lunes, 17 de enero de 2022

"La Saga de La Encomienda" - La Mancha - MLFA 2015 - (032-034)

MLFA
En la víspera del juicio contra alcaldes y concejales del PP de La Mancha traemos a cabecera la escultura que "representa" la petición de subvenciones.

Demetrio manejaba bien los tiempos y su ocupación principal, llevada a cabo la separación de los dos hermanos y sus respectivas familias sin que se produjeran roces; no olvidemos que la unión entre los hermanos era como el hierro forjado; consistía en hacer de casamentero, en función de los intereses del negocio sumar nuevos miembros a la familia, en ningún caso dejar al albur los posibles enamoramientos inadecuados de sus hijas, la pequeña, Mercedes, era bella, como una muñeca de porcelana, pero, como veremos más adelante, difícil de manejar.

- Diego, hijo, he vuelto muy preocupado de mi último viaje a Madrid; en el norte y Cataluña van muy avanzadas las obras de autopistas de gran capacidad que, en estos años venideros desplegarán sus tentáculos por el resto del país, y deberemos estar preparados para esa contingencia, en nuestra región hablan de desdoblamientos ya que la iniciativa privada no está dispuesta a invertir aquí, en cualquier caso, esos desdoblamientos semejarán autovías, y los vehículos circularán a gran velocidad, evitando paradas de descanso o refrigerio como hasta ahora.

- Padre, deberíamos pensar en la construcción de un nuevo hostal justo enfrente, de forma que quedemos receptores de los viajeros de ambas direcciones, de forma que, aún separados por una carretera doble vallada, tanto los viajeros que se dirigen al norte, como quienes lo hacen hacia la Costa del Sol y Levante, encuentren el acogimiento de nuestra familia en los dos establecimientos.

Diego era la mano derecha de su padre desde que Tomasillo se ocupaba de su propio negocio, Demetrio se incorporó de la silla que ocupaba en la terraza de poniente para atender a Rita que se dirigía hacia ellos con gesto de preocupación. – Mujer: ¿qué te preocupa en una tarde como ésta? inquirió el patriarca con dulzura; - En la barra hay dos hombres que preguntan por ti, dicen ser del Toboso. – Diego atiéndeles tú, con corrección pero que no vean hospitalidad de tu parte, no tenemos relaciones con gente de por allí.

Rita tomó asiento junto a su marido, al tomarle del antebrazo notó sudor en el mismo, ella no compartía los fantasmas de su amado, más le hubiera gustado hacerlo, siquiera por ofrecerle consuelo; con los años había ido atando cabos y llegado a conclusiones terroríficas que, de inmediato, alejaba de su mente, recordaba aquél sucio uniforme con manchas de sangre, de los tiros de gracia, que lavaba Tomasillo y las botas llenas de barro que, ella misma, había ordenado sacar de casa, coincidiendo con la horrible mutilación y muerte de aquel canalla llamado Justino.

- Rita, no debemos atormentarnos, mañana bajaremos al pueblo, quiero hacer una ofrenda al sacristán de la ermita del Nazareno como agradecimiento al Cristo por el éxito de nuestro negocio y la felicidad de nuestros hijos, quizás deberíamos haberlo hecho antes.

Ella estaba más atenta, a través de la cristalera, de la conversación de Diego con aquellos extraños, que parecía transcurrir con cordialidad, al menos eso le parecía, acostumbrada como estaba a controlar cuanto acontecía en el establecimiento y ejercer la debida vigilancia sobre los empleados; parecía que no ocultaba oscuras intenciones aquella visita intempestiva, no hubo más comentarios. Demetrio recurrió a su terapia personal quedándose adormilado allí mismo, una vez que Rita le dejó solo, y Diego no consideró oportuno despertar a su padre, que ya dormía beatíficamente.

Para nuestro hombre la religión no significaba otro sentimiento que el que se refería al perdón, él aspiraba a que sus pecados le fuesen perdonados; el resto, la liturgia y homilías repetidas con fijación casi obsesiva por aquellos párrocos mezquinos, le resultaban indiferentes. El Cristo era otra cosa, lo vio con lucidez ante el Cristo de la Vega que significaba martirio, sangre, muerte, aditamentos todos ellos que le habían acompañado durante más de una década, en lo mejor de la vida, mientras proyectaba su futuro al lado de Rita y de sus hermanos Tomasillo y Edelmira, en el que incluía el número de hijos que Dios tuviera a bien concederle, ya que todos eran bienvenidos.

