domingo, 23 de enero de 2022

"La Saga de La Encomienda" - La Mancha - MLFA 2015 - (035-037)

MLFA
Estado en que quedó el automóvil 'Dodge Dart' de Carrero Blanco; meses después del atentado Demetrio compró un coche idéntico para 'Zagala'.

Verdadero acierto por las especiales características de esta mujer, que, intentará, desde el primer día, ejercer un riguroso control sobre los empleados, bien es cierto que nunca lo consiguió, hasta el punto de que familiares directos se verán involucrados en hechos luctuosos, verdaderas tragedias que conmovieron a la sociedad de La Encomienda. Uno de aquellos 'ajuntados', de condición funcionario del Estado, enamorose perdidamente de esta mujer, a la que llegó a acceder por medio de visitas que realizaba acompañado de su esposa, dirigente de una de las organizaciones benéficas de La Encomienda.

Enrique era uno de esos muchachos que se acercaron a los hoteles de la familia, con el buen ánimo de relacionarse con los hijos y algunos de los empleados que eran familia indirecta de Demetrio; era homosexual y muy bien dispuesto a echar una mano si se terciara, como solía ocurrir cada noche, aunque a veces la gran aglomeración de viajeros se producía al amanecer, con sus vejigas repletas y la necesidad imperiosa de reponer fuerzas después del traqueteo inmisericorde del autobús. Tuvo buena acogida, hacía sus primeros pinitos en operaciones en las que actuaba como corredor de fincas y bienes raíces, Enrique era honrado, algo que se daba de bruces con la operativa reinante en “Zagala”, pero coincidía con Demetrio en que no había que tributar a la Administración bajo ningún concepto; el final de Enrique, años después, fue de tragedia griega, inducido al suicidio; otra más de las que sobrevolaron el complejo hostelero. El bueno de Enrique trató de bienes inmuebles con Demetrio y Tomasillo, años más tarde lo haría con sus hijos.

Otros, por el contrario, incluido algún funcionario municipal de La Encomienda, acudían al olor del dinero y por ver de participar en alguna invitación, Demetrio era pródigo si la ocasión se terciaba y sentía algún tipo de interés por el homenajeado, también se encontraba necesitado de hacer valer, siquiera conocer, su éxito en determinados ambientes del pueblo que le había acogido, si bien de aquella manera, utilizando las invitaciones; él era consciente de que las nuevas generaciones, sus hijos y nietos, deberían imbricarse en la Encomienda con legitimidad plena, respeto y admiración de parte de los lugareños, confiaba en ello a pies juntillas y era el principal motivo de conversación y hasta debate enriquecedor con su amada Rita, copartícipe de aquellos proyectos, a medio y largo plazo. Ambos tomaban buena nota de nombres y de los posibles de orden social y económico de aquellos visitantes a quienes agasajaban, en una libreta que controlaba Rita, semillas que podían germinar en un mañana mejor, que resultase beneficioso para sus hijos y nietos.

Castilla La Mancha no existía a los efectos del proceso democratizador que experimentaba España; muchos recordarán la impertinencia de aquel padre de la Constitución que, cinco meses antes de comenzar la negociación que daría a luz la Carta Magna, preguntó en una de las reuniones por la existencia de Castilla La Mancha, región que trataba de constituirse, cual era su derecho, en Comunidad Autónoma. Aquella astracanada resultó inadmisible, bien es cierto que algún otro padre del texto constitucional intentó, sin éxito, unir ambas Castillas en una sola Comunidad. Lo cierto era que el desarrollo y la prosperidad no se repartían de manera uniforme y una España cercana ya al nivel de vida y educación de Europa, no podía vivir bajo la bota del General y su Movimiento Nacional, pero resultaba ser una simple declaración de intenciones por parte de la oposición ya que el pequeño dictador murió en la cama en fecha posterior al fallecimiento de muchos de sus adversarios políticos.

En 1973 vimos como los dos establecimientos de Demetrio Expósito capeaban la crisis y obtenían pingües beneficios, como si la misma no les afectara; pero otro tipo de nubarrones se cernían sobre el patriarca de los “Zagalas”; el asesinato del Almirante Carrero Blanco, a manos de la banda terrorista ETA en Diciembre de 1973, con el visto bueno implícito de potencias extranjeras que apostaban por el advenimiento de la democracia en España, provocó grande angustia en nuestro Demetrio, él era de aquellos que pensaban en el régimen franquista como algo que resultaba inamovible y se perpetuaría en España una vez desaparecido el Dictador. La desaparición del sucesor in péctore del Caudillo, abría las puertas a las hordas rojas que Demetrio daba por desaparecidas. Eso y la enfermedad vascular del Generalísimo, aquella flebitis conocida ya por todos los españoles, provocaron la vuelta de los fantasmas a la mente del hostelero.

