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Ayuntamiento de Almagro |
Una semana después volvían a Quintanilla, habían visitado Madrid un día, en excursión colectiva que les había conseguido la patrona de la pensión y, aún con precaución, Rita había hecho suyo al hombre con el que se había casado, dos experiencias tan solo, que resultaron muy gratificantes para ambos. De vuelta en el pueblo, gozaron de la manifiesta alegría de los padres de Rita y del flamante padrino de boda, Tomasillo. Quiteria tardó varios días en aparecer, en ausencia de la pareja se había decidido por hablar con Tomasillo y confesarle que no era huérfano, sino hijo suyo y por ende bastardo, aunque el chico prefería decir que era hijo de ella, sin más ambages, incapaz como era de entender la bastardía y, en cualquier caso, feliz y contento cual hombre bueno, la característica que le acompañaría de por vida, era el contrapunto de la maldad de su hermano, enfangado en aquellas muertes del todo reprobables, inconfesables y que nadie bien nacido le perdonaría jamás.