martes, 10 de diciembre de 2019

Detroit: así se hundió el "Titanic" del capitalismo estadounidense

E. J. Rodríguez
 
Detroit, año 1978

El fenómeno del que habla MLFA en su artículo sobre Detroit era el “white fligth” (EJR) 

Corría el año 1982, (la década posterior a la llegada del 'Fortuna ML' a Detroit), la ciudad ya había empezado a manifestar síntomas de enfermedad. En el barco de Detroit nunca se consiguió que todos remasen al unísono y la ciudad fue uno de los principales ejemplos de un fenómeno peligroso: la segregación racial espontánea. Los blancos vivían en sus barrios y los negros en los suyos, casi siempre más pobres. No se mezclaban entre sí. Cuando un negro progresaba gracias a su trabajo o a su talento y se mudaba a un barrio mejor, los blancos se sentían incómodos. Esto produjo un fenómeno que no fue exclusivo de Detroit, pero que sí particularmente severo allí: el "white flight", la salida de población blanca de clase media hacia los suburbios, más acomodados y más acogedores. Los negros permanecían en el centro, en el municipio de Detroit propiamente dicho, hasta que se convirtió en la ciudad con mayoría de población negra más grande del país. Mientras los municipios circundantes del área urbana estaban cada vez más poblados, la propia Detroit comenzaba a contar su población a la baja. Otro efecto directo del white flight era la fuga de capitales: a medida que se marchaba la población blanca —que casi invariablemente disponía de mayores ingresos— la renta per capita comenzaba a decaer. Había que sumar a todo esto el progresivo descenso en la actividad industrial motivado por la incipiente deslocalización de las grandes empresas, la cual produjo un aumento del desempleo que afectó principalmente a la población negra del centro. 

Se produjo una fractura social no solamente entre blancos y negros, sino incluso entre los propios afroamericanos: mientras una parte pudo aspirar a convertirse en clase media como en ningún otro lugar de los EEUU, con buenos trabajos, viviendas agradables en barrios tranquilos y optimistas aspiraciones de cara a futuro, otros se veían atrapados por el paro y la marginalidad. La delincuencia empezó a crecer, principalmente como consecuencia de la implantación de redes de tráfico de drogas. Guerras callejeras entre mafias negras y blancas para controlar el narcotráfico provocaron un incremento de la violencia. Detroit llegó a ser la capital nacional del asesinato, además de aparecer frecuentemente en las noticias a causa de disturbios diversos de carácter racial. 


El viejo estadio de béisbol de los Tigers de Detroit, antes y ahora. 

Durante los 70, pese a los crecientes problemas, la ciudad continuaba construyendo grandes edificios e infraestructuras. El declive social se iba agravando, pero no hay quien se fije menos en la auténtica realidad de los números que aquellos que se pasan el día especulando con esos números (y la crisis del 2008 nos ha dado buena muestra de ello). Detroit continuaba brillando de puertas afuera, así que había que seguir adelante con la función: se supone que la ambición siempre tiene premio y se erigieron hitos arquitectónicos espectaculares como el Renaissance Center, hoy convertido en detalle característico del skyline de la ciudad. En el trasfondo, sin embargo, el desempleo, la pobreza y la violencia crecían. 

Detroit, el sueño american0

Las empresas seguían marchándose para obtener mayores beneficios en lugares en los que hubiese mano de obra más barata y con menos aspiraciones laborales. La concesión de licencias para nuevas factorías estaba bajo mínimos. Incluso Motown, estandarte económico de la ciudad junto a los tres grandes del automóvil, optó por mudarse a Los Angeles, capital del negocio musical. 

El fabuloso 'Hotel Plaza' de Detroit

El barco de Detroit seguía flotando, a duras penas, pero quienes habían visto agrandarse las vías de agua y tenían posibilidades para marcharse —las corporaciones— no lo dudaron un instante y abandonaron la nave. Casi todos los núcleos industriales y manufactureros del nordeste estadounidense empezaron a sufrir las consecuencias de la deslocalización: hoy se le llama el “cinturón del óxido”, la antigua constelación de centros productivos que se vieron repentinamente condenados a la inactividad cuando las grandes empresas descubrieron que podían ganar más dinero en otros lugares. Pero en ninguna otra parte tuvo este proceso consecuencias tan demoledoras como en Michigan, y de manera tan visible como en Detroit. 

Teatro 'United Artist'

De acuerdo con la opinión de "Azuer Diario" y su editor: ¡crack de la capital del automóvil!