Cuaderno de Bitácora
MLFA - CMM
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A principios de 1970 los gobernantes de los países africanos francófonos (antiguas colonias de Francia y Bélgica) promulgaron una norma (leyes hacían pocas) por la cual los barcos que comerciaran con esos países veníamos obligados a contratar una segunda tripulación, compuesta por 25 africanos bajo el mando de un jefe conocido oficialmente como ‘Kakatúa’. Como es obvio, el buque no disponía de alojamiento para la nueva tripulación, los 48 europeos (me permito la licencia a pesar de que los españoles aún no lo éramos), enrolados a bordo, ocupábamos todo el espacio disponible. Se dispuso un local situado a proa, junto a la caja de cadenas y el pañol de pinturas; allí se instalaron literas fabricadas a toda prisa por el carpintero de a bordo, así como una cocina muy rudimentaria que sirviera para condimentar yuca y arroz, que era la dieta alimenticia de aquellos desgraciados. Cuando fondeábamos las grandes anclas salían huyendo de su cubil absolutamente despavoridos. Los africanos embarcaron en una playa de Liberia, llegaron a bordo de una barcaza con su impedimenta personal y alimentaria, como salidos del infierno, y con los ojos desorbitados al ver aquella mole negra que era el viejo "Alberta".
Como ya imaginarán, los cocineros vascos doblaron la pitanza y los negros comieron
Hubo otra incorporación a bordo; se trataba de un sobrecargo francés cuya misión era ocuparse de coordinar las dos tripulaciones. Misión imposible: el gabacho desayunaba ‘Pernod’ (sin agua) y estaba borracho durante toda la jornada laboral de a bordo (de 08:00 a 18:00 horas). El capitán asoció el nuevo cargo a mis tareas, principalmente en cuanto a la sanidad a bordo y seguridad interna; se trataba de coordinar ambas tripulaciones: 48 europeos y 25 africanos.
El viaje redondo; Marsella, Génova, Valencia, Monrovia, Port Gentil y Libreville, Matadi y Boma, Brazaville, Cotonou, Togo, Lomé, Abidjan, Lagos Apapa, Luanda y Lobito; con escala doble en muchos de de ellos: carga general diversa de bajada y materias primas, especialmente cobre y maderas nobles de subida o vuelta al sur de Europa (Francia e Italia, a veces España), con una capacidad de 12.000 toneladas. La duración del viaje de ida y vuelta en ‘carreta’ era de seis meses y nuestros contratos eran de un año.
Aparece la lepra a bordo en versión ‘lepromatosa’ ¡conmoción general!
Cape Town (Sudáfrica) |
Uno de los ‘tripulantes’ africanos enfermó de ‘lepromatosa’, una versión de lepra de especial gravedad; el diagnóstico se realizó en el puerto de Luanda (Angola), la doctora – horrorizada – pidió que otros médicos portugueses (ella era africana) confirmaran su diagnóstico; fueron dos los especialistas que se presentaron a bordo. Llevaron al tripulante al hospital de Luanda, lo hicieron en una ambulancia ‘sellada’ y técnicos ‘protegidos’ contra infecto-contagiosas. Al día siguiente nos ‘devolvieron’ al pobre hombre; presentaron un informe que ratificaba el diagnóstico de ‘lepra’ y otro más; firmado por las autoridades de Sanidad Exterior, en el que se prohibía la entrada y consiguiente hospitalización en Angola (puertos de Luanda y Lobito) del enfermo.
A través del telégrafo informé a mi padre (médico) quien nos tranquilizó
Después de consultar con colegas suyos especialistas; estuvo de acuerdo con las medidas profilácticas ordenadas por los médicos de Luanda e insistió en que se cumplieran las referidas al aislamiento del enfermo a bordo. Mientras tanto; nuestros armadores franceses de ‘Fabre Line’ y ‘Chargeurs Reunis’ contactaban con los diferentes países del área de influencia francófona; curiosamente, el enfermo fue aceptado por Sudáfrica (la del ‘apartheid’), sólo 15 días después de ser diagnosticado, pudimos desembarcar al enfermo en Cape Town.
Perdimos dos hombres cargando troncos gigantes (trozas) en mar abierta
En algunos países, al sur del Golfo de Guinea, la carga de troncos, trozas de caoba y palo rosa, se realizaba en mar abierta; los troncos llegaban a nuestro costado en grandes balsas, unidos por cables y arrastrados por pequeños remolcadores. Por medio de los sistemas de carga de a bordo, puntales de 10 toneladas y bragas de cable de acero, extraíamos del mar los grandes troncos y se estibaban en bodegas (sobre los lingotes de cobre) y en cubierta, sujetos en los costados por raíles de ferrocarril encastados sobre las regala.
Los africanos trabajaban sobre los troncos; en equilibrio inestable, como es fácil de imaginar; su función era ‘separar’ el tronco de la propia balsa, para ello extraía el clavo o pincho de cada tronco y procedía a embragarlo. Una caída entre troncos era mortal de necesidad, al quedar debajo de la balsa (compuesta cada una de ellas por docenas de grandes troncos), y estar la zona infestada de tiburones. En este primer viaje perdimos dos tripulantes africanos, sus cadáveres no fueron encontrados (cierto es que a nadie interesaba).
Seis meses después arribamos a Marsella: los negros escaparon a la llegada
Lo hicieron 22 de ellos la primera noche; ello supuso la detención temporal del capitán español y del sobrecargo francés y una multa de muchos miles de francos a la compañía. A bordo quedó un africano; lo invité a mi camarote para hacerle preguntas, me respondió a una: era joven y quería luchar por el progreso de su pueblo, ello a pesar de las graves dificultades por las que atravesaba su país, Liberia, ese engendro de nación que ‘crearon’ los gringos para acomodar a miles de africanos llegados a EEUU a principios del siglo XX, que decidieron devolver a África. A partir de entonces nos obligaron a desembarcar a los negros en el último puerto africano y embarcarlos a nuestra vuelta al continente africano. En aquellos años las leyes sobre Inmigración y Sanidad Exterior eran muy estrictas y razonables. Otro tema (que hoy no toca) era la explotación de África. El saqueo de sus materias primas y la 'descolonización' fallida.
48 años después la inmigración irregular puede reventar las costuras de Europa