EEUU era conocedor de nuestro aislamiento, así como del régimen económico: autárquico; y del político: la dictadura franquista pura y dura; también soportábamos la exclusión del fabuloso Plan Marshall, de reconstrucción de Europa a partir del final de la segunda guerra grande en 1945, debido a nuestra estrecha relación con el Nazismo. El presidente Eisenhower, interesado por nuestro aislamiento y neutralidad equidistante entre los dos grandes bloques, en medio de lo que se conoció como Guerra Fría, propuso el Pacto de Madrid, que se firmó en 1953 y dio a la Nueva España del general Franco categoría de país asociado, siquiera con débiles lazos, a la gran potencia USA, y pátina de país occidental y pseudo democrático. Pacto que nos otorgó credencial suficiente para ser admitidos en Naciones Unidas dos años más tarde, en 1955. Años después comprobaríamos que EEUU se convertiría en experto en el mantenimiento de dictaduras como la chilena de Pinochet y la argentina del General Videla, sangrientas como la franquista, entre otras.
Tanto el celebrado Pacto de Madrid, que abrió las puertas a la instalación de bases militares americanas en Rota, Morón y Torrejón de Ardoz, como nuestra pertenencia a Naciones Unidas, obligaron a Eisenhower a visitar nuestro país en 1959, lo que constituyó el gran espaldarazo de los gringos al régimen de Franco; todo lo cual tuvo consecuencias, positivas las más de ellas, para nuestro desarrollo social y económico, aunque desprovistos de libertades, ausencia de derechos que lastraría el progreso de nuestra nación, sin olvidar la complicidad de la Iglesia Católica, la más integrista del mundo occidental, enfrentada al propio Vaticano.
En esas aguas más calmadas navegaba airoso Demetrio Expósito, rodeado de proyectos que iban tomando forma en su hinterland particular, en la tierra posterior o esfera de influencia de la Encomienda, verdadero espacio de crecimiento, que él adquiría a muy buen precio y en el que iba construyendo naves toscas de tochana de cemento que alquilaba a empresas foráneas, casi todas ellas dedicadas al transporte de mercancías, debido a la situación estratégica del pueblo, lo que hoy conocemos como logística. Como hemos visto, el comercio iba en auge, aunque de forma lenta; nuestro nuevo statu quo como país nuevo de la ONU (Organización de Naciones Unidas) exigía al régimen signos o muestras de apertura, siquiera en el ámbito del comercio, como forma de liquidar la autarquía y comenzar la etapa de desarrollismo, que así se denominó a la etapa que comenzaba en los años ‘60’.
Para entonces, cuando se produjo la visita de Eisenhower a España, el hostal, denominado "La Zagala”, que era como llamaban antaño a las muchachas jóvenes en aquella comarca de La Encomienda, comenzaba su andadura y era menester encontrar camareros y personal que se ocupara de la limpieza; el hijo mayor Diego festejaba con una muchacha del pueblo, aceptada por Demetrio, que controlaba todo lo que ocurría en su familia, y Rita volvía a estar preñada; al igual que Teófila, que estaba a punto de traer al mundo una niña, su primer hijo, ambas tenían una relación envidiable, máxime si tenemos en cuenta que Teo había comenzado de criada en casa de los padres de Rita, aún tenía tendencia Teófila a ocuparse de los hijos de Rita como si continuara en su labor de criada, por lo que era reconvenida a menudo por Rita, incluso por el mismo Demetrio. A la niña le pondría de nombre Soraya, como su querida y recordada abuela.
La década de los ‘60’ comenzó con un Demetrio autónomo, atrás quedaban los mandados y la atención a bares, fincas y ferias, a pesar de las muchas ofertas que recibía, por la calidad de su trabajo y lo ajustado del precio; fue su madre, con la que se relacionaba por conferencia con su nuevo teléfono, en horarios oportunos para no importunar a la familia de don Anselmo, quien le recordó que nunca sería bien aceptado en su comunidad de acogida, uno por las especiales características de su población, reticente ante el foráneo, salvo que fuera de paso y otra, razón de mucho peso, porque tarde o temprano conocerían sus orígenes, la envidia que comenzaba a despertar se ocuparía de ello; Demetrio escuchaba siempre con interés y respeto a su madre, pero no se sentía afectado por aquello; su único interés estaba en la carretera nacional, y las visitas a la población fueron contadas a lo largo de su vida; se reducían a determinadas gestiones bancarias, pocas, ya que prefería resolverlas en Madrid, donde gozaba de anonimato y era respetado entre las relaciones del propio don Anselmo, que seguía gozando de prestigio y buenos contactos políticos; el aislamiento le imbuía de seguridad y sería una constante en él.
También las visitas, sobre todo de recién llegado, al Nazareno de La Encomienda, al que algunos rojos apodaban ‘el repetido’ por ser una copia del Cristo original quemado por los anarquistas en 1935, junto con la ermita que lo acogía. En el recuerdo de Rita y Demetrio el Cristo de la Vega de Toledo y su visita al mismo durante su viaje de bodas. El Cristo de La Encomienda sería para ellos, en adelante, su particular Nazareno toledano, curiosamente fue el único vínculo religioso que mantuvieron a lo largo de su vida, su presencia en la parroquia se redujo a bautismos de la prole, comuniones y bodas, celebrados fuera de las fechas del común por necesidades del negocio hostelero, dedicado también a todos esos eventos de familia, pero a celebrar por el resto de vecinos.