MLFA – Coautor, traductor y director del Curso. Dos últimos temas tras la pandemia.
Las ventanas rotas: “Tolerancia cero” (1/2)
Esta estrategia es difícil de mostrar y también de describir, los motivos son diversos pero podemos destacar tres de los principales.
01 – Es una propuesta compleja o articulada que se puede segmentar en dos tramos claramente definidos:
A – Coincidente con el modelo teórico que es al cual nos referimos con el nombre de ‘Ventanas rotas’.
B – Propio de su aplicación operativa, llamada ‘Tolerancia cero’, que, a pesar de ser tributaria de la primera, es modelada por una política de seguridad pública determinada.
02 – A causa de su enorme complejidad resulta impreciso definir qué es la tolerancia cero. Un término que presenta unos orígenes inciertos y que tiene significados diversos dependiendo del ámbito y del contexto en que se apliquen.
03 – Por último hay un indiscutible debate a la hora de determinar si estamos ante una estrategia autónoma o si se trata de la expresión peculiar de alguna de las nuevas estrategias preventivas de patrullaje e investigación.
La estrategia ‘Tolerancia cero’ se fundamenta en las ideas desarrolladas por dos criminólogos de EEUU, James Q. Wilson y George Kelling, que van a publicar un artículo titulado “Ventanas Rotas”. Argumentaban que, en los ambientes desordenados, en el cual se desarrollan los pequeños delitos, se crea una sensación de impunidad que tiene un efecto de llamada sobre los delitos de más gravedad. Por lo tanto, los desórdenes son una invitación implícita para los criminales.
De esta manera, la traslación a la operativa policial de este principio consiste en concentrar la actuación sobre cualquier conducta que produzca desórdenes; es decir, tener cuidadoso solo de los delitos sino también, y fundamentalmente, de aquellas conductas que puedan resultar desordenadas.
El primer rasgo característico de esta hipótesis es que el énfasis de la prevención se sitúa en las conductas menos graves
A finales de los “90”, Kelling y Wilson (EEUU) especificaron dos formas generales de desórdenes:
“Indicadores físicos”: Estos hacen referencia a delitos menores, (en España ‘faltas’), como los ‘graffiti’, la presencia de basura y desperdicios en la vía pública, orines y excrementos de mascotas y vómitos, desperfectos en el mobiliario urbano, y en propiedades públicas y privadas.
“Indicadores de comportamiento”: Las manifestaciones de comportamiento incluyen hechos como orinar en la vía pública, utilizar el transporte público sin billete, los botellones incívicos, las gamberradas de la juventud, la prostitución en las vías públicas, el trapicheo de drogas, y las personas ebrias.
La teoría de las ventanas rotas implica que la persecución estricta del pequeño delito y el control sobre la degradación física del espacio público prevendrán el desarrollo de un entorno que lleve a generar otros delitos más graves.
Este modelo modifica sustancialmente la actividad policial porque atribuye a los profesionales poderes ‘casi normativos’ en algunos casos, es decir, los policías determinan “qué y dónde” se pueden realizar determinadas actividades en el barrio: dónde se puede beber alcohol, cómo de ha de beber y con quien, dónde pueden instalarse los mendigos y los vendedores ilegales.
La ejecución operativa de la tarea policial, a través de la tolerancia cero, implica una alta discrecionalidad
La actividad de la policía pasa a ser hiperactividad, una hiperactividad muy enfocada a unos determinados comportamientos, delictivos o no, en la vía pública.
El segundo rasgo de esta hipótesis es que estará orientada a los desórdenes que se producen en el ámbito público, en detrimento de lo que ocurra en la esfera privada.
La aplicación de esta política es selectiva respecto de los lugares donde se aplica: principalmente en entornos degradados