Llegaron a “Zagala” unos minutos después de la medianoche; el conductor se dirigió en lengua árabe al tunecino, quien, a pesar de tratarse de un dialecto diferente, entendió el mensaje que le imploraba aquel maldito sinvergüenza, éste dudó acerca de complacer su petición, pero tuvo en cuenta que se trataba de un conductor reconocido, había realizado varios viajes con aquella carga humana. Decidió invitar a un filete de carne con muchas patatas fritas al varón, que no era musulmán, saltaba a la vista de cualquiera, ya que admitió de muy buen grado el vaso de vino tinto que le ofreció aquel truhán, al inicio de aquella conversación, arte éste en el cual era muy versado el tunecino. Mientras tanto, el otro desaprensivo acompañaba a la mujer a la habitación de descanso y espera del otro medio de transporte. En el acomodo de la negra en aquel reducido catre trató de ayudarle, a lo que ella se mostraba del todo reticente, y decidió volver a la barra a por un vaso de leche bien caliente, que esta pobre le agradeció, bien dulce como estaba. El tipo, excitado del todo, intentó acomodarse junto a ella, momento preciso en que la hembra comenzó a proferir gritos que parecían de gran agonía, a lo que respondió el camionero con empujones y bofetadas, en un intento desesperado por hacerla callar como fuera. El primero en acudir fue el marido, que atendió solícito a su esposa, presa de histeria e incapaz de controlar aquellos gritos que parecían alaridos. Pocos minutos después aquello era un pandemónium, al aparecer dos huéspedes que se habían echado ropa encima, lo primero que habían pillado, decididos a llamar a la Guardia Civil y a los dueños, a pesar de los ruegos del tunecino que exigía devolver a la pareja al camión aquel que los había traído. El olor a aceite quemado se extendió por aquellas dependencias del servicio, al abrasarse las viandas con que pensaban entretener al pobre marido. Por la cabeza del tunecino había pasado, unos minutos antes, y como un sueño fugaz, la posibilidad de montar a la hembra, si ella accedía a los requiebros del conductor, y llegó a decidir un pago por el servicio, de llevarse a cabo.
No había transcurrido un cuarto de hora, quizás menos, cuando agentes de la Guardia Civil irrumpieron en el establecimiento y se hicieron cargo; primero de la situación, y posteriormente de los cuatro protagonistas: camionero, camarero y los dos inmigrantes, después de atender a la mujer de color, tarea que se encomendó a una enfermera de urgencias que se trasladó al hostal y que acompañó a la desventurada a las dependencias de la propia Guardia Civil, al rato otra patrulla, esta vez de la policía municipal, procedió a precintar el camión, que más tarde sería decomisado. Antes de proceder al precinto un policía tuvo la brillante idea de ordenar la descarga de todas aquellas toneladas de verdura y ponerlas a buen recaudo, antes de que se estropearan. A la descarga acudieron dos agentes de la Benemérita, que dejaron constancia de que no había personas en el interior del vehículo, un ‘Volvo 560’ nuevo de trinca, y matrícula del vecino reino alauita, que llegaría a decomiso por transporte ilegal de personas.
Emilio llamó a su amigo funcionario de prisiones, aquel que estaba enamorado de María, su mujer; éste se brindó a colaborar con la familia y ocuparse del camarero; fue lo que generó las sospechas malintencionadas de varios vecinos acerca de la responsabilidad de los dueños del complejo en el tráfico de inmigrantes; siendo así que las malas intenciones se ubicaban en la mente del funcionario, que despreciaba al moro, como le decía él, pero trataba de impresionar a María y de conseguir favores de sus amigos de “Zagala”. En mala hora aceptó aquel encargo ya que el tunecino hablaba del funcionario, en el patio de la cárcel, como si se tratara de algún amigo íntimo, llegando a contar que el funcionario quería acostarse con su jefa, que él lo sabía todo de aquella casa. Cierto es que causó extrañeza que se ocuparan de su defensa y cuidado en prisión. Tres años después la extrañeza fue mayor, al recolocar de camarero al convicto, encontrándose en libertad vigilada.
La planicie manchega actuaba a modo de estación modal, un perfecto intercambiador de toda clase de envíos, bien fuera de drogas, inmigrantes o – algo peor – transporte de mujeres que serían prostituidas a la fuerza, procedentes de lugares tan lejanos como China y Camboya. Era geoestrategia pura y dura al encontrarse Madrid protegido y blindado, según su alcalde, que no sabía lo que nos esperaba unos meses después, pero es que Gallardón era muy impostado. La autovía había ganado la batalla al ferrocarril, mucho más fácil de controlar, y se contaban por cientos los caminos rurales que, como si se tratara de afluentes, iban a parar a la autovía; ello abría multitud de vías de escape, utilizadas a la más mínima señal de alerta enviada por móvil desde el coche piloto, vehículo que precedía, absolutamente limpio, a aquél que transportaba drogas o personas, técnica copiada de grupos terroristas, usuarios también de la Autovía A4.