En el resto de España, a mediados de la década de los ‘60’, la prédica de los sacerdotes comprometidos con la renovación atiende a otro tipo de realidades económicas y sociales y ya a finales de década la renovación deviene en profunda y afecta a la mitad del Clero español, que pasa a la acción y critica abiertamente al régimen y a la cruzada, o unión de Iglesia y Ejército durante la sublevación de 1936. En Cataluña y País Vasco llegan más lejos y alguna de sus organizaciones de base, principalmente la JOC, (Juventud Obrera Católica), y la HOAC, (Hermandad Obrera de Acción Católica), colaborarán activamente con el PCE, (Partido Comunista de España), que en aquel tiempo no era legal y sus miembros destacados eran reprimidos y encarcelados; también aumentan las críticas y condenas del Clero renovado hacia el régimen franquista, que llega a someter a sanciones pecuniarias y de orden penal a algunos clérigos, sobre todo a aquellos que osaban hacer autocrítica sobre el papel de la Iglesia en la Contienda Civil.

Hoy que volvemos a hablar del Concordato, debemos recordar que, ya en 1973, hubo obispos españoles que exigieron la revisión del mismo, o lo que es lo mismo, solicitaban la renuncia a privilegios entre el Estado nacido de la sublevación fascista y la propia Iglesia Católica.

Regiones como Extremadura y Castilla La Mancha permanecían ajenas a cualquier atisbo de renovación; debemos hacer referencia a la provincia de Ciudad Real, cuna del integrismo real, ya que el oficial tenía su manifestación apoteósica en Toledo, allí la exaltación era magnífica, sobrepasaba todos los límites y nos retrotraía a la Iglesia de los Reyes Católicos, presentes siempre en la iconografía del Caudillo.

El proyecto del nuevo hostal de la familia Expósito quedaba en manos del hijo mayor; individuo sin ninguna clase de escrúpulos, perfecto ejemplar del hombre del Común de la Mancha y de temple arriero, que, a diferencia de éstos, los arrieros del Común, que llevaban los productos manchegos por los pueblos, algunos lejanos, donde procedían a su venta o trueque; Diego, como decimos, practicaba ese comercio sin moverse de la Encomienda. Achacado de cierta megalomanía, derivada de los impresionantes ingresos que generaba “Zagala”, limpios de polvo y paja, al desdeñar esta gente cualquier tipo de tributación, por nimia que fuese la misma, optó por diseñar el nuevo establecimiento con un cierto parecido a la Casa Blanca de los EEUU o al menos trataba de recordarla. Desde luego superaba de largo a “Zagala”, aunque no en cuanto a parcelas y naves colindantes, al tratarse de un terreno agrícola, a diferencia del yermo adquirido por el patriarca diez años antes; “Zagala II” tardó dos años en construirse, el régimen entraba en 1973 en estertor de muerte.

En Europa sonaban tambores de crisis; la crisis petrolera de 1973 vino a dar en tierra con el crecimiento y cambio social de Europa occidental y el turismo se resintió, aunque no afectó de forma importante a los negocios de “Zagala”, bien al contrario, la crisis revalorizó no solo el petróleo, un bien tan preciado, sino que lo hizo en paralelo el patrimonio de los Expósito, naves y parcelas pasaban a valer tres y cuatro veces más que dos años antes, también se benefició el nuevo hotel, terminado antes de la aparición de la primera crisis petrolera conocida.

Los españoles sufrimos, resulta obvio, la subida de los derivados de los hidrocarburos, pero al no estar industrializados, como el resto de países europeos, las consecuencias en nuestro país fueron de menor entidad; además se ha de tener en cuenta, como pudo comprobar Demetrio y su familia, que el español prescindía de otras comodidades antes de dejar el coche encerrado, tal era la ilusión, diríamos ansia, por participar de los beneficios de una sociedad próspera, en la medida en que España comenzaba a serlo, y el automóvil era el digno exponente de aquella prosperidad que asomaba, a pesar de la crisis petrolífera que llevó al aumento exponencial de los precios de los carburantes por parte de los países productores, principalmente los árabes. Casi todo el mundo asociaba las siglas de la OPEP, Organización de Países Exportadores de Petróleo, a la subida de la gasolina de su coche y aumentó la animadversión hacia los árabes, que dirigían la Asociación OPEP en mayoría, respecto de los americanos y centroamericanos.

