domingo, 27 de marzo de 2022

'La Saga de La Encomienda' - La Mancha - MLFA 2015 - (062-064)

MLFA, autor
Prisión de máxima seguridad de Herrera de La Mancha (Manzanares) construida en 1978 para albergar 400 presos de la banda terrorista ETA.

Su socio, Eduardo Aznar, franquista convencido, quedó al cargo de la compañía, que pasó a llamarse ‘Naviera Aznar’ y a tener, durante el régimen, hasta 48 barcos de alto porte. Ramón de la Sota fundó una nueva empresa naviera en Francia utilizando pabellones de conveniencia, como hicieron grandes armadores griegos de la talla de Aristóteles Onassis y Stavros Niarchos. Etarras huidos fueron contratados y desaparecidos como marineros en buques de su flota. Como nota curiosa, el edificio que albergaba la Comandancia de Marina pertenecía a Ramón de la Sota, le fue devuelto a la familia al comienzo de la Transición. El despacho de los buques mercantes se realizaba desde un palacete de la familia De la Sota. Tristemente, ETA asesinó a varios cargos militares de esa Comandancia, y lo hizo con brutalidad y hasta con saña.

Siendo así que el PNV plantó la semilla del diablo entre sus vástagos apelando a la venganza por la gran represión acontecida durante el franquismo; primero hostigando a las fuerzas de seguridad con exhibición de ikurriñas y cualesquiera símbolo vasco como lauburus y zazpiak bat, y más tarde a través de la lucha armada; no se entiende el trato concedido por el Gobierno al PNV, incluido el famoso cupo vasco; da toda la impresión de que los padres constituyentes temían más a las pistolas de ETA que a los argumentos historicistas de los nacionalistas del PNV, representados en la negociaciones previas por Arzallus, Cuerda y Marcos Vizcaya, los tres diputados del PNV. A título de anécdota, este último diputado, Marcos Vizcaya, salvó la vida en 1985, al rechazar embarcar en el vuelo 610 del ‘Alhambra de Granada’ estrellado en el monte Oiz y en el que perdió la vida aquél que fuera líder del Opus Dei, durante el inicio de la Transición, Gregorio López Bravo.

Curiosamente, el PNV, que resultó ser el gran beneficiado por la Constitución de 1978, no votó la misma, se limitó a acatarla por imperativo legal. Gracias al Cupo vasco, el País Vasco recauda todos los impuestos, se los queda (todos) en sus arcas, y a cambio le paga al Estado un canon que se conoce como el Cupo Vasco, que viene a ser el Concierto Económico que ya existía antes de la contienda civil, desde finales del siglo XIX, que fue abolido por el régimen del General Franco. En la actualidad, ese Concierto Económico o Cupo Vasco está amparado por la Carta Magna, y, por tanto, imposible de suspender. Cada cinco años se renegocian las cantidades a devolver por el Gobierno Vasco al Estado Español, que dependen de muchas variables, pero fundamentalmente de los gastos soportados por el Estado en las competencias no transferidas al País Vasco. Parece que el Cupo Vasco está de más, desde el minuto primero en que España se convierte en el Estado de las Autonomías.

Navarra disfruta de un régimen parecido, ya que venía amparada por su Régimen Foral que hasta el mismo General Franco respetó durante su régimen, como recompensa por el apoyo de los navarros al Alzamiento Nacional; apoyo convencido que superó al del resto de España. Los Fueros, que tuvieron su razón de ser en épocas pretéritas, deberían desaparecer al dotarse Navarra y el País Vasco de Estatutos de Autonomía, al igual que el Concierto Económico vasco por la misma razón. No parece justificado aferrarse a tradiciones arcaicas al mismo tiempo que a las modernas. Entendemos que la presión de los abertzales y de la denominada por ETA lucha armada, eufemismo que escondía la expresión que correspondía, que no era otra que la de terrorismo, del tenor de aquél que llevarían a cabo con menor intensidad las bandas del GRAPO en toda España y Terra Lliure en Cataluña. Aunque años más tarde el presidente José María Aznar sorprendería a todos los países europeos al denominar a la banda ETA como un movimiento de liberación nacional, claro que la única diferencia entre Aznar y Hernández Mancha, ambos nombrados a dedo por Manolo Fraga, era que el primero consiguió ganar unas elecciones, siendo idéntico el bajo coeficiente intelectual de ambos.

Con los nacionalistas del PNV rechazando la Constitución pero aceptando el Cupo Vasco, era de cajón que ETA se sintiera bendecida por los santones del PNV e incrementara su potencia destructora y se despegaba de otras organizaciones obreristas en la órbita de la Iglesia vasca, que no tenía nada que ver con el integrismo católico español; hablamos de la JOC (Juventud Obrera Católica), de la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) que aún existen, y de EIA (Euskal Iraultzarako Alderdia, en castellano Partido para la Revolución Vasca) que llegó a considerarse el brazo político de ETA, al frente del cual se encontraba Mario Onaindía, que fue condenado a muerte en Burgos en 1970 y posteriormente indultado por la presión internacional contra dicho proceso.