Son años en los que, de alguna forma, abandona la gestión directa del negocio, que pasa a manos de su hijo Diego, el gran acosador, que pasa a convertirse en el representante de la marca Zagala y a cambiar el tipo de inversiones del padre; con anterioridad a la desaparición física del Caudillo adquiere, a muy buen precio, siempre con efectivo, varios pisos en la propia Encomienda, así como en la costa de Almería, son inversiones muy sólidas. De nada sirvió que intentara convencer al padre de que los sectores más reaccionarios del franquismo saldrían con más fuerza del asesinato del Almirante, y convencieran al Caudillo del nombramiento de Arias Navarro, apodado el 'carnicero de Málaga', hombre de la línea más dura, para suceder al fallecido. Es en esos días cuando se produce el diálogo entre el padre y su hijo mayor, en presencia de su madre, Rita, verdadero catalizador de las pasiones que ya generaban ambos hostales.

- Diego, resulta del todo imprescindible que inviertas el sobrante en metales preciosos, serán garantía de futuro, y puedes hacerlo en Madrid, adonde yo te enviaré; la excusa perfecta para abastecernos de oro, plata y piedras preciosas, será nuestra conocida prodigalidad para con los nuestros, y cualquier ocasión será motivo de adquisición de joyas de calidad garantizada y procedencia conocida, ninguna compra deberá hacerse sin el correspondiente certificado de autenticidad así como el de origen. En la guerra que vivimos de jóvenes tu madre y yo el dinero llegó a no valer nada, en esas circunstancias tuvimos que recurrir a la economía de trueque, es por ello que te pido que inviertas en joyas; a la vista de lo que está ocurriendo lo considero más que adecuado, si vuelve la confrontación los proveedores no aceptarán efectivo.

Demetrio sabía de qué estaba hablando; conocía bien que, entre 1936 y 1939 el dinero en efectivo había dejado de valer, también intuía que los rojos alcanzarían de nuevo el poder, y que, en el mejor de los casos, la peseta sufriría una devaluación, es decir, que valdría mucho menos, por ello, aplaudiendo la compra de pisos realizada por Diego, era preciso conseguir joyas que les permitieran adquirir mercaderías de sus proveedores a buen precio, ya que recordaba el estraperlo de la década de los ‘40’ y el contrabando de las décadas posteriores.

- Hijo mío, intervino Rita, que había vivido todo aquello, así como las deudas contraídas por el gobierno de los nacionales con su familia, felizmente resueltas gracias al apoyo recibido de don Anselmo; padre tiene razón: la circulación del dinero se verá afectada y todo el mundo tenderá a sacarse de encima los billetes como si les quemaran en los bolsillos, lo que afectará, sin la menor duda al precio de los metales preciosos; surgirá de nuevo una economía de trueque, como la que ya vivimos tu padre y yo en Quintanilla; mi padre se las veía y deseaba para obtener determinados productos, que se encarecían día a día y distorsionaban los precios para nuestros clientes, que no entendían de inflación y estos nuevos términos.

Diego escuchaba con admiración a sus progenitores, sin comprender de donde obtenían tanta información, y tan acertada, a su parecer, ya que coincidía con algunas opiniones que podía escuchar a diario entre las mesas de su flamante restaurante. La gente mayor encorbatada, que se manejaba con desenvoltura con su nueva cubertería de acero inoxidable, se mostraba nerviosa ante las noticias que llegaban a cuentagotas sobre la enfermedad del Caudillo, y eran conscientes de que el nombramiento de Arias Navarro no indicaba signos de apertura, tampoco de consenso con las fuerzas emergentes, que eran los comunistas y nacionalistas vascos, en medio de grupos progresistas y radicales de la Iglesia, y un terrorismo vasco incipiente, que ya contaba en su haber con varias víctimas mortales, miembros del benemérito cuerpo de la Guardia Civil, que respondía a los ataques del terror, auspiciado y protegido por nacionalistas de la burguesía industrial vasca. Diego, hombre simpático, diríamos que chistoso, tenía acceso a muchas de las conversaciones y estaba mejor informado que algunos intelectuales de rondón de la Encomienda, que se mesaban barbas algunos, y atusaban bigotes los más, sin acceder a ningún tipo de información política, en vísperas, como estaban, del fallecimiento del General.