“Zagala II” se demostró inversión acertada, no solo porque cubría necesidades a futuro, cuando la carretera nacional se desdoblara, faltaban diez años todavía para esa gran obra viaria, sino porque ejercía de complemento, a veces de contrapeso, a “Zagala”, convirtiendo la novedad en motivo de curiosidad para el viajero, que podía elegir con un simple giro de volante.

En el pueblo se producen situaciones novedosas por inesperadas, que son consecuencia del buen hacer del alcalde franquista y de algunos próceres del régimen bien situados en la política nacional; estos hombres consiguen dotar a la Encomienda de importantes infraestructuras, entre las cuales destacan el polígono industrial y una estructura sanitaria de la que el pueblo era claramente deficitario. Estos prebostes son conscientes, en los albores de la década de los ‘70’, de que existe una evidente relación entre la falta de recursos materiales, o ausencia de industrialización, y la pérdida de identidad, colectiva e individual, y tratan de evitar que ocurra, e intentan mimetizar las ideas de la clase dominante, inmersa en lo que dio en llamarse el tardo franquismo, conscientes de que la clase dominante impone sus ideas y proyectos en cada época y sociedad; en definitiva, hombres del régimen, muy preparados, que supieron ver con claridad que no bastaba con ser un pueblo de paso, sino que había que dar paso a una futura industrialización, creando para ello la correspondiente infraestructura.

En “Zagala” se comprueba que las nuevas inversiones de Demetrio (nunca consiguió el don) son acertadas, incluida la construcción del nuevo hotel, al tiempo que se cierne sobre ellos el peligro de morir de éxito y ello debido a la política de personal, mal pagado y peor alimentado, no tanto en cuanto a la cantidad de la ingesta sino en referencia a la calidad de la misma, viven un gran descontrol que se manifiesta en hurtos dinerarios, los billetes desbordaban casillas de las famosas registradoras de timbrazo y el control era inexistente, ya que eran los propios guardianes, en tanto miembros de la familia y dueños de los caudales, quienes echaban mano de los mismos sin rendir explicaciones y según les venía de necesidad imperiosa.

Demetrio empieza a ser consciente de que su errática política salarial, más propia de peculio asignado al albur, que de salario regulado, atrae a empleados y miembros del clan a disponer de los dineros de las cajas. Junto al trapicheo de caudales, que fue en aumento, aparecen las relaciones íntimas entre empleados y miembros del clan; relaciones no siempre consentidas, sino producto del acoso acompañado de dádiva generosa. A la explotación laboral se le une la sexual, siendo los máximos responsables, al inicio de los ‘70’ los hijos del magnate hostelero, que campan por sus fueros y acosan a las muchachas, fuerza laboral de la que disponen en sus establecimientos entre doce y catorce horas al día, muchachas que a muy duras penas consiguen permisos de un día cada quince, a diferencia de los camareros, que ya disfrutan de permiso semanal, en teoría; ya que en la práctica les eran denegados por necesidades del servicio.

Aquel ambiente libertario que facilitaba accesos carnales y manejo indiscriminado de caudales provocó que se acercaran por los hostales de Demetrio personas de dudosa reputación, los desclasados del pueblo, conscientes de que serían aceptados; como así ocurrió en algunos casos. Hemos de resaltar que los principales acosadores fueron los hijos del patriarca, llamados a dirigir en pocos años este emporio cimentado en la carretera nacional, sin el menor contacto profesional con el resto de establecimientos hosteleros de La Encomienda. Acosaban a empleadas de otros pueblos que, en ningún caso, denunciarían tales prácticas, por miedos atávicos al señorito o patrón.

Ciertamente, las relaciones entre empleados eran consentidas y tenían lugar dentro del propio establecimiento, al disponer de una red de habitaciones, servicios y pasillos, amen de grandes naves vacías e instalaciones de almacenaje. “Zagala” deviene en una gran casa de lenocinio sin pupilaje, situación aceptada de facto por la familia dirigente, siempre que no se perdiera del todo el control de la situación. Se casa el hijo pequeño de Demetrio, muy joven, su prometida María estaba embarazada y aparece recomendada por la familia de la esposa del mayor, Diego, que aporta muy buenas referencias sobre la muchacha.