EIA significaba la simbiosis entre la independencia y el socialismo; su relación con ETA decayó y el partido se convirtió en EE (Euzkadiko Ezquerra, en castellano Izquierda de Euskadi), al frente del cual se encontraban Francisco Letamendía, el mismo Mario Onaindía y el mítico intelectual vasco Juan Mari Bandrés. EIA dio el salto de la cercanía con ETA al pragmatismo de los de EE con apoyo de gentes del PCE-EPK (Partido Comunista Vasco), liderado entonces por Roberto Lertxundi Barañano, (fue compañero de pupitre del autor de “La Saga de La Encomienda” durante doce años, en el Colegio Santiago Apóstol-La Salle de Bilbao). Roberto, médico y presidente de la Clínica Euskalduna, alternó la política con la medicina, desempeñó varios cargos políticos de relevancia, incluido el de senador, y junto con Onaindía y Bandrés han sido elevados al ghota de los políticos vascos de estirpe, siendo muy respetados por el resto de políticos del arco euskaldun y español.

Roberto y este autor estudiamos filosofía con los curas, él durante varios años, aunque luego se decantó por la ciencia médica donde es un profesional muy considerado en Contracepción y Reproducción Asistida. Mario Onaindía falleció joven, a la edad de 55 años; y Juan Mari Bandrés nos dejó en 2011 después de una larga enfermedad, había sufrido un derrame en el año 1997 que le apartó de toda actividad política y social, tenía 79 años. España entera debe mucho a estos políticos vascos que defendieron la dignidad y autonomía de aquella tierra con absoluta firmeza y total rechazo a la violencia. Profesionales de altura, médicos y abogados, ejercieron de políticos al mismo tiempo que enaltecían con su trabajo y entera dedicación a sus respectivas profesiones, sin dejar por ello su lucha en lo social, el mundo del trabajo, a cuyas asociaciones, no solo pertenecían, sino que (ellos) descollaban en la defensa de los intereses obreros. Todos ellos fueron coaccionados, incluso amenazados por fuerzas de uno y de otro signo, desde la propia ETA hasta la ultraderecha española, muy activa durante los primeros años de la Transición.

A principio de la década de los ‘80’ la mayoría de etarras cumplían condena en la Mancha, allí, a pesar de tratarse de una cárcel de máxima seguridad, eran ellos quienes gobernaban la prisión; la ciudadanía española desconoce que se regían por sus normas, y no degustaban el rancho de los demás internos, la comida procedía del exterior; tampoco mantenían contacto con los presos comunes, que les profesaban respeto, trufado de miedo, claro está, y habían hecho renuncia a los privilegios previstos por la Ley Penitenciaria, como la redención de penas por el trabajo u otros condicionantes del cambio de grado, todo ello siguiendo órdenes de la cúpula de la banda, que ejercía mayor control sobre los presos que los propios funcionarios, el mako (prisión) suponía una doble pérdida de libertad, la física por la privación de la misma, y la psicológica, que les privaba de autonomía en las decisiones que les afectaban. Los abogados de la banda se limitaban a hacer de simples recaderos, entre los jefes de ETA y los presos, que vivían dentro de una especie de burbuja en la que eran manipulados y controlados por la propia organización terrorista a la que pertenecían.

Esta situación cambió al decidir el Gobierno socialista dispersar a los presos etarras en 1989, faltaban varios años para ello y Demetrio no llegaría a verlo ya que fallecería ese mismo año; de haber sabido que, junto a su querido y próspero complejo hostelero, se instalaría aquella macro cárcel, con el trasiego de familiares y amigos de los terroristas, de abogados y presos a los juzgados del pueblo vecino y, en general, la presencia en los medios de comunicación de cuanto acontecía, a buen seguro que habría sentado sus reales varios kilómetros al sur, cerca de la línea fronteriza con la provincia de Jaén, donde también prosperaban conocidos bares de carretera, entre ellos el ultra ‘Taberna Don Pepe’, por donde no pasó la democracia española, quien habría recibido encantado como vecino a su conmilitón Demetrio Expósito y toda su prole hostelera.

Los centenares de etarras presos en la Mancha atrajeron a esta región a colaboradores de la banda terrorista, se ocuparon de controlar a funcionarios de diferentes prisiones, entre ellas la de Alcalá Meco, ésta situada en la comunidad vecina de Madrid, listos para señalar posibles blancos; informaban además de las posibilidades que ofrecía Castilla La Mancha para contratar pisos francos.

