Carlos Elordi
Fotografía de EFE |
Tras la sorpresa inicial provocada por el anuncio de Rajoy de hace una semana, la primera reflexión que vino a las mentes de los menos apasionados fue la de que haría el gobierno del PP si el 21 de diciembre se confirmaba lo que pronostican todos los sondeos. Esto es, si el independentismo volvía a ganar y hasta puede que con más votos. La respuesta, o cuando menos, la primera parte de la misma, ha llegado este martes. Lo que el PP, el PSOE y Ciudadanos no iban a conseguir en las urnas se trataría de obtener por otros medios.
Más allá de la añagaza, seguramente pensada sobre todo para despistar a los dirigentes europeos, esa es la lógica que se ha impuesto y se seguirá imponiendo. Por una razón principal, además de otras. Porque Rajoy no puede traicionar al poderoso entramado, encabezado por la derecha de su partido, que no sólo exige un castigo ejemplar a los responsables del desafío catalán sino casi hasta la erradicación del independentismo mismo. Es tan poderoso su empuje que se podría pensar que si el 21 de diciembre el independentismo vuelve a ganar sin que nadie se lo impida, el que se tendría que marchar al extranjero sería el propio Rajoy, para evitar que los suyos lo corran a gorrazos. Y eso no iba a ocurrir fácilmente.