miércoles, 8 de noviembre de 2023

Mujeres a la búsqueda 'desesperada' de una nueva identidad sexual

 MLFA

La poetisa griega Safo de Lesbos es considerada la musa del amor entre mujeres. El grabado es genial: ¡No existe pasión entre las dos hembras 'graecas'!

Una moderna versión apocalíptica de "Sodoma y Gomorra" anuncia la descomposición de la sociedad actual

La masturbación es la máxima expresión de la soledad personal; soledad acrecentada en el caso de las mujeres, consideradas ellas a sí mismas como reales vasos receptores de fluidos placenteros que recorren su pared vaginal, excitando todas y cada una de sus terminales nerviosas, aquellas que producen placer sexual; si bien es cierto que ya son muchas las mujeres que no experimentan ningún goce por el tránsito de los fluidos del varón a través de su copa. La mujer explorará la masturbación compartida y lo hará dentro de su propio género; es evidente que, en la madurez femenina, la penetración es cosa del pasado: ¡No más agresiones fálicas! 

En la sociedad moderna el porcentaje de mujeres frígidas supera de largo el 50% y ya hay rechazo al sexo
(Estoy siendo muy generoso; si computamos los 'micro-orgasmos', el porcentaje se elevaría hasta el 70%)

A fuer de ser sinceros; las relaciones sexuales que hemos conocido los de mi generación y anteriores constituían una clara agresión física y moral contra las mujeres: "Abre más las piernas", "Date la vuelta", "Quieta, quieta, no te muevas", y así podríamos seguir explayándonos ad infinitum. Todo ello, soez y procaz en grado sumo: "Ponte a cuatro patas mirando a la Meca", sin ignorar el daño que ocasionaban en vulva y vagina las erecciones potentes de algunos machos; su pestazo a tabaco y alcohol, cuando no a podrido por caries descuidadas y sudores copiosos.

El compartir cama ha supuesto una tortura para la mujer, más allá de los dos primeros años de convivencia
(Los ricos y poderosos solo 'comparten' cama-grande 1,80 con la amante de turno y sólo durante unas horas)
(Ronquidos interminables, ventosidades y eruptos, sudoración excesiva y olor a pies han supuesto un calvario)

Con la llegada del Feminismo las mujeres toman venganza; el varón aparece públicamente como su enemigo; hago notar que para ellas ya lo era, si bien tenían miedo de manifestarlo; bien por su dependencia económica, por miedos atávicos y maltratos físicos y/o psicológicos. Hago notar todo mi respeto y agradecimiento al movimiento feminista, exceptuando del mismo a varios miles de mujeres chifladas que dinamitan el propio feminismo; ahí la palma se la llevan las de 'Podemos'. Y hago notar, asimismo, que nunca hago referencia a los Transexuales por considerarlos sujetos de la Psiquiatría, soy muy respetuoso con la enfermedad.

Hoy conocemos a fondo la 'violencia de género', esta ya existía, incluso más intensa; hoy se denuncia más
(Insisto; dormir en la misma cama genera rechazos que, a la larga, devienen en odios cainitas, a menudo)

A partir de los 55/60 años, siempre en función de las posibilidades económicas, la mujer toma el mando y, de forma sibilina (algunas lo hacen a la puta cara), coloca al varón ante la evidencia de su propia pequeñez (y de la pequeñez de su pene, flácido, prácticamente muerto; que yo comparo con el caballero que en la refriega ha perdido la espada y se siente desnudo). La TV antigua pasa a tenencia y disfrute del varón, recluido en algún rincón de la vivienda; una vez jubilado pasará a ocuparse de las labores del hogar, a las órdenes, eso sí, de la que un día consideró su santa.

Ella comienza su tránsito hacia el lesbianismo, eso sí, del tipo virtuoso, goza (solo) de las charlas con hembras

He aquí el paradigma del macho alfa desde la antiguedad... ¡Ya no mola, el pobre!

Pero... ¿Qué ocurre con las mujeres separadas y divorciadas cincuentonas? Es a ese segmento adonde quería atraer a mis lectores; se constata un aumento de mujeres lesbianas de nuevo cuño. Las mujeres, por lo general, no saben vivir en soledad; a ello debemos añadir que son pocas, muy pocas, las mujeres que hacen análisis de sus errores, limitándose a analizar y magnificar los cometidos por su exmarido (que son muchos, es cierto). Añado que la vida resulta cruel a esas edades; mientras el varón cincuentón rehace su vida con hembras de entre 30 y 40 años (dulces como granos de anís, como en La Tabernera del Puerto), la mujer sigue colgada de la brocha; acude al psicólogo, casi siempre a la psicóloga (menudas pájaras), y termina en brazos de otra mujer, a menudo de la propia terapeuta, o de sus amigas feministas, ecobiologistas, bioconstructoras, sofrólogas de la nada, y negacionistas del todo, sobre todo del varón.

Su nueva vida sexual se reduce a las masturbaciones compartidas y al sexo oral sin tortura de penetración
(En el mismo lote, para su desgracia, se llevan una depresión de caballo y la mayor infelicidad de vida)