También disponían de un presupuesto especial para comprar gorras castellanas que les permitirían mimetizarse con el hábitat castellano-manchego. Algún periodista que escribió respecto de esta infiltración de filoetarras en La Mancha fue neutralizado rápidamente por los propietarios de muchos medios de comunicación. A los ciudadanos castellano-manchegos no les preocupaba mucho que la macro prisión se instalara en su tierra, de hecho no les hacía perder el sueño, empezaban a ser conscientes de que con el nuevo régimen seguirían igual que como estaban, sin industrias de ninguna clase, solo reservas de caza y ésta venía a ser una más, con la diferencia de que serían hombres, asesinos despiadados más concretamente, quienes serían enjaulados para el resto de sus vidas, según se decía por entonces, aunque se pudo comprobar, con el paso del tiempo, que tampoco aquello era cierto.

El escaso turismo que recibió la comarca era el realizado por los familiares y amigos de presos de la banda que, cómo no, degustaban exquisitos manjares regados con buenos caldos, siempre de la Rioja, como correspondía a buenos vascos, aunque lo de buenos se consideró ciertamente una entelequia, ya que una mayoría de estos familiares estaban de acuerdo con los horribles asesinatos cometidos por sus hijos y parientes de toda estela. Un tupido velo cubría cuanto acontecía en el interior de aquella prisión, la mayoría de cuyos funcionarios eran de Ciudad Real capital, donde eran recogidos y trasladados a la prisión en autobuses fletados por autoridades de Instituciones Penitenciarias, que recibían instrucciones acerca de no realizar comentarios, y muchísimo menos dar explicación alguna sobre los internos, a los que todo el mundo parecía tener miedo. El turismo de masas paraba en los “Zagala” y “Grandalla” y seguía viaje.

Corría el año 1983 y el PSOE había ganado las elecciones municipales y autonómicas en esta región, también en La Encomienda; ello preocupaba sobremanera en los dos “Zagala”, ya que, al estar considerados como gente de derechas de toda la vida, cambiaría el trato excelente que venían recibiendo de las autoridades municipales desde su arribada a este pueblo, convertido en pequeña ciudad con pretensiones de grande progreso, que, huelga decirlo, ya se vieron frustradas desde el inicio de la etapa socialista, con un alcalde prepotente y necio, rodeado, en un principio, de concejales de izquierdas, republicanos de raza que le ayudaron a hacerse con la vara de mando, y que, en un corto espacio de tiempo, serían relegados del poder, y ya no fueron incluidos en las siguientes candidaturas de 1987 por haber sido laminados al intentar construir un socialismo en libertad, algo no previsto para Castilla La Mancha.

En “Zagala”; Demetrio conseguía convencer a su hija Mercedes de la conveniencia de contraer matrimonio con aquél Eulogio que le hacía la corte, de manera infructuosa hasta el presente, ya que la joven vivía un verdadero nirvana junto a su apuesto y promiscuo camarero, relación que venía de lejos, aunque no por ello había disminuido en intensidad, al gozar su amorío del añadido erotizante de la clandestinidad en que se desenvolvía. Las semanas siguientes fueron de tensión y diligencias en “Zagala”, ya que los preparativos de la boda de Mercedes ocuparon a todos; Javier permanecía ajeno a todo aquél quehacer, ciego como estaba de amor por ella y convencido de que la muchacha simplemente dejaba hacer a sus mayores y allegados, pero no se planteaba el matrimonio como opción real de vida, por lo menos al seguir enganchada a su relación. La tarde anterior, ella, aprovechando que el Eulogio estaba en el pueblo con María, les había escuchado algo sobre una tienda de ropa de hombre recientemente inaugurada en el centro de La Encomienda, se decidió a resolver la situación con su amado, pasaron de cierto unos pocos minutos antes de que atendiera a la erección que presentaba el muchacho, pensó, como al principio de la relación, que aquello no entraría en ella y retiró la áspera colcha, que arregló en dos dobleces y depositó en una silla pegada a la cómoda, notando que la humedad impedía el hablar. El miembro viril, ya entre sus manos, palpitaba lleno de vida, el glande, de color violeta, y todas las venas o vasos de la piel que lo circundaba, resaltaban por la sangre que transportaban. Mercedes se decidió por chupar, elevando el miembro a la altura de sus labios y ya cerca del rostro lo acarició con los dientes, con fruición pero con mimo, hasta que, en el interior de su boca notó las primeras salpicaduras, leves pinchazos en su paladar, él resistía como buenamente podía y acariciaba a su hembra en los hombros y en la parte posterior del cuello, consciente de que inundaría de toda su semilla a la muchacha, que seguía dibujando círculos con los labios alrededor del prepucio, del todo recogido en la parte posterior de aquella arma de amor, que, ahora, como nunca había sido, domeñaba ella a la perfección.