miércoles, 16 de enero de 2019

La Saga de La Encomienda por Martín L Fernández-Armesto (064)

Ayuntamiento de Villanueva de la Jara

También disponían de un presupuesto especial para comprar gorras castellanas que les permitirían mimetizarse con el hábitat castellano-manchego. Algún periodista que escribió respecto de esta infiltración de filoetarras en La Mancha fue neutralizado rápidamente por los propietarios de muchos medios de comunicación. A los ciudadanos castellano-manchegos no les preocupaba mucho que la macro prisión se instalara en su tierra, de hecho no les hacía perder el sueño, empezaban a ser conscientes de que con el nuevo régimen seguirían igual que como estaban, sin industrias de ninguna clase, solo reservas de caza y ésta venía a ser una más, con la diferencia de que serían hombres, asesinos despiadados más concretamente, quienes serían enjaulados para el resto de sus vidas, según se decía por entonces, aunque se pudo comprobar, con el paso del tiempo, que tampoco aquello era cierto.

El escaso turismo que recibió la comarca era el realizado por los familiares y amigos de presos de la banda que, cómo no, degustaban exquisitos manjares regados con buenos caldos, siempre de la Rioja, como correspondía a buenos vascos, aunque lo de buenos se consideró ciertamente una entelequia, ya que una mayoría de estos familiares estaban de acuerdo con los horribles asesinatos cometidos por sus hijos y parientes de toda estela. Un tupido velo cubría cuanto acontecía en el interior de aquella prisión, la mayoría de cuyos funcionarios eran de Ciudad Real capital, donde eran recogidos y trasladados a la prisión en autobuses fletados por autoridades de Instituciones Penitenciarias, que recibían instrucciones acerca de no realizar comentarios, y muchísimo menos dar explicación alguna sobre los internos, a los que todo el mundo parecía tener miedo. El turismo de masas paraba en los “Zagala” y “Grandalla” y seguía viaje.

Corría el año 1983 y el PSOE había ganado las elecciones municipales y autonómicas en esta región, también en La Encomienda; ello preocupaba sobremanera en los dos “Zagala”, ya que, al estar considerados como gente de derechas de toda la vida, cambiaría el trato excelente que venían recibiendo de las autoridades municipales desde su arribada a este pueblo, convertido en pequeña ciudad con pretensiones de grande progreso, que, huelga decirlo, ya se vieron frustradas desde el inicio de la etapa socialista, con un alcalde prepotente y necio, rodeado, en un principio, de concejales de izquierdas, republicanos de raza que le ayudaron a hacerse con la vara de mando, y que, en un corto espacio de tiempo, serían relegados del poder, y ya no fueron incluidos en las siguientes candidaturas de 1987 por haber sido laminados al intentar construir un socialismo en libertad, algo no previsto para Castilla La Mancha.

En “Zagala”; Demetrio conseguía convencer a su hija Mercedes de la conveniencia de contraer matrimonio con aquél Eulogio que le hacía la corte, de manera infructuosa hasta el presente, ya que la joven vivía un verdadero nirvana junto a su apuesto y promiscuo camarero, relación que venía de lejos, aunque no por ello había disminuido en intensidad, al gozar su amorío del añadido erotizante de la clandestinidad en que se desenvolvía. Las semanas siguientes fueron de tensión y diligencias en “Zagala”, ya que los preparativos de la boda de Mercedes ocuparon a todos; Javier permanecía ajeno a todo aquél quehacer, ciego como estaba de amor por ella y convencido de que la muchacha simplemente dejaba hacer a sus mayores y allegados, pero no se planteaba el matrimonio como opción real de vida, por lo menos al seguir enganchada a su relación. La tarde anterior, ella, aprovechando que el Eulogio estaba en el pueblo con María, les había escuchado algo sobre una tienda de ropa de hombre recientemente inaugurada en el centro de La Encomienda, se decidió a resolver la situación con su amado, pasaron de cierto unos pocos minutos antes de que atendiera a la erección que presentaba el muchacho, pensó, como al principio de la relación, que aquello no entraría en ella y retiró la áspera colcha, que arregló en dos dobleces y depositó en una silla pegada a la cómoda, notando que la humedad impedía el hablar. 

El miembro viril, ya entre sus manos, palpitaba lleno de vida, el glande, de color violeta, y todas las venas o vasos de la piel que lo circundaba, resaltaban por la sangre que transportaban. Mercedes se decidió por chupar, elevando el miembro a la altura de sus labios y ya cerca del rostro lo acarició con los dientes, con fruición pero con mimo, hasta que, en el interior de su boca notó las primeras salpicaduras, leves pinchazos en su paladar, él resistía como buenamente podía y acariciaba a su hembra en los hombros y en la parte posterior del cuello, consciente de que inundaría de toda su semilla a la muchacha, que seguía dibujando círculos con los labios alrededor del prepucio, del todo recogido en la parte posterior de aquella arma de amor, que, ahora, como nunca había sido, domeñaba ella a la perfección.