoxicación por monóxido de carbono de los asistentes a la misma, la mayoría de ellos niños, que se pasarían tosiendo toda la noche. El segundo desfile, más ruidoso, consistía en una marcha en conserva, como los antiguos galeones de la flota española, por todo el pueblo, despertando a los vecinos el día feriado de las fiestas de verano. Al día siguiente harían lo propio los camiones del pueblo haciendo sonar sus sirenas con tal estrépito que volvían a ser diana de amanecer y despertar, claro que a los resacosos, que seguían en brazos de Morfeo, les esperaba el pasacalle tempranero de la banda de música. Los camiones y la banda, esta última en demasía, también estaban subvencionados. La mayoría de moteros lucía barrigón y alopecia bajo el casco, algunos de éstos eran réplicas de los utilizados por aquellos motoristas de la Gestapo de Hitler, y entre las máquinas cochambrosas abundaban algunas Sanglas de la policía de Franco.
Como es obvio, entre las motos viejas se colaban motos nuevas, sus propietarios hacían corro aparte, mirando con desprecio a los de las derbis aquellas. El presidente de la asociación había fallecido, muy joven por cierto, y se hizo cargo de la troupe aquel funcionario relacionado con “Zagala”, se trataba de un fulano que estaba prendado de la hermosa María, la nuera joven de Rita, y decidió celebrar las dos cenas anuales de amistad en los comedores del hostal de los Expósito, así se hizo durante muchos años, era en ese dispendio donde se empleaban fondos procedentes de la subvención; también solían realizar un viaje a Madrid, en este caso se decía de convivencia, con todos los gastos pagados. Al regreso algunas motos quedaban aparcadas en algún puticlub de la autovía, regresando sus propietarios de paquete en otras motocicletas de asociados. Este funcionario, Miguelón, pedía a Emilio, el marido de su amada, que subiera la factura de los ágapes, a fin de poner en conocimiento del Consistorio que la subvención les venía a resultar muy justita. Todas las subvenciones se ajustaban al alza cada año, sobre todo en año de elecciones, a fin de recordar a dirigentes y afiliados a las asociaciones cuál debería ser su sentido del voto en las elecciones municipales y autonómicas.
La asociación de pescadores también estaba subvencionada, como es lógico; se trataba de un grupo de aficionados, a los que la práctica de su deporte favorito les salía gratis, incluidas las grandes botas, cañas de pesca, sedales, anzuelos y hasta el mismísimo cebo; para justificarla celebraban campeonatos que las más de las veces venían en cancelarse debido a que el río no traía agua. Los más decididos acudían a los pantanos de Vallehermoso y Peñarroya, en ellos abundaban las carpas, algunas de gran tamaño. La pesca obtenida en el río, cuando de algún certamen pesquero se trataba, era donada a la residencia de ancianos, sin tener en cuenta que el río estaba altamente contaminado por restos de amonio y plomo, amen de sulfuros varios, cuya ingesta provocaba que los viejos se fueran de vientre por las patas abajo, así de seguido durante dos o tres días; a las quejas de algunos familiares atentos a la calidad de vida de sus mayores, se respondía, por los responsables del establecimiento geriátrico, que resultaba ser beneficioso para una adecuada limpieza intestinal, claro que todos los empleados del centro se negaban a ingerir aquellas carpas. Los pantanos citados eran ricos en sulfatos, la ingesta de sus peces solo perjudicaba al riñón, en forma de cálculos, y a veces a la vesícula, lo cual era más peligroso que las diarreas provocadas por el amonio, que los viejitos decían demonio. Los más espabilados de entre ellos hacían dieta el día que los cocineros anunciaban carpa para el menú de mediodía. Estamos hablando de sumas ingentes de dinero de los vecinos; es obvio que ni el alcalde ni el partido socialista financiaban estos desmanes, que iban a parar, se decía finalistas a estas ayudas directas, al divertimento, solaz y grandes cenas, amen de viajes y traslado del material, de unos vividores que se lo pasaban bomba pescando, montando en moto, acelerando sus camiones entre las calles del pueblo, o tocando el clarinete después de varios copazos de sol y sombra al amanecer. Dinero que era recolectado mediante el cobro de impuestos, precios públicos y tasas, cuasi confiscatorios, entre los propios vecinos.