jueves, 18 de octubre de 2018

La Saga de La Encomienda por Martín L Fernández-Armesto (043)

Ayuntamiento de Iniesta

Siendo las víctimas, curiosamente, miembros de las fuerzas armadas y políticos de segundo nivel por contraposición a los magnicidios de épocas históricas; nada nuevo bajo el sol, que nos dirían los clásicos. No traemos a colación el fenómeno especial del terrorismo etarra por requerir de un análisis más profundo y no corresponder a una novela como la nuestra, centrada en la región castellana del Sur, y en los pueblos de la planicie de la Mancha, especialmente castigados, tanto por el franquismo como por el nacionalsocialismo que vino en sucederle por estos páramos desindustrializados y dejados de la mano de Dios hasta nuestros días. 

La Encomienda pertenece a La Mancha, aunque esta denominación no esté reconocida hoy en día como tal y se utilice la expresión manchego de forma incorrecta, administrativamente, al desgajarlo del término castellano-manchego. Su pobre economía, agrícola en origen y de transformados más tarde, se vio reforzada con la construcción de un área industrial donde se posicionaron industrias contaminantes, aprovechando su posición de encrucijada de caminos, y la situación de olvido, o cuando menos de indiferencia, de la Administración hacia estos predios rústicos, aunque debidamente asfaltados. Es de agradecer a los últimos prebostes franquistas su interés por el desarrollo de industrias que favorecieran el progreso del pueblo, aunque hemos de reconocer que se trató de fuegos fatuos, ya que, en plena industrialización del resto de regiones y comarcas, esta extensión manchega, no ha prosperado, más bien ha sufrido un retroceso que le obliga a sobrevivir de las aportaciones del Estado español en su conjunto. La agenda política vinculada a la oportunidad del momento es signo de improvisación que no nos conduce a un futuro de progreso y desarrollo estables. Aquí, en vez de referirnos a la arena política en cuanto al interés común hace referencia, se prefiere hablar de albero, que también significa retroceso y confrontación, para nada progreso y modernidad. 

El complejo hostelero de “Zagala” es el paradigma de lo anteriormente descrito; de recalada ya en los modernos ‘80’, esta familia de potentados seguía sin cursar altas correspondientes en el régimen de Seguridad Social, ignorando todo tipo y modelo de acuerdo o convenio colectivo, como era de ley, con horarios de trabajo propios de país tercermundista y condiciones de tipo esclavista por paternalista. Hablaban de tarea común, incluso arengaban; pero los beneficios cuantiosos se destinaban, en su totalidad, a la familia; afortunado el empleado que metía mano en la caja y gozoso el que se solazaba con alguna de las empleadas. Demetrio creyó entrever el problema, sin ceder un ápice de sus planteamientos de codicia, y decidió invitar a alguno de los empleados a visitar el campo de fútbol del Real Madrid, conducidos por Teodoro, el marido de la Isidra, en el flamante Pontiac de más de 300 Hp (caballos), con todos los gastos pagados por el prócer; nunca se utilizaba la expresión empresa, entre otras muchas razones, porque el complejo de los Expósito no podía considerarse como tal. Incluso llegó a organizar viajes para sus empleados a la famosa plaza de toros de Las Ventas, en los cuales era Diego el encargado de introducir a la pareja de camareros vestidos de domingo en el arte de la Tauromaquia, a pesar de que Cossío le sonaba al hombre a botones o remiendos de costurera, y que lo suyo eran los chistes soeces no la docencia. 

En 1978 ya teníamos Constitución, flamante Carta Magna, refrendada por los españoles, y quedaba expedito el paso hacia el nuevo Estado de las Autonomías, que aparece en el título VIII de la misma, referido a la Organización Territorial del Estado, y que fue la puerta medio o entreabierta por la que se colaron los nacionalismos, sin fijarse en que detrás de ellos cum impedimentaque venían en procesión el resto de las Comunidades Autónomas, a las que los propios nacional-separatistas facilitaron el tránsito hacia competencias autonómicas jamás soñadas por el resto de las regiones. El famoso café para todos de Adolfo Suárez recuerda aquel dicho popular de: ‘O nos calentamos todos o le doy una patada al brasero’, con la gran diferencia de que se trataba de una enorme hoguera, en parte de vanidades, no de un brasero. 

Cantabria, La Rioja, Murcia, ambas Castillas, ya podían alcanzar cotas de autogobierno como Cataluña; ahí es nada, y gracias a las briosas reivindicaciones, como iremos viendo, de estos nacionalistas pata negra, hoy reconvertidos en separatistas de alta cuna y baja cama, que diría la simpar Cecilia, fallecida en estos lares como consecuencia del choque con un tractor y su remolque con deficiente señalización. Ahí estaba Castilla La Mancha dispuesta a asumir las mismas competencias que Cataluña, aunque no dispusiera de caudales para mantenerlas.