domingo, 20 de marzo de 2022

'La Saga de La Encomienda' - La Mancha - MLFA 2015 - (059-061)

MLFA, autor
Juan Mañas, Luis Montero, y Luis Cobo; tres pacíficos jóvenes asesinados por la Guardia Civil, sus cuerpos fueron desmembrados, llenos de plomo y calcinados. Fueron falsamente denunciados en Manzanares (CR) como miembros de ETA. El pueblo añadió aquel horror a su trágico historial, ampliado entre 2011 y 2014.

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En el norte se vivían años de hierro y plomo; eran los primeros días de mayo de 1981, la banda terrorista ETA asesinaba a miembros de las Fuerzas Armadas, especialmente si pertenecían a la Benemérita, en esos días habían atentado contra un General provocando una masacre entre su séquito. Tres jóvenes se dirigían hacia Almería, procedentes de Santander, acudían a una fiesta familiar, es en la planicie de la Mancha donde comprueban que su automóvil, un Seat 127, comienza a dar tirones, y se dirigen a la localidad de Alcázar de San Juan, por ser un nudo ferroviario de primer orden; una vez entregado el coche averiado a las manos de un mecánico, cuyo taller estaba muy próximo a la estación de RENFE, éste les recomienda que alquilen un automóvil en un pueblo cercano, adonde se dirigen los tres muchachos en tren, raudos y ya más tranquilos.

En el coche de alquiler, un Ford Fiesta, se disponen a continuar viaje, se acerca la hora de mediodía y a unos treinta kilómetros paran en la Encomienda, en ‘Zagala’, justo a la entrada del pueblo; tiene muy buena pinta y están hambrientos, y ya de pie junto a la amplia barra piden bocadillos de jamón y queso y coca-colas bien frías, a la espera, les sirven unas tapas de pisto manchego que los chicos agradecen sentidamente. Desconocen que uno de los clientes está en el aparcamiento, tomando nota de la matrícula del Fiesta verde, al creer que son miembros de la ETA, él ha visto fotos en la televisión y asocia a los viajeros con la banda terrorista.

Los jóvenes reanudan viaje después de tomar café y agradecer el servicio y trato recibidos; reanudan su viaje a Pechina (Almería), para asistir a la celebración de la Primera Comunión del hermano de uno de ellos, sin ser conscientes de que el cliente de ‘Zagala’ ya había llamado al cuartel de la Guardia Civil de Alcázar mostrando su convencimiento absoluto de que se trataba de los tres terroristas que estaban siendo buscados por participar, días antes, en el atentado contra un General del Ejército de Tierra.

Tras la llamada de este ciudadano a la Guardia Civil, ésta montó la caza y captura del presunto comando terrorista, al frente de la operación estaba el Teniente Coronel de la Guardia Civil Carlos Castillo Quero. Es en Roquetas de Mar, ya en la provincia de Almería y, encontrándose de compras los tres viajeros, cuando fueron detenidos sin oponer resistencia por fuerzas de la Guardia Civil; eran las nueve de la noche, al día siguiente los cadáveres de los tres jóvenes aparecieron dentro del coche alquilado, calcinados y con varios impactos de bala. Habían sido torturados durante toda la noche en un cuartel abandonado de la Guardia Civil en Casafuerte; ya de madrugada los agentes se dan cuenta del error cometido, no eran miembros de ETA, y tratan de ocultar lo sucedido siguiendo órdenes del Teniente Coronel Carlos Castillo Quero, un demente, según un compañero de su mismo rango, y trataron de borrar las huellas de forma chapucera; según la propia instrucción del caso los tirotearon para simular un supuesto tiroteo, a pesar de que los cadáveres aparecieron esposados, se los llevaron, despeñaron el vehículo y le prendieron fuego.

Miembros de la Policía y de la Guardia Civil se presentaron en la Encomienda y en el pueblo vecino, donde habían alquilado el coche, y terminaron descubriendo que la denuncia errónea había partido del hostal ‘Zagala’ e identificando al testigo, vecino de la localidad, lo que provocó en Demetrio un ataque de angustia vital por el que hubo de ser atendido de urgencia, más calmado, comunicó a su familia que los de la ETA vendrían a por él, algo que no cuadraba a sus hijos, yernos y nueras, ya que había quedado suficientemente claro que la denuncia había partido de un vecino identificado. Demetrio tenía muy claro que el pasado se le aparecía de nuevo y se obsesionó con el caso de aquellos muchachos tan educados a quienes recordaba vagamente almorzando en la barra de su cafetería; seguía de cerca la información sobre el que se conoció como Caso Almería y echó mano de varios de sus conocidos en Madrid, todos ellos miembros de la ultraderecha y muy excitados por los asesinatos que llevaban a cabo la banda ETA y los terroristas del GRAPO; que, en cualquier caso, poco pudieron hacer salvo intentar tranquilizarle.