Hacía ya un mes que el ‘Neme’ había sentado sus reales en la vivienda familiar cuando Rosi le comunicó su estado de buena esperanza; volvía del médico y se pasó por el bar para decírselo en un aparte, el tabernero estaba solo a esa hora, pero podía entrar algún cliente de sopetón. Ya no podía esperar más, había cumplido su segunda falta y el tiempo apremiaba; se trataba de un hombre carente de sensibilidad y de sentimientos muy primitivos, no obstante se mostró contento, y parecía ser sincero, de seguido comenzó a hacer planes, dando por hecho que se trataría de un varón, ella, sumisa, aceptaba el énfasis que manifestaba su recuperado marido, más pendiente de la llamada de su amiga Sonia, con la que se vería al atardecer. Nemesio quedó entre sus tapas de mediodía y atendiendo a dos clientes recién entrados. Se despidió de su mujer con un abrazo que provocó silbidos de admiración por parte de los clientes, personas de confianza y a las que hizo saber aquella nueva con disimulado orgullo, recibiendo plácemes de aquellos dos, personas de cierta edad y educados como pocos, del grupo de clientes afines a aquel renegado de “Zagala”.
Nemesio recordó con admiración aquellas ingles depiladas de su mujer, al principio le llamó la atención, nunca había estado con una mujer bien recortada y había dejado pasar el tiempo antes de pedírselo a su amante, era muy susceptible y podía mosquearse con él. Alicia estaba preciosa, disponía de dinero y tenía un gusto innato para la ropa, además de humildad para dejarse aconsejar por las empleadas de las dos boutiques del pueblo, aunque para las prendas más de moda se iba a Valdepeñas, acompañada de su hermana que sabía conducir el coche del “Neme”, y que conocía su relación desde hacía años. Éste la veía guapa de verdad, como si los años no afectaran su físico, toda eran turgencias y, en ocasiones, pensaba hacerla suya por ley, claro que, con Rosi embarazada, la situación era muy diferente, le hacía ilusión tener un hijo, para el cual ya tenía grandes proyectos; el resquemor por Alicia y su atractivo descollante, a la vista de otros hombres, le preocupaba de verdad; decidió emplear más dinero en mantener contenta a aquella hembra portentosa, con cualquier excusa la llevaba a otros pueblos, alguno de los días de descanso, explicando a Rosi que resultaba rentable para el negocio ir a visitar a los proveedores en sus empresas, todas ellas ubicadas en la provincia; y en ocasiones, pedían habitación en moteles elegantes de la autovía, allí le hacía sentirse como una señora, aunque la dama arramplara con jabones, peines y muestras de perfumes del cuarto de baño, que llevaría a su hermana. El bueno de Nicolás seguía en “Zagala”, en mejores condiciones económicas y con la posibilidad de llevar a su casa comida de calidad, que le preparaba el cocinero con gusto. Su mente estaba con su hijo, más bien con el futuro del mismo, era buen estudiante, a pesar de la despreocupación manifiesta de la madre por los estudios del muchacho. Él quería otro hijo, Alicia ponía todo de su parte para que esto no ocurriera – ni hablar, se decía a sí misma – y le aceptaba la cópula cuando sabía positivamente que no quedaría preñada, él no entendía de aquellos menesteres propios de mujeres.
Comenzaban los preparativos para nuevas elecciones generales, a pesar de que se celebraba la Navidad en medio de un frenesí de consumo desconocido en nuestro país; en las capitales las muchedumbres llegaban a entorpecer el tráfico rodado, las tiendas liquidaban género antes de tiempo y los almacenistas se veían y deseaban para reponerlo. El euro de 200 pesetas, se confundía con el euro de a 100 pesetas y las familias, caídas en el error, tiraban la casa por la ventana. No cabían dudas; la mayoría de la población daría el voto al señor de barba rala del PP, aquel Rajoy nombrado sucesor in péctore de José María Aznar; las malas lenguas decían que su aditamento piloso, mal recortado casi siempre, se debía al intento de ocultar cicatrices de las heridas que se habría producido en su juventud, al salirse de la carretera de Redondela a Cangas de Morrazo, nunca mejor dicho lo de morrazo, por conducir medio enchispado. Aznar pensó que era el más adecuado, no para dirigir España, que de eso ya se encargaría él mismo en la sombra, sino para representar al PP de Fraga, de forma que Aznar representaría el centro político desde la fundación FAES y Rajoy la derecha contumaz, abierta incluso a la extrema.
Los virreyes del sur, como pudimos comprobar, aprovechaban aquella bonanza económica, y la generación de ingresos en los Ayuntamientos, para poner puertas al campo; quien dice puertas piensa en baldosas y acerados en ninguna parte, que justificaban empleo a votantes socialistas consolidados, dotando a los municipios de nuevos equipamientos lúdico-deportivos, así como rotondas carísimas de muy dudoso gusto urbanístico. En La Encomienda se levantó una torre masónica, sin que los vecinos entendieran aquellos signos, que creyeron de árabes.
