MLFA
Palacio de Ajuria Enea |
El “Plan Ibarretxe” supuso un duro varapalo (ciertamente, una humillación) para el PNV, que, cobardemente, agachó las orejas e hizo mutis por el foro, que diría un castellano semiculto; es obvio que la valentía no es, precisamente, atributo de los nacionalistas vascos de Sabino Arana, lo vengo manteniendo desde 1939, con el murmullo de fondo de las olas que recalaban en las playas de Laredo y Santoña; años después del fracaso del buenazo de Ibarretxe (lo conocí en Llodio, de chavales íbamos a bañarnos al río con los hermanos Castroviejo, del ‘chamizo’) y ya apuntaba maneras. Tras el fracaso; el partido lo redujo al ostracismo (muy propio del PNV) y decidió cambiar de rumbo poniéndose en manos de tecnócratas, cuyo paradigma, en última instancia y en tiempo real, resultó ser el tal Iñigo Urcullu (hombre que orina colonia de lavanda, si me perdonan la expresión escatológica), un nacionalista de cartón piedra, que encontró su oportunidad. Ibarretxe era un independentista y lo ‘calaron’ a tiempo. Para entonces; Arzalluz empezaba a ser una caricatura de sí mismo. Y el joven José Jon Imaz, el de Petronor, resultó intrascendente.