domingo, 22 de julio de 2018

La Saga de La Encomienda por Martín L Fernández-Armesto (028)

Plaza Mayor de Calzada de Calatrava

Consideraba Demetrio que eso equivalía a un trato familiar, algo que no cabía en su mente, ya que por su bastardía, que no deja de ser una suerte de orfandad, pero de padres vivos, valoraba mucho su familia, e ignoraba al resto, teñido ese desprecio con vetas de paternalismo y exigencia de fidelidad y plena entrega, comportamiento que hoy definiríamos como sociopatía. Es importante reseñar argumentos en contra de esa política laboral tercermundista, a la búsqueda asaz inútil de una explicación racional a tanto incumplimiento de la tenue legislación sociolaboral que el franquismo había dado en poner en marcha a través del Fuero del Trabajo de 1938, en plena guerra civil, pero, sobre todo, en los últimos años de la década de los ‘50’.

En contra de esa política tercermundista; por medio de la cual se enriquecía ad infinitum una familia por cuenta del trabajo extremo de trabajadores mal pagados, con horarios extenuantes y propios de épocas ya periclitadas, y acoso sexual tan continuo como insistente; releemos, en recuerdo y como homenaje a la II República Española, el artículo 46 de su Constitución. La primera vez que se legisla sobre el trabajo es en 1931. Aunque el punto de partida se sitúa en 1883 con la creación de la Comisión de Reformas Sociales y en años posteriores la Ley de Accidentes de Trabajo, el Instituto de Reformas Sociales, aquel Instituto Nacional de Previsión de 1908, el Retiro Obrero y el Seguro de Maternidad. Avances que no preocupaban a Expósito.

“El trabajo, en sus diversas formas, es una obligación social, y gozará de la protección de las leyes. La República asegurará a todo trabajador las condiciones necesarias de una existencia digna. Su legislación social regulará los casos de seguro de enfermedad, accidentes, paro forzoso, vejez, invalidez y muerte; el trabajo de las mujeres y de los jóvenes y especialmente la protección a la maternidad; la jornada de trabajo y el salario mínimo y familiar; las vacaciones anuales remuneradas; las condiciones del obrero español en el extranjero; las instituciones de cooperación, la relación económica-jurídica de los factores que integran la producción; la participación de los obreros en la dirección, la administración y los beneficios de las empresas, y todo cuanto afecte a la defensa de los trabajadores”.

Por su parte, en 1938 y en plena guerra civil, los franquistas promulgan el Fuero del Trabajo, que fue la base sobre la que se levantó la Seguridad Social que ha llegado, con sucesivas reformas, hasta nuestros días, y que resulta coincidente, en cuanto a la mayoría de objetivos, a la proclama de los republicanos.

“El Estado valora y exalta el trabajo y lo protegerá con la fuerza de la ley, otorgándole las máximas consideraciones y constituyéndolo en uno de los más nobles títulos de jerarquía y honor, y se compromete a ampliar los seguros de vejez, invalidez, enfermedad y paro forzoso”.

“Zagala” se movía entre parámetros sociales y económicos propios del medievo y comienza su exitosa andadura con la clara y manifiesta voluntad de no cumplir la legislación que comienza, también en esos años, a construir el soporte de lo que años más tarde se llamará Estado del Bienestar ; al tiempo que rechazará cualquier tipo de tributación, tanto la correspondiente a los trabajadores, a quienes consideran la otra familia, como la que hace referencia a los beneficios generados con su actividad mercantil.

En la provincia llama la atención el despegue, todavía en embrión, de este complejo hostelero creado por Demetrio, aunque, y esto resulta curioso, nadie de La Encomienda manifiesta el mínimo interés por los recién llegados y sus inversiones, tampoco causa extrañeza que lleguen a contratar como empleados a analfabetos integrales, o que hijos e hijas no reciban ningún tipo de formación reglada, al estilo de las reglas propias de la etnia gitana, señal inequívoca de que las autoridades municipales aceptaban aquella irrupción en el pueblo, aunque se cuidaban muy mucho de hacerse ver en las instalaciones del complejo. Tampoco son objeto de comentarios de parte de los lugareños, excepción hecha de la lógica envidia, propia del pueblo español, y causa de gran parte de sus males, al ser ésta un atavismo que obstaculiza la solidaridad y la unión entre la ciudadanía, concepto este último todavía por desmochar en nuestro país.