Algunos regidores, entre ellos el de La Encomienda, continuaban poniendo dificultades a los poquísimos empresarios que se decidían a instalar sus empresas en nuestros secarrales, que no se verían convertidos en oasis de desarrollo económico y de progreso social; ello formaba parte de una política global, decidida en Ferraz, Sevilla, Badajoz y Toledo, mediante la cual las tres comunidades del sur y oeste de España seguirían siendo páramos en cuanto a la industria se refiere; algunos habían soñado con una California a la española, que, además de industria turística, ofertara, al resto de España y países de nuestro entorno, terrenos y equipamientos de fibra óptica, amen de la complementaria correspondiente, dedicados a empresas de tecnología punta e innovación; poniendo en marcha el Plan Nacional de I+D+I y afectándolo a estas tres comunidades. En España llevamos años hablando del famoso I+D+I, (Investigación, Desarrollo e Innovación), pero se avanza poco, por falta de recursos y de voluntad, que no de cerebros.
Otra opción barajada por estos popes del socialismo rampante, nuevos señoritos, clase media alta en su mayoría, por sus salarios desproporcionados e injustificados, fue la de promocionar el turismo en Castilla La Mancha y Extremadura; lo de siempre: el minifundio cinegético; no solo no lo consiguieron, sino que, a lo largo de la década del 2000, cerrarán establecimientos hoteleros de relumbrón, incluidos Paradores de Turismo, debido a que las propias fincas de caza fueron dotadas de servicios de restauración y pernocta, incluidos espectáculos lúdicos para cazadores franceses y belgas, que le hacían a todo tipo de piezas. Al final de década se pondrá sobre la mesa el cierre de Paradores, ya que los grandes automóviles TT solo paraban a repostar y, ya de paso, disfrutar de un café de calidad. En esta zona se sufría un engaño escandaloso, aprovechando la burbuja que mantenía la economía, bien que sobre hilvanes, como se comprobaría a partir del año 2008, una vez producido el estallido de la misma y comprobado que no se había creado nada; estaban siendo años de humo: trabajo eventual y recortes en la prestación de desempleo. La deuda soberana crecía de forma exponencial.
El socialismo se mantenía con muy buena salud allí donde la industrialización era incipiente, y lo más importante, en áreas subsidiadas; las prestaciones de desempleo, las ayudas a partir de determinada edad y todo tipo de gabelas, los PER de Andalucía y Extremadura y los Planes de Empleo de la Nada, especialidad de los Bono y Barreda, eran el complemento ideal para una economía sumergida, en la que el empresario, libre de cargas sociales, apretaba a los negros, sabedor de que percibían unos cientos de euros de las diferentes Administraciones. Pronto acudirían a votar los inmigrantes, colectivo mimado por los socialistas; entiéndase bien el mimo que solo hacía referencia a empleos marginales; del tipo de subsaharianos, conocidos como negritos, especializados en alcantarillas, o aún peor, escobas para magrebíes en perimetral de las poblaciones, para que no fueran demasiado visibles por parados autóctonos. En cuanto a integración social rien de rien, realmente se les considera en estas tierras verdaderos excluidos sociales, algo que tarde o temprano se terminará pagando por estos pagos ya que el desprecio resulta ya sonrojante, como poco. La siguiente generación de magrebíes y rumanos no vendrá en complacencias como sus progenitores; existe un déficit de acogimiento e integración que no se corresponde con un país como España que utilizó la vía de la emigración como solución a la penuria que, de siempre, hemos arrostrado los españoles. Y hay que insistir en que son estos campeones de la libertad, gobernantes por décadas, quienes se llenan la boca con expresiones referidas a la libertad e igualdad. Desgraciadas estas líneas manuscritas, por premonitorias, ya que se acercaba la gran venganza, y sería protagonizada por terroristas de Marruecos.
En el recuerdo; la matanza de Atocha, la víspera de las elecciones del año 2004; el caldo de cultivo lo habíamos cocinado los españoles, los detonadores se los debemos al gobierno del PP, aquel presidente ufano y despeinado que sonreía a cámara entre los grandes, uno de ellos socialista, por cierto. La gestión del atentado se llevó a cabo a beneficio de inventario y los del PSOE, especialistas en agip prop, expulsaron al PP del Gobierno, con los votos de los civitates que rechazaron ser engañados como meros súbditos. España retornaba al socialismo, envuelta en la desolación y el llanto de tantas familias, españolas y de otras nacionalidades. El balance de ocho años de gobierno de la derecha está sin cuantificar, lo haremos en años venideros y comprobaremos horrorizados que la madre de todas las corrupciones se había gestado en ese período; faltaba tiempo para que el pueblo español se enterara de que había sido gobernado por sátrapas de los dos grandes partidos, y alumbrara una nueva política, diez años después; los del PP necesitaban hacer caja desde la oposición y contaron con la ayuda de empresarios.