La Iglesia local permanecía tensa, en la Encomienda los párrocos hacían preces y votos por la salud del Caudillo, sin el menor recato, sabían que se encontraban en territorio nacional, y esa percepción era debida a que se relacionaban con los elementos cercanos al franquismo local.

La Iglesia local venía aceptando reformas impuestas por el Concilio Vaticano II; las cuales hacían referencia a la utilización de lenguas vernáculas, con abandono del latín; a esto último eran contrarios estos curas trabucaires, que se encontraban a gusto entre latinajos que nadie entendía; la bajada de los púlpitos para igualar al pastor con su rebaño en la medida de lo posible, más bien imposible en estos predios; hacía tiempo que los sacerdotes celebraban la Eucaristía de cara a los feligreses, pero se negaban a identificar comunión y comunidad, cercenando así cualquier posibilidad de mejora de la identidad del ciudadano vecino y, por ende, de su sentido de pertenencia a su propia comunidad, factor clave de progreso y al que debe aspirar cualquier comunidad. El Vaticano II no pasó por Castilla La Mancha, sabía que no era bienvenido.

La idiosincrasia de la Iglesia local, nos referimos a la región de Castilla, estaba perfectamente contrastada, aceptada y apoyada por sus obispos, en esta especie de Tíbet integrista en el que se mantenían a la espera de tiempos mejores; curiosamente, el General Franco apostaba por una cierta transformación; el desarrollo y la modernización económica e industrial constituían sus prioridades, de forma tímida eso sí; quizás podríamos sugerir que el lastre, pesado, como se vio y vivió décadas después, de esa Iglesia integrista, alejó al Caudillo de las Españas de estos páramos, y su alejamiento a excepción de su afición cinegética, no fue positivo para nuestras perentorias necesidades de industrialización y aggiornamento, que fue el vocablo rey en el Vaticano II. Más adelante cotejaremos estas opiniones con la realidad del socialismo rampante, que apareció ocho años después y se adueñó de la región para décadas. También de la mano de párrocos locales y obispos de esta región, situación que, todavía hoy, sigue llamando la atención en la España de progreso.

Franco creyó siempre en la posibilidad de que los cambios sociales y económicos fueran de la mano con una religión de corte teocrático y tradicionalista, de forma que sus parámetros de corte social y la religiosidad se mantuvieran incólumes; al igual que los soviéticos, solo que éstos querían juntar el desarrollo social y económico con el sentimiento antirreligioso. En ambos casos pecaron de ingenuidad, aunque el soviet se mantuvo más años en el poder, como es bien sabido, si bien es cierto que el apoliticismo del sucesor Juan Carlos, permitió que, cuatro décadas después, el atado y bien atado sea una constatación a los ojos de muchos analistas políticos.

La democracia nacida de la Transición española no solo condonó a los franquistas cual deuda del pasado, sino que les permitió mantenerse en su interior, para desde ese útero democrático mantenerse en el poder, bien que disfrazados a los ojos de la ciudadanía; accedieron al poder políticos falangistas de última generación, entreverados con socialistas ingenuos y otros de su ralea que no supieron ver, a pesar de su gran tamaño, el caballo de Troya que no era otro que el PSOE (Partido Socialista Obrero Español), desaparecido a los ojos de la resistencia contra el régimen franquista y aparecido justo en 1975, cual virgen entre peñascos y justo a la muerte del Dictador. Establecieron sus cuarteles de invierno en el sudoeste peninsular, en las vastas extensiones de Castilla La Mancha, Extremadura y la Andalucía interior y en la Bética; y sus vanguardias afrontaban la tarea del llamado cambio allende Madrid, para rendir pleitesía a vascos y catalanes nacionalistas, a la espera de contar con su apoyo político; bendición en el caso de los vascos.

En el verano de 1975 la economía de La Encomienda había mejorado sustancialmente, pero se trataba de una mejora pírrica, la crisis petrolera de 1973 había dado al traste con el amago de recuperación económica, muchos vecinos no vieron otra solución que vender sus tierras a los agricultores de pueblos de la misma comarca, que no dudaron en comprar la práctica totalidad del campo radicado en la Encomienda. La población floreció como no lo había hecho a lo largo del siglo y se convirtió en una pequeña ciudad de servicios, lo cual equivaldría, en versión circense a un triple salto mortal, ya que se pasó del sector primario o agrícola al terciario o de servicios sin solución de continuidad a través del secundario o industrial. Se pagaría muy caro, y a no mucho tardar, exactamente una década después, La Encomienda iniciaría lentamente su decadencia económica y social, de la mano de gobiernos de corte socialista, que no eran tales.