En aquel momento ETA se castellaniza ya que comienzan a llegar presos de la banda, por cientos, a la prisión de máxima seguridad construida en la Mancha; ello obligará a sus familias a fletar docenas de autobuses que les traigan desde el País Vasco a visitar a sus parientes, con lo que supuso de espectáculo para toda España. La prisión manchega llegó a albergar a quinientos internos, todos ellos vinculados a la organización terrorista. Se trató de un error de considerables dimensiones ya que se hicieron los amos de la prisión, llegando a amenazar a algunos funcionarios y a sus propias familias y provocando que los amenazados solicitaran otros destinos, que les fueron concedidos. La procesión de autobuses era detenida a intervalos de entre 150 y 200 kilómetros por fuerzas de la Guardia Civil, que revisaba maletas y bolsas, por razón de seguridad, y procedían a la identificación de los viajeros; todos ellos eran familiares de los etarras y algún amigo que les brindaba apoyo, durante el viaje. Les paraban en Miranda de Ebro, Burgos, Somosierra y a la salida de Madrid, en la Nacional IV de Andalucía.
Una vez en la Mancha elegían diferentes pueblos para pernoctar, no hay que olvidar que entre los presos, y por tanto entre sus familias, había enfrentamientos y disparidad de criterios sobre cómo afrontar la lucha desde el frente de makos, que era así como se referían a las prisiones. No eran clientes habituales de “Zagala” por pillarles a contramano, es decir en dirección Madrid al inicio del viaje de retorno a sus hogares. Los familiares que pernoctaban en La Encomienda y en otros pueblos vecinos salían desayunados hacia la prisión y de allí a la carretera nacional.
En cualquier caso, Demetrio nunca pensó que llegaría a encontrarse en el epicentro de aquel trasiego de viajes de cientos y cientos de familiares de los temidos etarras, que provocaban pánico, aún encerrados, ya que disponían de redes de contactos en el exterior, incluidos miembros decididos de la propia banda armada, o sicarios listos para ser utilizados.
La organización terrorista ETA (Euskadi Ta Askatasuna, en castellano Patria y Libertad) fue fundada en 1962 en conventos del País Vasco, convertidos en centros de reunión y discusión o debate; todos ellos pertenecían a la clase media vasca; se equivocan quienes hablan de obrerismo, en los orígenes de la banda, es más exacta la calificación de universitarios, incluso de algunos intelectuales magníficamente preparados entre el clero que les dio cobijo. La clase obrera fue un banderín de enganche para la organización armada. Las primeras reuniones datan, según fuentes fiables, de 1959.
Txabi Etxebarrieta, el etarra que, acompañado de Sarasketa, mató al guardia civil Pardines en 1968, rematándolo en el suelo después de haberle disparado a la cabeza, no trataba de huir de un control, sino de asesinar, ya que la banda había decidido apostar por la lucha armada en 1965, posteriormente Etxebarrieta fue muerto mientras se daba a la fuga por miembros del Benemérito Instituto. En Agosto de ese mismo año de 1968, ETA asesinaba al policía Melitón Manzanas.
Los primeros etarras son hijos y sobrinos de miembros del PNV (Partido Nacionalista Vasco), que, al igual que muchos adolescentes, trataban de matar al padre, conviene puntualizar que no es cierto que se produjera un enfrentamiento decisivo entre padres putativos e hijos, son muchas las leyendas por explicar, a fin de poder certificarlas, si procede, como hechos ciertos, y entre ellas está la dicotomía entre nacionalistas moderados y radicales, también conocidos estos últimos como abertzales o patriotas y gudaris o soldados, que han inducido a la confusión a lo largo de décadas pasadas. Cualquier nacionalismo es radical por su condición excluyente.
Miembros relevantes del PNV mantuvieron contacto, a veces muy intenso, con los miembros de la cúpula etarra; les ayudaron en la logística, también en el paso de la frontera o muga con el país vecino, fuese Francia, en la mayoría de los casos y, algunas veces Portugal, llegando a embarcarles como marineros en buques de la flota del armador Ramón de la Sota, antiguo socio de Eduardo Aznar en la Naviera Sota y Aznar. De aquellos dos socios, Ramón de la Sota, conocido nacionalista vasco, fue expoliado por el franquismo; todas sus propiedades, barcos y edificios emblemáticos de Bilbao, fueron incautados por el régimen.