domingo, 10 de abril de 2022

'La Saga de La Encomienda' - La Mancha - MLFA 2015 - (068-070)

MLFA, autor
El alcalde socialista Tierno Galván, catedrático, demostró ser un hortera de mucho cuidado a la hora de despedirse de los ciudadanos de Madrid.

También traemos a colación a Paddy Woodwort quien resumió la situación perfectamente: “Si el motivo de la creación de los GAL fue el de acabar con el santuario francés, los organizadores lo habían logrado, pero si su objetivo había sido acabar con ETA fracasaron de forma estrepitosa”. La banda ETA fue a más gracias al penoso espectáculo que había dado la incipiente democracia española. Por la parte que afectó al gobierno socialista; tanto el grado de conocimiento como de participación del mismo en la creación y sostenimiento de los GAL por parte de cargos públicos socialistas de muy alto nivel, como Barrionuevo, Vera y Santamaría, fueron factor decisivo en la derrota del PSOE en las elecciones generales de 1996.

Ese año de 1983 en que se produjo la creación de los GAL, en La Encomienda ganaban las elecciones municipales los socialistas; el nuevo alcalde había pertenecido a la Falange, muy a última hora, lo cual hace que su posición política resulte inadmisible, se trataba de un hombre joven que, una década antes era de Falange, a diferencia de alguno de sus concejales, que eran falangistas de toda la vida, a excepción de otros cuatro o cinco concejales republicanos y de izquierdas confesos y reconocidos por la población; ésta y no otra es la razón por la cual no fue molestado nunca el clan de Zagala, con la condición, implícita, de que se dedicaran a lo suyo.

Al frente del complejo Zagala los hijos de Demetrio, que continuaban airosos su singladura por una Nacional IV que comenzaba a ser desdoblada, desde Madrid hasta Cádiz, hasta convertirla en una especie de autovía que no reunía las características de trazado y seguridad de una vía de alta capacidad, pero que venía a ser una solución práctica al tráfico creciente en dirección a la costa andaluza; en clara competición del tren ultrarrápido que se estaba construyendo en paralelo, el famoso AVE, que supuso la modernización de España en materia de transporte de pasajeros en condiciones de rapidez y seguridad, fuimos pioneros en Europa.

‘Neme’ continuaba su relación con la mujer de Nicolás, la exuberante Alicia, de aspecto sumiso y modosa en las formas, pero una verdadera hembra en la cama, al decir de Nemesio a sus íntimos; el marido de Alicia, Nicolás, era un muchacho recogido por Demetrio a instancia del sacristán de la ermita del Nazareno, nadie sabía dar explicación alguna acerca de cómo había irrumpido en su vida esta impresionante mujer; lo cierto es que ocurrido aquel primer encuentro por extrañas circunstancias, Demetrio dispuso de inmediato esta boda, de cuyo coste se hizo cargo, y les cedió una habitación que tenía un cuartucho de baño adosado.

El muchacho se ocupaba de los animales del hostal, que incluían una piara de gorrinos, así como de las obras de reparación y mantenimiento de aquellas instalaciones, una tarea de gigantes, realizada por aquél pobre hombre, que accedió a una retribución parca, diríamos que simbólica, después de casarse con aquella Venus a quien había conseguido preñar a duras penas, ya que su relación marital tenía lugar en Navidad, y eso debido a la soledad de ambos, sin familia de ningún grado y mucho menos amistades; era en esas fechas cuando correspondía la coyunda de aquellos seres desgraciados.

‘Neme’, que llevaba dos años enganchado con Alicia, reducida su actividad a los manoseos en el viejo automóvil y, en el mejor de los casos, al coito rápido en alguna casilla de campo, las había abandonadas a escasos kilómetros de “Zagala”; lo hacían sobre una vieja y sucia manta que llevaba en el coche, para envolver el producto de sus rapiñas en las neveras de servicio, a veces con la complicidad de la propia Alicia, que sabía encelar al amo Emilio, siempre, eso sí, en presencia de María, la esposa, vigilante siempre cuando se trataba de Alicia, consciente del magnetismo que ejercía la muchacha sobre los hombres del hostal, fueran propios o allegados y que le llevó a pedir a su suegro que le buscara una solución habitacional a la pareja dentro del pueblo y que allí dedicara su tiempo al cuidado de su hijo, siempre lleno de mugre entre los animales que cuidaba el padre.

Nemesio vio el cielo abierto y le prometió ayuda económica para pintar y amueblar, tan si fuera mínimamente, el piso que terminaría comprándoles Demetrio en uno de los barrios alejados de La Encomienda, donde a nadie le interesaba la vida del resto.