Cerca de Alcázar se había construido recientemente una cárcel de alta seguridad, que estaba destinada a albergar presos de ETA, que, en pocos años, llegó a contar con quinientos presos etarras; los familiares de aquellos internos acudían a la prisión varias veces al año desde el País Vasco, lo hacían en autobuses y pernoctaban en los pueblos de la comarca, lo que añadía incertidumbre a Demetrio y causaba inquietud entre los miembros de la familia, muy ocupados como estaban en ampliar sus negocios en la Encomienda. El hijo varón mayor trataba de serenar al padre utilizando el argumento de que los muchachos asesinados no eran miembros de la temida banda terrorista ETA, por consiguiente dicha organización no se sentiría nada constreñida por el terrible error cometido por miembros de la Guardia Civil, al torturar de forma sádica y ejecutar a tres civiles ajenos a la banda; de hecho, varios miembros cualificados de ETA desde Francia utilizaron el Crimen de Almería para incrementar su campaña internacional de desprestigio contra la Guardia Civil.

Rita consolaba a Demetrio con el silencio más absoluto, quería a su marido más que a nada o a nadie, le consideraba una víctima no el verdugo que realmente había sido; no obstante, con su silencio evitaba hablar de miedos y obsesiones con sus hijos y el resto de la familia, que, por entonces era muy numerosa, desviaba las conversaciones hacia los pingües beneficios que les reportaban sus negocios.

Hacía tres meses que se había producido el intento de golpe de estado del Teniente Coronel Tejero y España iba a la deriva, con un Gobierno dividido y debilitado, a pesar de lo cual la ‘Zagala’ buque insignia de la flota de Demetrio, navegaba con viento favorable, y los dineros entraban, podría decirse, a espuertas. El hijo mayor Diego, que sabía más de lo que decía, trataba de templar gaitas, de hecho, ya era la mano derecha, en la sombra, de Demetrio, y de ideas fascistas, ocultas, eso sí, como correspondía a un hombre de negocios en la España de la Transición. Sus excesos futboleros y taurinos, convertidos en real obsesión de vida, habían llegado a contagiar a sus hermanos y cuñados; todo ello contribuyó a aminorar la paranoia que vivía el padre de familia, aunque, como es lógico, sin llegar a desaparecer.

Demetrio no disponía de reloj biológico, dormía de día o de noche, sentado o tumbado, según se terciase, su sueño no era profundo, ni tan siquiera reparador; aquellos amaneceres trágicos, los vómitos entre estampidos y los rostros de aquellos seres asesinados sin misericordia y sin piedad alguna, se mezclaban en su cerebro, de la retina ya habían desaparecido, y provocaban en su organismo un estado de vigilia, semivigilia cuando conciliaba el sueño, casi permanente y que los suyos achacaban a su excesiva preocupación por los negocios. Su vivienda era una sencilla habitación, prácticamente un cubil, junto al comedor principal, allí dormía el matrimonio junto a la escopeta de caza de Demetrio y sin adornos, mucho menos lujo, él vivía como un monje y vestía como tal; no era extraño encontrarle dormido a cualquier hora del día o de la noche en una de las sillas del comedor, dentro o fuera, a veces en la terraza, debajo del rótulo “Zagala” que se instaló a principios de los ‘60’, su sueño era frágil, prácticamente un duerme vela, vivía en continua vigilancia, esa era su penitencia, en compañía de sus fantasmas.

Durante un tiempo, dos años aproximadamente, estuvo pendiente del caso Almería, comprobó, más adelante, como salieron bien parados los responsables de aquella masacre, que a él le traían a la mente otras muy parecidas; de los once guardias civiles, ocho nunca fueron juzgados, se consideró la eximente total de obediencia debida, otros dos fueron condenados a quince y doce años, y el Teniente Coronel Castillo Quero, máximo responsable, a veinticuatro años de prisión, de los que cumplió diez, de 1982 a 1992; falleció dos años después, en 1994, a la temprana edad de 60 años a causa de un infarto de miocardio. La Justicia fue la del Señor.

Ese mismo año de 1982 en que se produjo la condena de aquellos tres guardias civiles, Felipe González presidía el Gobierno de España con una abrumadora mayoría de votos, como ya sabemos, ello provocó desazón en Demetrio, volvía al poder, según sus contactos madrileños, la España roja; y en el norte, también en la capital de España, la banda ETA continuaba con su escalada de terror, asesinando a miembros de las Fuerzas Armadas, se consolidaba la época que se denominó los años de plomo, y que perduraría a lo largo de dos décadas.

