martes, 8 de enero de 2019

La Saga de La Encomienda por Martín L Fernández-Armesto (059)

Ayuntamiento de Mota del Cuervo

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En el norte se vivían años de hierro y plomo; eran los primeros días de mayo de 1981, la banda terrorista ETA asesinaba a miembros de las Fuerzas Armadas, especialmente si pertenecían a la Benemérita, en esos días habían atentado contra un General provocando una masacre entre su séquito. Tres jóvenes se dirigían hacia Almería, procedentes de Santander, acudían a una fiesta familiar, es en la planicie de la Mancha donde comprueban que su automóvil, un Seat 127, comienza a dar tirones, y se dirigen a la localidad de Alcázar de San Juan, por ser un nudo ferroviario de primer orden; una vez entregado el coche averiado a las manos de un mecánico, cuyo taller estaba muy próximo a la estación de RENFE, éste les recomienda que alquilen un automóvil en un pueblo cercano, adonde se dirigen los tres muchachos en tren, raudos y ya más tranquilos. 

En el coche de alquiler, un Ford Fiesta, se disponen a continuar viaje, se acerca la hora de mediodía y a unos treinta kilómetros paran en la Encomienda, en ‘Zagala’, justo a la entrada del pueblo; tiene muy buena pinta y están hambrientos, y ya de pie junto a la amplia barra piden bocadillos de jamón y queso y coca-colas bien frías, a la espera, les sirven unas tapas de pisto manchego que los chicos agradecen sentidamente. Desconocen que uno de los clientes está en el aparcamiento, tomando nota de la matrícula del Fiesta verde, al creer que son miembros de la ETA, él ha visto fotos en la televisión y asocia a los viajeros con la banda terrorista. 

Los jóvenes reanudan viaje después de tomar café y agradecer el servicio y trato recibidos; reanudan su viaje a Pechina (Almería), para asistir a la celebración de la Primera Comunión del hermano de uno de ellos, sin ser conscientes de que el cliente de ‘Zagala’ ya había llamado al cuartel de la Guardia Civil de Alcázar mostrando su convencimiento absoluto de que se trataba de los tres terroristas que estaban siendo buscados por participar, días antes, en el atentado contra un General del Ejército de Tierra. 

Tras la llamada de este ciudadano a la Guardia Civil, ésta montó la caza y captura del presunto comando terrorista, al frente de la operación estaba el Teniente Coronel de la Guardia Civil Carlos Castillo Quero. Es en Roquetas de Mar, ya en la provincia de Almería y, encontrándose de compras los tres viajeros, cuando fueron detenidos sin oponer resistencia por fuerzas de la Guardia Civil; eran las nueve de la noche, al día siguiente los cadáveres de los tres jóvenes aparecieron dentro del coche alquilado, calcinados y con varios impactos de bala. Habían sido torturados durante toda la noche en un cuartel abandonado de la Guardia Civil en Casafuerte; ya de madrugada los agentes se dan cuenta del error cometido, no eran miembros de ETA, y tratan de ocultar lo sucedido siguiendo órdenes del Teniente Coronel Carlos Castillo Quero, un demente, según un compañero de su mismo rango, y trataron de borrar las huellas de forma chapucera; según la propia instrucción del caso los tirotearon para simular un supuesto tiroteo, a pesar de que los cadáveres aparecieron esposados, se los llevaron, despeñaron el vehículo y le prendieron fuego. 

Miembros de la Policía y de la Guardia Civil se presentaron en la Encomienda y en el pueblo vecino, donde habían alquilado el coche, y terminaron descubriendo que la denuncia errónea había partido del hostal ‘Zagala’ e identificando al testigo, vecino de la localidad, lo que provocó en Demetrio un ataque de angustia vital por el que hubo de ser atendido de urgencia, más calmado, comunicó a su familia que los de la ETA vendrían a por él, algo que no cuadraba a sus hijos, yernos y nueras, ya que había quedado suficientemente claro que la denuncia había partido de un vecino identificado. Demetrio tenía muy claro que el pasado se le aparecía de nuevo y se obsesionó con el caso de aquellos muchachos tan educados a quienes recordaba vagamente almorzando en la barra de su cafetería; seguía de cerca la información sobre el que se conoció como Caso Almería y echó mano de varios de sus conocidos en Madrid, todos ellos miembros de la ultraderecha y muy excitados por los asesinatos que llevaban a cabo la banda ETA y los terroristas del GRAPO; que, en cualquier caso, poco pudieron hacer salvo intentar tranquilizarle.