Ocurrió que la mujer del ‘Neme’ se llenó de dudas sobre la fidelidad de su marido y trató de fiscalizar sus idas y venidas, con la ayuda de su hermano mayor, ayudante de cocina en un restaurante conocido del pueblo, al que decían ‘Casa Ramón’, famoso por su especialidad en asados y carne mechada, quien de forma inmediata se dispuso a vigilar a su cuñado, con el que se llevaba medio bien y menos, por el alarde del dinero que hacía a menudo, siendo que el cuñado conocía la procedencia de los billetes, siempre pequeños en cuanto a valor fiduciario, pero muchos; ya hablaba de comprar otro coche, esta vez sería nuevo, le tenía echado el ojo al nuevo Renault 8 y ya echaba cuentas con un huésped que trabajaba en una de las dos Cajas de Ahorro, al que trataba de forma especial en el comedor del hostal, se trataba de un mozo viejo (solterón) con posibles y algo de familia en el pueblo de Úbeda, adonde se trasladaba en su impresionante Seat 1500 azul marino los fines de semana con buen tiempo, viajes que fue espaciando ante otro tipo de alternes que le facilitaba Neme, hábil como una serpiente para todo tipo de arreglos y cambalaches de los que pudiera obtener algún beneficio para él mismo. El bancario, que conocía su relación con aquella Alicia, sentía una mezcla de envidia sana y admiración por alguien que era capaz de solazarse de continuo con semejante hembra, que atolondraba alguno de sus sueños en la fría habitación de “Zagala”.

Nemesio era familiar de los propietarios de “Zagala” por vía indirecta, ello le reportaba algunos beneficios, conocedor por esos lazos, del saqueo continuado de las cajas por parte de hijos y cuñados, encontraba vías para participar del expolio. En 1983 los propietarios seguían sin dar de alta a los trabajadores en la Seguridad Social ni en las Mutuas de Accidentes, por lo que no existían nóminas o recibos de salarios y se les retribuía, bien al día o a la semana, aunque no siempre; en esa tarea ‘el primo’ Nemesio era un especialista, ya que convencía a los otros empleados, sus propios compañeros, de la necesidad de esperar varios días, o unas semanas a veces, para cobrar los parcos salarios que, al final, habían conseguido a base de protestar, los menos, y cambiando de empresa la mayoría de camareros, un oficio éste, que, al igual que el de albañil, era muy solicitado en la zona.

El fracaso escolar hacía estragos en la comarca, y ello contribuirá a la desindustrialización de Castilla La Mancha, por falta de formación que redundaría, más adelante, en escasez, por no decir ausencia, de mano de obra especializada; todo lo cual formaba parte de la hoja de ruta de los nuevos gobernantes para el aislamiento de la región; ello les permitirá perpetuarse en el poder en Castilla, Extremadura y el interior de Andalucía; los mismos a pie de zona, al tiempo que sus compañeros del PSOE en el resto de España, al disponer de un granero de votos, referenciado a unos diez millones de habitantes, la cuarta parte de españoles en la década de los años ‘80’.

Una vez conseguido el magro salario, el problema radicaba en su percepción, ya que cobraban a base de adelantos que Nemesio anotaba en una sucia libreta y que le reportaba beneficios extra, pues lo suyo era meter mano en las cajas registradoras del comedor y cafetería, aunque no desdeñaba sisar a los propios compañeros alterando los importes adelantados, a base de tachones en la libreta de la que se ha hablado. Parte de ese dineral rapiñado lo escondía el ‘Neme’, para dedicarlo a su amante, encantada de aquellos ingresos, que llegarían a alcanzar un monte (ella lo decía de esa guisa) que le permitiría adquirir muebles, incluso cortinas, que, a los ojos y oídos de aquel marido desgraciado, Nicolás, eran préstamos de la Isidra, a la que le hacía faenas de limpieza en el piso de La Encomienda.

- Tú le explicas que el dinero proviene, el Neme trataba de impresionar a la muchacha con vocabulario que escuchaba al servir las mesas o en la barra y apuntaba en aquella libreta gastada, siendo así que tenía menos certificados académicos que una liebre; pero era hábil y astuto y, como al resto del clan familiar, se le podía catalogar como persona sin escrúpulos; le dices que te ayuda la jefa (se refería a Isidra) y yo te daré los papeles con las anotaciones a modo de facturas que le presentarás. – Alicia respondía que no podrían devolver esos dineros, ya que hasta ahí llegaba la pobre desgraciada, demandando las respuestas o el qué decir a su hombre. – Nada te ha de preguntar, estate bien segura. Neme resultaba expeditivo, amen de enamorado hasta las cachas, y cortaba la conversación, penosa de seguro, con arrumacos y caricias expresivos de su amor, que a ella le hacían sentirse diferente.