En aquel momento ETA se castellaniza ya que comienzan a llegar presos de la banda, por cientos, a la prisión de máxima seguridad construida en la Mancha; ello obligará a sus familias a fletar docenas de autobuses que les traigan desde el País Vasco a visitar a sus parientes, con lo que supuso de espectáculo para toda España. La prisión manchega llegó a albergar a quinientos internos, todos ellos vinculados a la organización terrorista.

Se trató de un error de considerables dimensiones ya que se hicieron los amos de la prisión, llegando a amenazar a algunos funcionarios y a sus propias familias y provocando que los amenazados solicitaran otros destinos, que les fueron concedidos. La procesión de autobuses era detenida a intervalos de entre 150 y 200 kilómetros por fuerzas de la Guardia Civil, que revisaba maletas y bolsas, por razón de seguridad, y procedían a la identificación de los viajeros; todos ellos eran familiares de los etarras y algún amigo que les brindaba apoyo, durante el viaje. Les paraban en Miranda de Ebro, Burgos, Somosierra y a la salida de Madrid, en la Nacional IV de Andalucía.

Una vez en la Mancha elegían diferentes pueblos para pernoctar, no hay que olvidar que entre los presos, y por tanto entre sus familias, había enfrentamientos y disparidad de criterios sobre cómo afrontar la lucha desde el frente de makos, que era así como se referían a las prisiones. No eran clientes habituales de “Zagala” por pillarles a contramano, es decir en dirección Madrid al inicio del viaje de retorno a sus hogares. Los familiares que pernoctaban en La Encomienda y en otros pueblos vecinos salían desayunados hacia la prisión y de allí a la carretera nacional.

En cualquier caso, Demetrio nunca pensó que llegaría a encontrarse en el epicentro de aquel trasiego de viajes de cientos y cientos de familiares de los temidos etarras, que provocaban pánico, aún encerrados, ya que disponían de redes de contactos en el exterior, incluidos miembros decididos de la propia banda armada, o sicarios listos para ser utilizados.

La organización terrorista ETA (Euskadi Ta Askatasuna, en castellano Patria y Libertad) fue fundada en 1962 en conventos del País Vasco, convertidos en centros de reunión y discusión o debate; todos ellos pertenecían a la clase media vasca; se equivocan quienes hablan de obrerismo, en los orígenes de la banda, es más exacta la calificación de universitarios, incluso de algunos intelectuales magníficamente preparados entre el clero que les dio cobijo. La clase obrera fue un banderín de enganche para la organización armada. Las primeras reuniones datan, según fuentes fiables, de 1959.

Txabi Etxebarrieta, el etarra que, acompañado de Sarasketa, mató al guardia civil Pardines en 1968, rematándolo en el suelo después de haberle disparado a la cabeza, no trataba de huir de un control, sino de asesinar, ya que la banda había decidido apostar por la lucha armada en 1965, posteriormente Etxebarrieta fue muerto mientras se daba a la fuga por miembros del Benemérito Instituto. En Agosto de ese mismo año de 1968, ETA asesinaba al policía Melitón Manzanas.

Los primeros etarras son hijos y sobrinos de miembros del PNV (Partido Nacionalista Vasco), que, al igual que muchos adolescentes, trataban de matar al padre, conviene puntualizar que no es cierto que se produjera un enfrentamiento decisivo entre padres putativos e hijos, son muchas las leyendas por explicar, a fin de poder certificarlas, si procede, como hechos ciertos, y entre ellas está la dicotomía entre nacionalistas moderados y radicales, también conocidos estos últimos como abertzales o patriotas y gudaris o soldados, que han inducido a la confusión a lo largo de décadas pasadas. Cualquier nacionalismo es radical por su condición excluyente.

Miembros relevantes del PNV mantuvieron contacto, a veces muy intenso, con los miembros de la cúpula etarra; les ayudaron en la logística, también en el paso de la frontera o muga con el país vecino, fuese Francia, en la mayoría de los casos y, algunas veces Portugal, llegando a embarcarles como marineros en buques de la flota del armador Ramón de la Sota, antiguo socio de Eduardo Aznar en la Naviera Sota y Aznar. De aquellos dos socios, Ramón de la Sota, conocido nacionalista vasco, fue expoliado por el franquismo; todas sus propiedades, barcos y edificios emblemáticos de Bilbao, fueron incautados por el régimen.