Nemesio quería a esta mujer como no había sentido nunca, hasta llegó a plantearse separarse de su esposa, sujeta maligna, y lo tenía de sobras comprobado; pero la preocupación, quizás miedo, por las consecuencias, atenazaban sus impulsos y hasta sus mejores sueños. Se veía fuera de “Zagala”, y cabía la posibilidad de que el necio del marido le agarrotara una noche en alguno de los rincones ocultos de la vasta propiedad, a ello contribuirían las pocas luces del desgraciado. Esta pasión llevó a Nemesio a cometer errores de bulto, añadiendo al efectivo facturado a su modo, regalos íntimos, tales que ropa interior y abalorios, que terminarían en las manos de su esposa, controladora cual ave rapaz desde las alturas, asistida por su hermano en las labores de vigía de las tiendas que frecuentaba el Neme en los pueblos de alrededor de La Encomienda.

Aquel socialismo, ganador el año anterior en La Encomienda y en la práctica totalidad de los municipios de la región, no parecía muy dispuesto al ajuste de cuentas temido por Demetrio al haber aceptado la derecha el resultado de las elecciones sin chistar; a fin de cuentas, se decía, era más apropiado que la miseria la repartieran los otros, es decir los socialistas, por lo menos hasta que la situación económica cambiara de signo y se produjera el tan esperado despegue del pueblo, no en balde disponían de la adecuada infraestructura, legado de aquellos alcaldes, tan denostados, del régimen anterior. Craso error de apreciación de la burguesía aposentada en el pueblo, como se comprobará. Un nuevo régimen se instauraba en La Encomienda, calco perfecto del resto de pueblos, y llegaba para quedarse, como así resultaría, sin duda alguna.

Javier comenzaba a temerse lo peor, era del dominio público entre los empleados de “Zagala” que se procedía a amueblar el piso de la hija Mercedes, próximo al de sus hermanos, del tiempo de aquellas inversiones realizadas por Diego y recomendadas por su padre a fin de alejar, en la medida de lo razonable, a las nuevas familias, del hostal e instalaciones anexas. Mercedes no le ponía las cosas fáciles, excusándose con el miedo a sentirse vigilada a todas horas por empleaduchas que vislumbraban ya la posibilidad de que el recién llegado Eulogio, que hasta el momento les había importado una higa, se convirtiera en amo al desposar a la hija menor de los Expósito, lo cual cambiaba de bando alguna de sus simplonas percepciones sobre el poder que podría adquirir el individuo, mal educado a pesar de las apariencias que gastaba y adulador de ellas mismas, por la libido o lascivia, aseguraban entre ellas, una de las cuales habría sido requerida de besos al estar ocupada en la limpieza de su habitación, por lo menos ella juraba y perjuraba sobre el intento y se trataba de una muchacha de fiar, que fue despedida de ipso facto por Emilio, siempre al tanto de chismorreos y maledicencias, al no ser muy dado a trabajar de forma constante.

En el mundo de la política, mientras tanto, se sucedían las reuniones de dirigentes socialistas con alcaldes y concejales de su propio partido; la consigna principal, la premisa fundamental era taxativa: “Se trata de pegarse al terreno y aceptar las costumbres del ciudadano castellano-manchego”, que llevaba implícito el respeto, consideración y hasta la financiación de la iglesia en todas aquellas obras de reparación y mantenimiento de templos que hubiere de menester, así como el pago de subvenciones a las cofradías penitenciales, en montante suficiente para el buen desarrollo de las procesiones, con expresa instrucción de acudir a las mismas, alcalde y concejales, revestidos de solemnidad, que incluía la vara de regidor.

José Bono había ganado las elecciones autonómicas de Castilla La Mancha en 1983 bajo las siglas del PSOE. Procedía del PSP (Partido Socialista Popular) de Tierno Galván, que se integró en el PSOE en el año 1978; católico practicante y arribista político se mantuvo como presidente de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha durante seis legislaturas, hasta el año 2004, que pasó a ejercer de ministro de Defensa en el gobierno de Zapatero. Nunca superó haber sido derrotado por éste en las elecciones para el cargo de Secretario General del PSOE; a quien Bono consideraba un advenedizo e inexperto político. Uno de sus logros, según reconocía él mismo, era el de haber trasladado el retrete de los manchegos del patio al interior de sus viviendas. Controló con mano férrea la confección de las listas electorales a la propia Comunidad y a cada uno de los municipios, utilizando como base sustantiva el binomio: falangistas y republicanos, de tal manera que la izquierda, en la que José Bono no confiaba, fuera controlada en cualquier circunstancia crítica que pudiera producirse.